WhatsApp remedia la hipoacusia

WhatsApp remedia la hipoacusia

Para la estudiante Ana Castillo, mensajes instantáneos y videos funcionan como oídos.

01 Enero 2019

Por María Cecilia Guzmán

“Cuando tenía cinco meses mi papá me llevaba en un camión en el que transportaba vacas. Los hierros que se usan para atar los animales se cayeron y yo jamás me desperté. Mi papá se asustó mucho y pensó que algo me pasaba. Después de varios controles se dieron cuenta de que era sorda”.

Mientras acomoda la mochila en el respaldo de una silla en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán, Ana Castillo (24 años) cuenta su historia un poco con señas y un poco también hablando. No eleva mucho el tono porque dice que la avergüenza la posibilidad de que su voz salga muy alta, sin que ella se dé cuenta.

La música de un piano; el ruido de una amoladora; el trajín de los chicos de luthería y el canto que sale de una clase de teatro obligan a buscar un aula que resguarde la conversación. “Hoy tenía una exposición de inglés, pero no vinieron los chicos de mi grupo, por suerte”, comenta Castillo y se ríe.

Ella está acostumbrada a darse vuelta en la vida y pelearle a su dificultad auditiva. “A los tres años empecé a viajar todos los días en colectivo desde Simoca hasta la capital. Mi tía o mi abuela me traían porque mis papás trabajaban”, relata. Castillo asistió al Instituto Oral Tucumán, donde cursó la primaria. Como consecuencia de esa educación puede leer los labios si le hablan de manera pausada. También aprendió a leer, a escribir y a adaptarse a la enseñanza de la escuela para oyentes.

“Gracias al esfuerzo de mucha gente y de mi familia en 2001 pude hacerme un implante coclear en Buenos Aires. Me acuerdo de que me pelaron toda la cabeza. Lo más lindo fue que me hicieron una fiesta de bienvenida cuando llegué”, recuerda.

Los años que siguieron a la cirugía fueron agotadores. Castillo asistía a una escuela secundaria para oyentes en Simoca mientras iba regularmente a la fonoaudióloga por el implante y estudiaba la lengua de señas, que es la herramienta de comunicación usada por la mayoría de quienes tienen dificultades para hablar y para oír.

Con ganas y un espíritu a prueba de dificultades, Castillo llegó a la universidad. “Siempre me gustó dibujar y pintar, pero sabía que la Licenciatura en Artes tiene mucha historia y, como me cuesta esa materia, me decidí a estudiar Fotografía, que reúne algo de imagen y de color”, revela. Y añade que en la Facultad de Artes se dio cuenta de que todo era más difícil de lo que había pensado. Allí descubrió el valor de la red social de videos, que más de una vez la sacó de apuros. “Fue útil tener un intérprete de señas, pero, aún así, hay asignaturas que son difíciles de traducir como Química o Inglés. Internet me ayudó bastante. Buscaba videos en YouTube con subtítulos, dado que no siempre es fácil encontrar la versión en lengua de señas. Así estudié”, afirma con sencillez.

Grupo de mutua ayuda

Los avances tecnológicos de los últimos años no tan sólo permitieron a Ana Castillo recibir un implante, sino también relacionarse mucho mejor con sus interlocutores. El video para ella es clave y su auge en todas las plataformas digitales (la mencionada YouTube, Facebook, Instagram, Vimeo, Snapchat, etcétera) abrió un universo de alternativas. La simoqueña hoy hasta puede elegir dónde y cómo informarse, y no está constreñida a la oferta de los medios tradicionales. La circulación de millones de videos implica un menú inagotable: a ello se suma la tendencia positiva de colocarles subtítulos.“Me gusta mucho Netflix porque todo está subtitulado, incluso las series o películas argentinas que casi nunca puedo ver en el cine”, destaca.

Pero su mayor aliado es la red de mensajería instantánea más popular en este ángulo del planeta. “Sin WhatsApp me muero”, resume Castillo. Sucede que la estudiante forma parte de un grupo de amigos con su misma dificultad para oír. Apunta: “allí intercambiamos información y traducciones, por ejemplo, de las canciones que están de moda, de los chistes del cómico tucumano Miguel Martín y de las noticias”. En definitiva, WhatsApp afianza la solidaridad entre quienes enfrentan retos semejantes. “En ese grupo doy y recibo todo tipo de ayudas”, dice.

La pregunta sobre qué le gustaría hacer cuando se reciba sorprende a Ana Castillo. Se ríe un poco, encoge los hombros y anuncia que todavía no lo sabe, pero que le gustaría hacer algo relacionado con la traducción de videos en lenguaje de señas para que más chicos hipoacúsicos se animen a estudiar.

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