Walter Saracho enseña a jugar a los pibes de San Martín

Walter Saracho enseña a jugar a los pibes de San Martín

Uno de los primeros maestros de Dybala, hoy trabaja en San Martín y explica la importancia del trabajo con chicos.

EN ACCIÓN. Saracho entrena a la 2009 del “Santo”. EN ACCIÓN. Saracho entrena a la 2009 del “Santo”.

Nadie puede negar las cualidades futbolísticas de Paulo Dybala. Pese a que en la Selección aún no pudo explotar y sus oportunidades casi pueden contarse con los dedos de una mano, el cordobés es una de las esperanzas que tiene Argentina para su refundación tras la Copa América 2019. Paulo pinta como un buen socio para Lionel Messi y como la persona indicada para llevar la bandera de la Selección, en la era post “Lio”. Brilla en el fútbol italiano, lleva la “10” de un grande como Juventus y antes había brillado en Palermo y en su amado Instituto.

Pero, alguna vez, Paulo fue niño. Un niño que soñaba con llegar al fútbol grande y que, a los 9 años, dejó su pueblo (Laguna Larga) para instalarse en la pensión de la “Gloria”. “Desde que llegó, demostró que era diferente”, asegura Walter Saracho, uno de sus primeros “maestros” en las formativas de Instituto. “En el baby-fútbol era increíble; marcaba unas diferencias tremendas”.

En el fútbol, como en la vida, los primeros años son claves. Durante la primera etapa, los futuros futbolistas aprenden detalles relevantes: parar la pelota, cabecear, manejar los perfiles y otros puntos que deben estar afianzados para que cuando arranquen su etapa de inferiores, sólo haya que trabajarlos en el aspecto táctico. “Los primeros maestros van al principio; como en la escuela”, dice el “profe”, que trabajó muchos años en Instituto y que modeló a varios jugadores que hoy se lucen en Primera (Dybala, Renzo Saravia, Juan Menseguez, Nicolás Bertolo, Julio Moreyra, Pablo Burzio y Gustavo Gotti, entre otros.

Por cuestiones personales, Saracho se instaló en Tucumán en 2008 y desde hace dos años y medios trabaja en San Martín; en lo que siempre le gustó: modelar potenciales cracks. En un mano a mano con LG Deportiva, el formador habla de lo importante que es el trabajo en inferiores para un club y que al jugador primero hay que formarlo como persona.

Walter Saracho enseña a jugar a los pibes de San Martín

- ¿Por qué siempre elegiste trabajar en los primeros años de formativas?

-Porque me gusta. Soy de los que disfrutan enseñarle a un chico a parar la pelota, a manejar los perfiles, a pararse en una cancha, a cabecear. Se hace un trabajo minucioso, porque la idea es que cuando empiecen en inferiores de AFA estén listos y los entrenadores deban avanzar en lo táctico.

- ¿Es la etapa más difícil para ser entrenador?

- Y… hay que educarlos en todos los aspectos. En lo futbolístico, pero también en lo humano. Durante esta etapa se los va formando a ser educados, a ser ordenados en su vida, a cuidarse en las comidas, a estudiar. No es fácil; igualmente en esto depende mucho del acompañamiento de los padres; no todos lo entienden así.

- ¿Se reniega más con los padres que con los chicos?

-Eso es todo un tema. Los padres muchas veces piensan que se van a salvar con el chico y no siempre es así. Imaginate que la primera categoría que dirigí fue la 1976, calculá la cantidad de jugadores que entrené. Llegan pocos, pero yo veo los que hoy son médicos, abogados, ‘profes’ de gimnasia y eso me llena de satisfacción; ahí siento que mi trabajo sirvió de algo. Igualmente, el padre del chico que tiene condiciones nunca molesta, para nada; ni al entrenador, ni a su hijo, porque sabe lo que tiene.

- ¿Cómo se hace para hacerles entender a los chicos que los resultados no son lo más importante en esta etapa?

-Tratamos de que sea así pero uno, inconscientemente, quiere ganar siempre. Mirá, con esa categoría ‘93, en la que jugaba Dybala, yo perdí tres finales. Todos lloraban y yo les repetía que lo importante no era el título sino que ellos lleguen a Primera. Y de ahí llegaron tres o cuatro jugadores. En cambio, con la ‘92 de Instituto gané todo lo que jugamos y sólo llegó Burzio. El campeonato es el ego de uno, pero lo que importa es formar personas.

- ¿Cómo es entrenar a esos jugadores que pintan “diferentes”?

-Vienen con un plus, pero hay que pulirlos. Hay jugadores que traen cosas desde la cuna. La gambeta no se le enseña, es algo innato. A ellos les cuesta menos. A mí, por ejemplo, me gusta trabajar con chicos del interior porque ellos vienen de jugar en el potrero y es ahí donde se encuentra al futbolista “puro”. Es por eso que acá en San Martín vamos a hacer muchas pruebas al interior.

- ¿Cómo te das cuenta que un niño tiene talento a tan temprana edad?

-Con su parada, con su porte. Con sólo verlo caminar ya se sabe si son buenos o no, jaja. El ojo clínico es algo innato, claro que podés equivocarte, pero cuando estás en el tema lo vas puliendo. En una prueba de jugadores, cinco minutos bastan para saber si alguien sirve o no.

- ¿La falta de potrero está matando al fútbol?

-Totalmente. Con mi compañero Roque Martínez siempre decíamos que antes nadie te enseñaba nada. Vos llegabas en quinta división y te tiraban una pelota; ahora los chicos tienen la posibilidad de que los eduquen. El sacrificio tiene recompensa, es importantísimo.

- En el Norte, ¿hay tan buenos jugadores como se dice?

-Hay grandes cracks, pero la desventaja es su conducta. Ahora quizás eso se va terminando porque está la posibilidad de educarlos desde más chicos. Los dirigentes deben entender que esto es una inversión. Mirá Instituto; estaba lleno de problemas y la venta que hizo hace poco de Mateo Klimowicz lo salvó económicamente. Esto es una mina de oro, hay que saber cuidarla; hay que darle la importancia que se merece.

- Desde su óptica, ¿cómo se trabaja en este aspecto en Tucumán?

-Yo puedo hablar de San Martín, porque es lo que veo. Y creo que se está haciendo un buen trabajo. Fijate que en las inferiores de AFA no les costó tanto la adaptación. Van por el buen camino, pero que seguir. Y cuidar a los chicos; hay que brindarles todo y entender que las inferiores son las joyas del club. Vender un jugador te estabiliza como institución, te hace dar el salto de calidad.

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