El ajuste por izquierda

El último año que Argentina mostró índices estructurales decentes en inflación, pobreza, desempleo, inseguridad, entre otros espejos de calidad de vida, fue 1974. Guarismos estructurales, no un par de primaveras consecutivas, fruto de vientos externos o de timonazos cortoplacistas.

Gastamos más de lo que producimos, eso ya lo sabemos, pero más grave es que gastamos mal. Uno puede gastar más de lo que genera, pero si ese dinero está bien invertido, más temprano que tarde la deuda será cancelada.

Ahora, cuando uno pone la plata donde no debe, la mora no se termina nunca. Eso nos pasa a los argentinos desde hace medio siglo y no es un problema ideológico, es estructural, óseo.

Es más, uno de los mayores inconvenientes que tenemos para salir del estado de crisis permanente es anteponer razones ideológicas a dificultades que no tienen origen doctrinario. Decimos que el equipo juega mal porque usa la camiseta equivocada. Y esa gente viene ganando la discusión en este país e imponiendo sus razones de odio hace décadas.

Y ya vemos, con o sin peronismo, con o sin neoliberalismo, con o sin radicalismo, Argentina no puede levantar cabeza porque gasta muy mal sus recursos. El que más tiene, tiene cada vez más, y el que menos tiene, tiene cada vez menos.

Ya estamos con 14 millones de argentinos por debajo de la línea de pobreza y el gasto político no deja de aumentar. Y en años electorales -uno de por medio- este ítem se duplica, triplica, cuatriplica, según el distrito. Tucumán es uno de los casos más obscenos del país, con un Poder Legislativo que tritura 4.300 millones de pesos por año, casi el doble que la legislatura de Barcelona. A nadie se le mueve un pelo por esto. Políticos cada vez más ricos en una de las provincias más pobres.

El gobierno nacional, luego de tres años y medio de ajustes brutales, decide terminar su mandato con seis meses de kirchnerismo demagógico. Medidas 100% electoralistas anunciadas el miércoles, para intentar apaciguar el enojo del 90% de los argentinos que no llega a fin de mes. De nuevo el gasto político es más importante que la salud de la patria.

Alguien que parece haber entendido que no puede haber funcionarios millonarios cuando hay gente que pasa hambre es el nuevo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuyo discurso de asunción, donde anunció fuertes medidas de ajuste, pasó bastante desapercibido.

Siempre que se habla de ajuste se piensa en la “derecha” y siempre que se habla de derroche y populismo se piensa en la “izquierda”. Lo curioso es que López Obrador, un político de izquierda, quien asumió el 1 de diciembre pasado, inició un ajuste despiadado en México, un país gangrenado por la corrupción y con muchas similitudes con Argentina.

López Obrador no es un paracaidista romántico y soñador, sino que viene de ser jefe de gobierno del Distrito Federal, una de las mayores ciudades del planeta, que dejó su cargo con el 85% de imagen positiva y fue considerado por la fundación inglesa City Mayors como el segundo mejor alcalde del mundo, después de Valeria Mancinelli, intendenta de Ancona, una ciudad del centro de Italia.

Vamos a citar a continuación algunas de las medidas que anunció López Obrador, medidas que Argentina debería imitar si pretende salir de esta encerrona trágica que lleva décadas, dilapidando sus recursos en burocracia, corrupción y lujos para pocos. Dijo:

“A partir de ahora se llevará a cabo una transformación pacífica y ordenada, pero al mismo tiempo profunda y radical, porque se acabará con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México.

Queremos convertir la honestidad y la fraternidad en forma de vida y de gobierno. No se trata de un asunto retórico o propagandístico, estos postulados se sustentan en la convicción de que la crisis de México se originó, no solo por el fracaso del modelo económico neoliberal aplicado en los últimos 36 años, sino también por el predominio de la más inmunda corrupción pública y privada.

El mayor daño

Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo. Esa es la causa principal de la desigualdad, y también de la inseguridad y de la violencia que padecemos.

Lo digo con realismo y sin prejuicios ideológicos: la política económica neoliberal ha sido un desastre, una calamidad para la vida del país. La reforma energética que nos dijeron que vendría a salvarnos solo ha significado la caída en la producción de petróleo y el aumento desmedido en los precios de las gasolinas, el gas y la electricidad.

El poder político y el poder económico se han alimentado y nutrido mutuamente y se ha implantado como modus operandi el robo de los bienes del pueblo y de las riquezas de la nación.

Al contrario de lo que pudiera suponerse, esta nueva etapa la vamos a iniciar sin perseguir a nadie porque no apostamos al circo ni a la simulación.

Si abrimos expedientes nos limitaríamos a buscar chivos expiatorios, como se ha hecho siempre. No habría juzgados ni cárceles suficientes, y lo más delicado, lo más serio, meteríamos al país en una dinámica de fractura, conflicto y confrontación, y ello nos llevaría a consumir tiempo, energía y recursos que necesitamos para emprender la regeneración de México, la reactivación económica y la pacificación del país. Además, y esto es muy importante, creo que en el terreno de la justicia se pueden castigar los errores del pasado, pero lo fundamental es evitar los delitos del porvenir.

Con apego a mis convicciones y en uso de mis facultades, me comprometo a no robar y a no permitir que nadie se aproveche de su cargo o posición para sustraer bienes del erario o hacer negocios al amparo del poder público. Esto aplica para amigos, compañeros de lucha y familiares.

Dejo en claro que si mis seres queridos, mi esposa o mis hijos, cometen un delito, deberán ser juzgados como cualquier otro ciudadano. Solo respondo por mi hijo Jesús, por ser menor de edad.

En cuanto a mi persona, he promovido la reforma de la Constitución para eliminar la impunidad y los fueros de los altos funcionarios, empezando por el presidente, quien ahora, según la iniciativa de ley que hoy estoy enviando al Senado, podrá ser juzgado como cualquier ciudadano por el delito que sea, aún estando en funciones.

Un buen juez por la casa empieza. Pondremos orden en la cúpula del poder, porque la corrupción se promueve y se practica fundamentalmente desde lo alto hacia los niveles inferiores. Vamos a limpiar al gobierno de corrupción de arriba para abajo, como se limpian las escaleras.

Esa minoría rapaz

Separaremos al poder económico del poder político. El gobierno ya no será un simple facilitador para el saqueo, como ha venido sucediendo. Ya el gobierno no va a ser un comité al servicio de una minoría rapaz.

Se acabará la vergonzosa tradición de fraudes electorales. Las elecciones serán limpias y libres y quien utilice recursos públicos o privados para comprar votos y traficar con la pobreza de la gente o el que utilice el presupuesto para favorecer a candidatos irá a la cárcel sin derecho a fianza.

El combate a la corrupción y la austeridad nos permitirán liberar suficientes fondos, más de lo que imaginamos, mucho más, para impulsar el desarrollo de México. Con esta fórmula sencilla de acabar con la corrupción y de llevar a la práctica la austeridad republicana, no habrá necesidad de incrementar impuestos, y ese es un compromiso que estoy haciendo, ni aumentarán los precios de los combustibles más allá de la inflación.

Tampoco, que se oiga bien y que se oiga lejos, tampoco vamos a endeudar al país.

Cuando terminó el presidente Fox la deuda era de 1.7 billones. Cuando dejó el gobierno Calderón la deuda aumentó a 5.2 billones, más de 200%. Y en esos dos sexenios fue cuando se recibió más dinero por la venta de petróleo al extranjero y todo se derrochó o se fue por el caño de la corrupción. Hoy la deuda ya es de 10 billones.

No gastaremos más de lo que ingrese. Se respetarán los contratos anteriores, pero ya no habrá más corrupción ni influyentismo en negociaciones con empresas particulares.

Me comprometo a que las inversiones de accionistas nacionales y extranjeros estarán seguras y se crearán condiciones hasta para obtener buenos rendimientos, porque en México habrá honestidad, Estado de derecho, reglas claras, crecimiento económico y habrá confianza.

Se construirá el tren maya (que atravesará cinco estados en casi 900 km), se sembrarán un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables. Se rehabilitarán las refinerías existentes y haremos una nueva refinería en Tabasco para dejar de comprar la gasolina en el extranjero.

En los estados limítrofes con EEUU bajará el IVA del 16 al 8% y el impuesto sobre la renta bajará al 20%. La gasolina, el gas y la electricidad costarán menos que en el resto del país y se aumentará al doble el salario mínimo. Esta será la última cortina de desarrollo para retener con trabajo y bienestar a nuestros compatriotas.

El Estado se ocupará de disminuir las desigualdades sociales. No se condenará a quienes nacen pobres a morir pobres. Todos los seres humanos tienen derecho a vivir y ser felices. No es lícito rescatar instituciones financieras en quiebra y considerar una carga ayudar a los más necesitados.

De inmediato se volverá universal la atención médica y los medicamentos gratuitos en todo el país.

Los aumentos al salario mínimo no volverán a fijarse por debajo de la inflación como sucedió en el período neoliberal. Más de dos millones de jóvenes serán contratados para trabajar como aprendices en talleres, empresas y comercios y se les pagará un salario mientras se capacitan. Ya no va a haber ni-nis. No se va a dar la espalda a los jóvenes ni se les va a ofender llamándoles de esa manera, porque no es culpa de ellos que no tengan oportunidad de trabajo y estudio. Se otorgarán 10 millones de becas a estudiantes en todos los niveles.

Aumento de jubilaciones

Aumentaremos al doble la pensión a los adultos mayores y tendrá carácter universal.

Se ayudará a productores del campo con subsidios y precios de garantía, y se venderá a precio justo una canasta de alimentos básicos para combatir la desnutrición y el hambre.

Los destinatarios de toda ayuda recibirán lo que les corresponde de manera directa, personalizada, sin intermediarios, con el propósito de que no haya manipulación con fines electorales, y que lleguen a sus beneficiarios completos estos apoyos, sin comisiones indebidas.

La necesidad de emprender estas acciones explica y justifica el plan de austeridad republicana al que nos hemos comprometido. No significa, como se piensa en otros países, un mero conjunto de ajustes en el gasto. Aquí lo entendemos como una política de principios, toda vez que implica terminar con los privilegios de la alta burocracia. Juárez decía que los funcionarios debían aprender a vivir en la justa medianía, y nosotros sostenemos que no puede haber gobierno rico, con pueblo pobre.

Fuertes recortes

Bajarán los sueldos de los altos funcionarios. Van a bajar los sueldos de los de arriba, porque van a aumentar los sueldos de los de abajo.

Ya no habrá servicio médico privado para los funcionarios públicos. Se destinaban para esto $ 5.000 millones. Ya no habrá cajas de ahorro para los altos funcionarios. Ya no hay, ya se aprobó esa ley.

Nadie podrá viajar en aviones o helicópteros privados con dinero público. Se pondrá en venta el avión presidencial y toda la flotilla de aviones y helicópteros para uso de funcionarios.

El presidente ganará el 40% de lo que recibía el ex presidente.

No habrá compras de vehículos para funcionarios. Se reducirá el 50% el gasto de publicidad del gobierno. Se van a disminuir las unidades administrativas y no habrá oficinas en el extranjero, salvo embajadas y consulados.

Los 8.000 efectivos que se destinaban a cuidar al presidente y los 3.200 agentes hasta ayer dedicados al espionaje, pasarán a formar parte de la Guardia Nacional.

No viviré en Los Pinos y esa residencia oficial ya se abrió, desde hoy, al público y se integrará al bosque de Chapultepec para convertirse en uno de los espacios más grandes e interesantes del mundo para el arte y la cultura.

Crearemos la Guardia Nacional para enfrentar el grave problema de la inseguridad y de la violencia. Esto significa replantear el papel de las Fuerzas Armadas ante la inoperancia y la corrupción de las corporaciones policiales.

Todos los días a las seis de la mañana voy a presidir la reunión del Gabinete de Seguridad, en la cual recibiremos el reporte de lo sucedido en las últimas 24 horas y tomaremos las medidas necesarias.

Estoy preparado para no fallarle a mi pueblo. Ahora que venía para acá, se acercó un joven en bicicleta y me dijo: Tú no tienes derecho a fallarnos. Y ese es el compromiso que tengo con el pueblo: No tengo derecho a fallar.

Por último, así como soy juarista y cardenista, también soy maderista y partidario del sufragio efectivo y de la no reelección. Bajo ninguna circunstancia habré de reelegirme, por el contrario, me someteré a la revocación del mandato porque deseo que el pueblo siempre tenga las riendas del poder. En dos años y medio habrá una consulta para preguntarle a los ciudadanos si quieren que el presidente siga en el cargo o pida licencia, porque el pueblo pone y el pueblo quita, y es el único soberano al que debo sumisión y obediencia”.

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