“El espejo me devuelve un ex jugador de rugby pleno de vida”

“El espejo me devuelve un ex jugador de rugby pleno de vida”

Una charla que va mucho más allá del deporte, en el ciclo de entrevistas de LG Play.

- Sos de mayo del 63. Con 55 años, ¿qué imagen te devuelve el espejo cada mañana?

- Será la óptica con la que lo miro, pero me devuelve un buen tipo. Creo que siempre he sido honesto con lo que hacía, con lo que sentía, con mi familia y con mi deporte. El espejo me devuelve un ex jugador de rugby pleno de vida. Tengo muy buenos amigos, gente de la que recibo y a la que le doy todo lo que puedo.

- Y siempre apostaste por Tucumán. ¿Por qué?

- He tenido muchas posibilidades de irme. En el último staff de Los Pumas en el que participé me decían: “¿por qué no te venís a Buenos Aires? ¿Y si nos vamos a Europa?”. Mi respuesta fue: “muchachos, hace muchísimos años tomé la decisión de quedarme en Tucumán. Y fue cuando no tenía un peso, cuando era difícil”. No soy profesional universitario, me dediqué a laburar desde chico y nunca me vi fuera de Tucumán. Para mí las vacaciones son en Tafí del Valle, el entrenamiento es en San Javier, mi club es Tucumán Rugby, no hay otro. Mis amigos están en la calle San Martín, en la calle Mendoza. Los bares en los que tomo café están acá. No estoy cómodo en ninguna otra ciudad ni en ningún hotel cinco estrellas.

- ¿Y cómo vivís el día a día?

- Tucumán me duele. Veo la sociedad de Tucumán, lo mezquina que es a veces y generosa para otras cosas, a la vez apasionada. También la maldad, la desidia y la pobreza… Creo que las malas políticas nos han llevado a un lugar en el que no deberíamos estar. Y después te arde cuando llegás al aeropuerto o a la terminal de ómnibus, pensás en Tucumán y decís “¿dónde estamos, qué nos ha pasado? Esto no era así”.

- ¿No te interesa incursionar en la política?

- He tenido ofrecimientos. Digamos que hay que tener una determinada personalidad o una forma de ser para entrar en política y yo no la tengo. Un amigo me dice que soy un cobarde porque no quiero meterme, pero es porque sé cómo soy. Si a mí un tipo me trata de ladrón en la calle me cago a trompadas y en la política me van a tratar de ladrón cada dos minutos, porque la política es una chicana permanente y no siento que esté para eso. Creo que la política es demasiado verso y hay que abocarse más a la gestión pura.

- Los chicos están metidos en el mundo virtual. ¿Por qué les recomendarías que hagan deportes?

- El ser humano necesita moverse porque su organismo funciona mejor. En una época hasta me molestaba ver chicos metidos en lo virtual, hoy no me voy a poner en contra ni loco, con lo que está pasando en las redes y todo eso. Pero le diría: “movete un poquito porque te va a hacer bien ver el mundo como es”. La realidad pasa por mirar la vida, no sólo en el deporte.

- Los clubes son fundamentales para eso. ¿Cómo los cuidamos?

- Nadie se olvida del club de barrio. Creo que la política argentina debe darle al deporte el rol que merece. Es la sociedad la que necesita que el deporte ayude y pongo una palabra medio pretenciosa: en los valores. Un chico que está en un club no está en la calle. He tenido la suerte de jugar en Tucumán Rugby y no me gustan los estigmas, pero es un club rico en el sentido de que está en el corazón de Yerba Buena y se pagan las cuotas, no necesita un subsidio. Pero otros no pueden pagar nada y tienen una función social tremenda. Para eso el Estado debe estar presente, pero no para la tribuna o el espectáculo, sino para que el club pague la luz, el gas, el agua, el preparador físico, el canchero. De lo contrario, el club de barrio desaparece.

- Sos hombre de tres camisetas: la verdinegra, la naranja y Los Pumas...

- No (interrumpe), hombre de una sola camiseta. Soy de Tucumán Rugby. Lo demás son premios. Por supuesto que los tres equipos que me motivan son esos.

- ¿Qué recordás del Santamarina jugador?

- Era bastante vehemente y quizás demasiado exigente con mis compañeros. Tal vez he tratado mal a algunos porque no hacían lo que estaba planificado, pero era mi forma de hacer deporte. Me enfermaba perder, así que les exigía muchísimo a mis compañeros y me exigía muchísimo yo. No me siento mal con eso.

- ¿Y aprendiste a perder?

- Sigo siendo un pésimo perdedor. En los últimos partidos en el staff de Los Pumas le decía a “Huevo” Hourcade: “qué mal perdedor que soy”. Me quedaba una hora en la cabina y no quería bajar al vestuario porque no quería cagarme a trompadas con alguien. Pero he salido contento de algunos partidos que perdimos. Jugando para Tucumán contra Francia, en Banda del Río Salí, perdimos 24 a 7 y yo salí pleno de rugby porque habíamos dado todo. O cuando perdimos con los All Blacks.

- En perspectiva, ¿cómo analizás aquella época de oro de los “Naranjas”?

- Te llena el alma. “Tengo el orgullo de representar al mejor equipo regional del mundo”, decía. He compartido con jugadores extraordinarios, sobre todo de carácter, desde Julio Coria hasta el fullback. A veces no jugábamos tan bien pero el equipo tenía un carácter tremendo. Y me queda algo: el éxito de ese equipo llevó a la gente a las tribunas, no fue al revés. Tucumán fue exitoso sin que nadie lo esperara, salvo la gente que sabe mucho de rugby. Eso ya pasó. Creo que quienes eran dirigentes en esos momentos, y no fue culpa de ellos, no pudieron sostenerlo. Imaginate si en esos momentos hubiéramos tenido un tipo con la cabeza de Agustín Pichot, que fue quien consiguió políticamente todo para Los Pumas después de 2007.

- ¿Qué te dejó el paso por el staff de Los Pumas?

- Hicimos un trabajo muy honesto. Se había cumplido el ciclo y no había cómo seguir. Ya en noviembre del año pasado habíamos tenido un llamado de atención y nos preguntamos con Hourcade: “¿qué pasa que el equipo no nos cree?” Lo hablamos este año de nuevo, después de la “ventana” de junio y acordamos que el ciclo estaba cumplido. Nadie nos pidió la renuncia. Y no tiene que ver con que los jugadores te crean o no.

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