Los próceres no usaban celular

Los próceres no usaban celular

Tenían más tiempo para pensar. Aprovechaban para que sus estrategias fueran fundamentadas. La tecnología, lejos de acortar problemas, apura decisiones y posturas en los líderes de hoy que pierden espacio ante las minorías.

Es difícil imaginar cómo hubieran hecho los congresales de 1816 para llegar a Tucumán y declarar la Independencia si hubieran tenido celular. Con el aparatito en el bolsillo, el discurso pergeñado en la diligencia o en las largas noches hasta llegar a destino seguro hubiera sido cambiado en el último momento. ¿Habrían dado el famoso grito libertario? El mismo Manuel Belgrano, ¿hubiera podido soportar los embates de tuiter o en el mismo Facebook de aquellos a los que les hubiera parecido poco creativo hacer una bandera con los colores del cielo? ¡Nada menos! Los individualismos heroicos sucumben ante las minorías armadas con un celular.

Cada época tuvo sus costumbres, sus formas, sus ideas y sus tiempos.

El celular, ese amigo que se mete en la cama de todos y hasta va al baño con su dueño, no siempre contribuye a simplificar las cosas, acortar los tiempos o proveer de toda la información necesaria. Por el contrario, contagia vértigo e imprime aceleración. Por lo tanto, se ha vuelto un perturbador de estos tiempos. Mezcla los tiempos. Confunde. Hay quienes ya están viviendo el futuro sin haber salido aún del presente e, incluso, sin haber tomado conciencia de que el presente ya está en el pasado.

Estos modernos aparatos intercomunicadores no habrían ayudado a los próceres. Seguramente, los habrían alterado. Es que no les habría dado tiempo a razonar ni a reflexionar. Habrían actuado lo más rápido posible. Esto está ocurriendo con los actores públicos de este Tucumán. La instalación del celular y su acceso a las redes han inventado una verdad que es mentira, pero lleva su nombre: la posverdad. Y, a juzgar por cómo y qué se está discutiendo en esta primera semana de 2019, también podríamos decir que la política provincial vive, discute y se retuerce en la pre-verdad.

El tiempo es veloz

El increíble vicegobernador Osvaldo Jaldo ha dicho que se acatará el fallo de la Justicia y que, por lo tanto, desde el oficialismo están dispuestos a realizar el adelantamiento de las elecciones 2019. Los opositores José Cano, Silvia Elías de Pérez, Ricardo Bussi, Mario Koltan y el inesperado José Alperovich -entre otros- advirtieron que están listos y dispuestos a que se adelanten los comicios.

Todos discuten y se acomodan a algo que no existe. Aún no se decidió y ya están pensando en el adelantamiento de los comicios. Hace falta un decreto que así lo disponga y ese documento debe llevar la firma del gobernador de la provincia, que está de vacaciones. Sin embargo, todos lo dan por sentado. Es curioso, aun en los casos en los que piensan que es ilegal esta decisión ya están actuando como si hubiera un adelantamiento de los comicios provinciales de este año. Los tucumanos se han acostumbrado tanto a la prepotencia institucional (uno de los grandes ideólogos e impulsores ha sido Alperovich) que a nadie le sorprende que se pueda hacer algo que no corresponde. Es más, cuando se les consultó tanto a opositores como a oficialistas sobre esta instancia, la respuesta -siempre negándose a dar la cara ni el nombre- ha sido “se ha hecho cada cosa, que por qué no se haría esto”.

La velocidad de los tiempos celulares del 4G (el 5G ya está golpeando las puertas) hace que el estudio, la profundización de los razonamientos y la fundamentación de las afirmaciones sean más débiles que nunca. Aun cuando hay un acceso ilimitado al conocimiento. Por eso la Sala I en lo Contencioso Administrativo de la Justicia provincial no pudo trabajar a fondo ni escudriñar en los vericuetos de la Constitución local. Rápidamente le dieron la razón a los massistas Víctor Hugo Arias y Mariela Martín Domenichelli. Declararon nulo e inconstitucional el inciso sexto del artículo 43 de la Constitución tucumana. De esa manera queda liberada la posibilidad de adelantar la fecha de los comicios locales, que suelen llevarse a cabo en agosto. Aturdidos no vieron, ni leyeron ni analizaron que el artículo 100 decía prácticamente lo mismo. Una erudita como la constitucionalista Carmen Fontán les advirtió de la falta, pero la pre-verdad ya estaba instaurada.

No fue lo único. Hay dos conceptos que se han vuelto irrefutables para todos sin distinción de pasiones: 1) ha sido Manzur quien ha hecho esta movida judicial. Todos lo han dado como un hecho. Se ha justificado en la razón de que Sergio Massa estuvo con el gobernador días antes de esta curiosa presentación massista. A quien se le pregunte sobre este planteo judicial responde que el ideólogo y gestor ha sido el mandatario provincial. Curiosamente, ni Arias ni Domenichelli se toman el trabajo de discutir o de aclarar el tema. 2) Otra pre-verdad inmutable de este caso es que la Justicia hizo lo que quería Manzur. Actuó en consecuencia. Tampoco nadie desmintió esta aseveración. Ni los magistrados se sintieron ofendidos porque se haya puesto en juicio su independencia.

Conclusión: el fallo que autorizaría la posibilidad de adelantar las elecciones fue decidido, presentado y resuelto por Manzur. Nadie lo discute. Si eso fuera cierto, como se grita en las redes sociales, nadie ha puesto el grito en el cielo para poner freno legal a tamaño ilícito de parte del gobernador. En estas épocas tecnológicas dirigidas por celular lo institucional y los diferentes tiempos viven en el mismo lodo, todos manoseados.

Lo concreto es que sigue siendo inconstitucional adelantar los comicios y que nadie se ha ocupado de ello. Es más, si alguien quisiera especular sobre lo que haría o debería hacer el mandatario, tendría que reconocer -aún cuando hay operaciones desde el primer piso de la Casa de Gobierno que buscan instalar la idea del adelantamiento de los comicios en los medios porteños- que siempre ha sido respetuoso de las cuestiones institucionales y de la Justicia. Si cuando vuelva de sus vacaciones sigue siendo el mismo, no debería cambiar las reglas de juego ni refutar la Constitución cuyo relato final fue dirigido por él mismo.

Distinto tiempo

El año pasado se despidió para siempre con aquel fallo y 2019 aterrizó cargado de bolsones con mercadería. Una vez más la confusión. La historia de la entrega de comida comenzó cerca de octubre. Por entonces el Gobierno macrista sólo tenía claro una cosa: el barco estaba a la deriva y se divisaba un gran iceberg en diciembre. El intendente de la Capital tucumana, que tiene más calle que despacho, sabía que el choque era inevitable. Entonces, empezó -con egoísmo- a acopiar antídotos para que cuando todo se incendiara él estuviera con las curitas y los ungüentos en las manos. Germán Alfaro sabía que en diciembre todo podía estallar. Se equivocó, pero en su haber tenía la mercadería suficiente para calmar los ánimos. En Navidad el intendente se vistió de Papá Noel y salió por los barrios a repartir regalos. Se olvidó de su encolumnamiento en Cambiemos y regresó a sus orígenes peronistas. Precisamente, eso fue lo que afectó y enardeció a los peronistas que salieron a cruzarlo. De nuevo la aceleración y la velocidad de los tiempos alteró todo. Y cada uno sacó su espada. Los manzuristas (que en realidad son alperovichistas transformados) salieron a golpear al intendente aduciendo la ilegalidad de la maniobra bolsonera de Alfaro. El intendente se defendió. Dijo que no se trataban de elecciones y por lo tanto no estaba coaccionando al voto -algo que es ilegal-. Aprovechó para decir que tuvo que repartir comida debido a que en los últimos 12 años (de alperovichismo y manzurismo, en los que alguna vez él también estuvo) no se revirtió la pobreza. Fue un adelanto de la contienda electoral que ya está en marcha. Una vez más: todos están de vacaciones pero en realidad ya están viviendo los comicios, que no tienen fecha y ni siquiera candidatos.

La vida es una moneda

Hay ciudadanos que han venido haciendo un verdadero acopio… de plata. En estos días de fiestas, donde algunas bebidas espirituosas sueltan las lenguas o simplemente la calidez de las fechas ayuda a sincerarse, se escuchó la confesión de un funcionario de segunda línea que quiere llegar a la Legislatura. Comentó a sus allegados que ya guardó unos 8 millones de pesos. Calcula que no le serán suficientes para estar tranquilo. Es curioso como en estos tiempos los referentes no esperan que las masas o que la gente los suban en andas y los proclame. Ellos mismos miran sus billeteras y analizan si pueden o no ser candidatos. Se convierte en una gran inversión, no en una vocación de servicio. Por lo tanto, ante tamaño costo que implica la campaña, es de imaginarse que en algún momento intentará recuperar la inversión. Eso sí que está alejado de la política. Al menos de la de antaño.

La culpa no la tiene el celular. Menos la tecnología. Los próceres del 1800 no los tenían pero supieron interpretar las preocupaciones de la ciudadanía. Tuvieron la capacidad de ver las necesidades y obrar en consecuencia. La velocidad del siglo XXI no le da tiempo a los líderes para interpretar esas preocupaciones. Son las minorías sin referentes, con chalecos o grupos de whatsapp, las que condensan las ideas de cambio y contienen a la masa. Es posible que 2019 ingrese en la imprescindible etapa del consenso y del diálogo, de lo contrario, va a ser muy difícil imaginar a los líderes teniendo respaldo y el celular no les hará falta.

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