Engaños amorosos y curas inútiles para un enfermo imaginario

Engaños amorosos y curas inútiles para un enfermo imaginario

Nicolás Aráoz dirige la obra clásica de Molière sobre un rico amarrete que intenta casar a su hija con un médico y así ahorrarse la atención.

CON VESTUARIO DE ÉPOCA. Nicolás Aráoz dirige al Teatro Estable de la Provincia en “El enfermo imaginario”. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO. CON VESTUARIO DE ÉPOCA. Nicolás Aráoz dirige al Teatro Estable de la Provincia en “El enfermo imaginario”. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO.
17 Agosto 2018

ESTRENO

• A las 22 en la sala Orestes Caviglia (San Martín 251).

El costo de la atención médica es una preocupación que atraviesa los siglos. El hipocondríaco Argán, el personaje central de “El enfermo imaginario” (la obra de Molière que el Teatro Estable estrenará esta noche, en la sala Orestes Caviglia), lo expresa en toda su dimensión al discutir con los profesionales que lo atienden el precio de sus visitas, curaciones y pócimas, que ni siquiera lo alivian de sus males.

Para ahorrar decide que Angélica, una de sus hijas, se case con un médico y así ser sanado gratuitamente. Su plan naufragará por la complicidad de su criada Antonia, que sabe que la joven está enamorada en secreto de otra persona, y que además quiere que todos dejen de aprovecharse de Argán, empezando por su hipócrita esposa.

El texto fue tomado por Nicolás Aráoz para llevarlo a escena, con un elenco integrado por Ricardo Podazza, Andrea Barbá, Andrés D’Andrea, Ruth Plaate, Guillermo Arana, Noé Andrade, Alejandra Páez Salas, Daniela Canseco, Eloísa Martínez Romero, Facundo Vega Ancheta, Sergio Domínguez, Jéssica Carrizo, Marcos Zerda y Ayelén Ormaechea.

“Me interesa esta obra porque entiendo que el dramaturgo sabía que era su última creación. Habla constantemente de su muerte. ‘Revienta ahí Molière’, dice Argán en un momento, un personaje que era representado por el mismísimo autor. Siendo una comedia, tiene un dulzor amargo, como dice Atahualpa Yupanqui. Por eso, es a la vez un drama, que evidencia la manera en que ficción y realidad se mezclaban en la cabeza del escritor. Argán parodia su deceso y nos interpela en el texto: ‘¿no habrá peligro en parodiar a un muerto?’. Y todos sabemos que Molière sufriría las primeras convulsiones que precedieron a su muerte apenas cinco minutos después. Me conmueve”, dice Aráoz a LA GACETA.

- ¿Cómo se aborda un clásico en este momento?

- No sé cómo se lo hace, nunca sé demasiado cuando dirijo. Dejo que fluya en mí el texto, me pongo a jugar con los actores y así, lentamente, voy sabiendo de qué va la cosa. Disfruto mucho del trabajo con los actores mientras van apareciendo los secretos que la obra y el autor guardaban para nosotros...

- ¿El engaño constante que sufre Argón se puede trasladar al conjunto de la sociedad?

- Molière se quejaba de la hipocresía de la sociedad en que vivía. Es curioso observar cuánta vigencia tiene el texto hoy, más aún cuando la obra fue estrenada en 1673.

- ¿Cómo es tu relación con la enfermedad y con la medicina?

- Creo que soy un poco enfermo imaginario y entonces intento no consumir casi ninguna medicina. En todo caso, prefiero bastante más curarme con limón, jengibre o mimos que con remedios; y si no hay ninguno de los tres, trato de esperar un rato y no dejar que la impaciencia lo eche todo a perder.

- ¿Te preocupa la avaricia, y en qué aspectos cotidianos la encontrás?

- Trato de ser generoso y de rodearme de gente generosa; siento que la avaricia o la mezquindad son un mal grave. Mucho más cuando el avaro o el mezquino es uno mismo.

- ¿Esta obra le costó la vida a Molière y casi también a alguno de ustedes?

- No creo que la obra le haya costado la vida a Molière ni a nadie. El teatro nos cura y nos salva, siempre.

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