Arrecian las profecías autocumplidas

Arrecian las profecías autocumplidas

La profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición «falsa» de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva «verdadera». (Del sociólogo Robert K. Merton, en su libro “Teoría social y estructura social”).

Los esotéricos o cabuleros relacionan directamente la teoría psico-sociológica de Merton con la victoria y el fracaso. En estas tierras criollas, la conclusión sería que gustan de apostar a caballo ganador y que huelen de lejos el aroma agrio de la derrota o el dulce de la victoria en tiempos electorales. A eso están apostando muchos dirigentes, que observan con detenimiento las profecías autocumplidas de los líderes que pugnan por la gobernación y en base a ello toman decisiones. Por ello cunde el pánico entre los que miran todo desde la cabeza de cada espacio político cuando las aguas se mueven y el viento sopla favor de unos o en contra de otros. En definitiva, futboleros como argentinas y argentinos que somos, creemos en esta teoría más que en ningún otro lugar del mundo: el equipo chico que se cree grande puede terminar siéndolo. O viceversa. Simple explicación del libro del célebre sociólogo.

Volviendo a los menesteres políticos de estos lares, preocupa que los camisetas veloces generen un efecto cascada, para un lado u otro. A algunos solamente, porque a otros pone felices, siempre según la profecía y el interlocutor.

La predicción positiva que lanza, por ejemplo, la dupla José Alperovich-Beatriz Mirkin es su ciego convencimiento de que el senador volverá a ser gobernador. El new Alperovich se presenta así ante cuanto interlocutor se le presenta, con sonrisa amplia y certeza de acero. La “maldición” en contra suyo es que está solo. “No llega a armar ni las listas”, se dice de él. Consciente de la fuerza que poseen las ideas en el universo de los sabuesos peronistas, Alperovich juega a fortalecer una y a debilitar la otra. Por ello “traicionó” (según la visión de su interlocutor) a Luis González y rápidamente publicó la foto juntos anunciando que el radical abandonaba a una de sus fuerzas competidoras -la de Cambiemos- y se sumaba a su espacio. Ya antes permitió que se filtrara que los “armadores” de José Cano en 2015 ahora trabajan con él. También por eso hoy hará gala del pase del legislador Guillermo Gassenbauer y del concejal Armando Cortalezzi a su “Hacemos Tucumán”. Señales de humo para heridos y desencantados.

En la triunfalista dupla de Juan Manzur-Osvaldo Jaldo prima la frase: “vamos a ser reelectos sin problemas”. Apoyan sus dichos en el armado territorial, en el “robo” de dirigentes del alperovichismo y del alfarismo (que con paciencia y tiempo vienen realizando desde hace tiempo), en la fortaleza del aparato estatal y en lo que afirman es su monopolio del Partido Justicialista. Con esas ideas-fuerza supieron seducir y forzar que incluso hasta hace poco férreos enemigos políticos sean hoy aliados suyos. También ello les juega en contra, porque hay propios oficialistas que esbozan una profecía nefasta: “estamos confiados y corremos el riesgo de perder todo”. Son los que ven a un equipo relajado y rezagado ante un Alperovich laborioso y ante un Cambiemos con margen para crecer.

En ese campo ingresa la dupla de Silvia Elías de Pérez-José Manuel Paz. Ellos se apoyan en que “serán la sorpresa ante el quiebre peronista”. En esa diáspora apoyan su esperanza y su fórmula de seducción. Consideran que la mezcla del hartazgo social con la corrupción y la inseguridad, sumado a la división del justicialismo, los colocarán por primera vez desde el regreso de la democracia en la cima del Poder Ejecutivo. En contra tienen a sus propios socios. “Con esa fórmula, perdieron apoyo de aliados políticos clave”, es la visión de radicales, macristas e independientes que instalan una noción negativa de la postulación de lo que a nivel nacional se conoce como Cambiemos. Eso le está pesando como un ancla al tránsito del buque en el que navega la senadora nacional.

En medio de esas profecías y de las contradicciones de la política se desdibujan las certezas para visualizar cuál será la que terminará prevaleciendo el 9 de junio.

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