La buena suerte de funcionarios nacionales en un accidente aéreo

La buena suerte de funcionarios nacionales en un accidente aéreo

ACCIDENTE CON SUERTE EN 1933. El avión quedó parado mientras los pasajeros y el piloto debieron ser ayudados a salir de la nave. Ninguno de los tres presentaba lesiones de consideración. ACCIDENTE CON SUERTE EN 1933. El avión quedó parado mientras los pasajeros y el piloto debieron ser ayudados a salir de la nave. Ninguno de los tres presentaba lesiones de consideración.
06 Agosto 2018

Manuel Riva | LA GACETA

La aviación estaba en sus albores. Corrían las décadas del 20 y 30 del siglo pasado y los accidentes con aviones eran más comunes que en la actualidad. Aquellas aeronaves de una simpleza y fragilidad extrema sufrían percances seguidos que obligaban a aterrizajes forzosos cuando no ocurrían caídas estrepitosas. Muertos y heridos eran una constante. Sin embargo, aquellos locos del aire seguían volando y dando los pasos necesarios para el crecimiento de una actividad clave para la comunicación rápida entre poblaciones. Los funcionarios de la época usaban ese medio de transporte para sus recorridas políticas y de control estatal. Y uno de ellos era el ministro del Interior del presidente Agustín Justo, el radical antipersonalista Leopoldo Melo, que sufrió dos accidentes aéreos, con casi un año de diferencia. De ambos resultó ileso.

EN 1934. El aeroplano pilotado por Nougués trasladaba al ministro Melo, que salió con golpes (centro). El diputado Rojas (izquierda) sufrió heridas leves pero quedó muy impresionado, aparece en su camarote del tren que lo llevó a Buenos Aires. Pérez (derecha), del Hipotecario, se fracturó una pierna. EN 1934. El aeroplano pilotado por Nougués trasladaba al ministro Melo, que salió con golpes (centro). El diputado Rojas (izquierda) sufrió heridas leves pero quedó muy impresionado, aparece en su camarote del tren que lo llevó a Buenos Aires. Pérez (derecha), del Hipotecario, se fracturó una pierna.

El primero ocurrió el mismo día del aniversario de nuestro diario, 4 de agosto de 1933, cuando su avión sufrió un percance al aterrizar y quedó clavado de punta al final de la pista de la ciudad de Las Termas de Río Hondo. Al año siguiente, el 20 julio, la nave que lo transportaba perdió sustentación y se desplomó desde unos 50 metros de altura. La nave quedó destruida, pero el funcionario volvió salir ileso. Sin embargo, los otros pasajeros sufrieron heridas.

En agosto de 1933

En el primer accidente sufrido por Melo en Las Termas apenas se hizo una lastimadura en el labio inferior y una escoriación en la rodilla izquierda. Junto a Melo viajaba el ministro de Hacienda de Santiago del Estero Frizio Rojas mientras que el piloto era el inspector general de aeródromos José Gatti. La nave en la que viajaban era un Travel Air de 1929 que había salido de la fábrica creada por Clyde Cessna, Walter Beech y Llloy Steaman en Wichita en el estado norteamericano de Kansas. Las fotos que acompañan la nota muestran la nave parada con las personas aún en su interior. Como una jugada extraña del destino, a poco de producido el accidente, aterrizaba allí mismo el Ryan del Aero Club Tucumano pilotado por el piloto Ernesto Nougués, que debido a su experiencia y conocimiento encabezó las tareas de rescate de los tres hombres que estaban en la nave siniestrada. Nougués fue el piloto cuando se produjo el accidente al año siguiente en Salta.

EL RYAN. El avión del Aero Club Tucumano aparece en dos momentos de esta historia. A la izquierda, un rato antes de partir hacia Salta, mientras era aprestado para el despegue. Arriba, destruido, en la primera foto conseguida por nuestro diario en la zona del impacto, sobre el río Piedras. EL RYAN. El avión del Aero Club Tucumano aparece en dos momentos de esta historia. A la izquierda, un rato antes de partir hacia Salta, mientras era aprestado para el despegue. Arriba, destruido, en la primera foto conseguida por nuestro diario en la zona del impacto, sobre el río Piedras.

Melo y Rojas se mantuvieron en el lugar observando, junto a Gatti, las tareas de recuperación de la aeronave. Más tarde fueron llevados al hotel donde se alojaban y hasta allí llegó el médico que les hizo los controles correspondientes. Tras ello Melo, en una reunión con amigos, expresó: “cuando salimos, creí que había nacido de nuevo”.

Asimismo el ministro quiso saber cómo ocurrió el accidente y por ello entrevistó al piloto quien le relató: “no hubo capotaje como se informó. El aterrizaje fue normal, pero cuando quise virar con un poco de velocidad en dirección al automóvil que nos esperaba, una rueda se hundió en una vizcachera que estaba un tanto oculta en la sinuosidad del terreno, produciéndose lo se llama un ‘pilón’ (un anclaje del avión)”.

PLANO. En el mapa puede verse el lugar donde cayó el avión tucumano, en las cercanías de la localidad salteña de Metán. PLANO. En el mapa puede verse el lugar donde cayó el avión tucumano, en las cercanías de la localidad salteña de Metán.

El accidente estuvo signado por la suerte porque hasta el mismo biplano apenas sufrió ligeros desperfectos que quedaron subsanados entre dos y tres días después. En la misma nave regresó el funcionario a Buenos Aires, que había ido a la villa santiagueña por un corto período de descanso.

El ministro recibió más de 300 telegramas de salutaciones tras el accidente, entre ellos los del gobernador tucumano Juan Luis Nougués y el de su amigo Alfredo Guzmán.

Algo de política

La estadía de Melo en Las Termas fue aprovechada por nuestros cronistas para hablar con él. Sobre la situación política del país señaló: “eso es de lo que menos tengo que hablar, porque cuando los hombres están en el gobierno traducen su pensamiento con actos que la opinión critica o aplaude”. Cabe recordar que el funcionario secundó al presidente Justo entre 1932 y 1936, era radical antipersonalista y se sumó a la Concordancia. Utilizó la sección especial de la Policía Federal, que había sido creada por el dictador José Feliz Uriburu, que utilizó los apremios ilegales y las torturas contra los opositores, entre ellos sus ex correligionarios. Fue interpelado por los diputados y dijo que las acusaciones eran inventos de la oposición. Quizás él tuviera que ver con el traslado de los radicales Honorio Pueyrredón, José Tamborini, Carlos Noel, Manuel Ruiz Moreno y Miguel Tanco junto al tucumano Alberto Aybar Augier a la sureña ciudad de San Julián en los primeros meses de 1933.

Julio de 1934

Corría julio de 1934. El ministro Melo, y el presidente del Banco Hipotecario Nacional, Enrique S. Pérez, se hallaban en Río Hondo y decidieron hacer una gira por el norte. Desde nuestra ciudad, partieron a Salta en un avión “Ryan” del Aero Club Tucumano, que piloteaba Nougués. Iba con ellos el diputado Marcos Rojas y el secretario de Melo, Fernando Frassinetti. Se proponían abordar luego otro aparato que los llevaría a Rosario de la Frontera.

La buena suerte de funcionarios nacionales en un accidente aéreo

El viernes 20, en Salta, los recibió el gobernador Avelino Aráoz y almorzaron en la guarnición militar. Como el avión se demoraba, optaron por regresar en el “Ryan” a Rosario de la Frontera. El piloto Nougués resolvió cortar por el Valle de Lerma y enfilar por El Crestón. “De pronto -narró- sentí que el motor se engranaba y que un vaho caliente invadía la cabina. Creí por algún momento que estas fallas no tendrían consecuencias, e intenté restablecer la marcha regular del avión, pero fue imposible”. Se hallaban en gravísimo peligro. Eran las 13.25. “Nos aferramos a nuestros asientos y aplasté el avión desde unos 50 metros de altura”, siguió su relato el aviador. Su actuación y sangre fría fueron destacadas por Melo. Pérez sufrió la fractura de una pierna y Rojas, varias heridas, pero ninguna de consideración. Nougués entablilló la pierna de Pérez con madera del destrozado avión y con tiras de su camisa. Rato después, los encontró un chico, que partió a caballo en búsqueda de los auxilios que llegaron poco después. “Fue una desgracia con suerte”, comentó Melo en Tucumán, horas más tarde.

El avión volaba a 3.000 metros de altura cuando el motor se “clavó”. El piloto comenzó a maniobrar con destreza, pese a la angustiosa situación, para hacerlo aterrizar. Dirigiéndose a los pasajeros, les dijo: “encomiéndense a Dios, que buscaré un lugar para aterrizar”.

El avión capotó con violencia y el motor se desprendió de la nave para quedar detenido a más de 30 metros. En otro tramo de la entrevista con el piloto este expresó: “sentimos que nuestra última hora había llegado, y nos hicimos recomendaciones mutuas. Yo pedí por mi esposa y por mis hijos. Nos comprometimos a socorrernos, según quedáramos cada uno después de aplastarnos contra el suelo”.

El accidente fue anunciado por nuestro diario con el lanzamiento de seis bombas de estruendo que llamaron rápidamente la atención de los tucumanos, que se fueron acercando a nuestras pizarras para saber qué estaba ocurriendo.

Nougués era un deportista nato; practicaba boxeo, polo, básquet y hasta pilotaba autos de carrera. Según cuenta Carlos Páez de la Torre (h), su madre, Elvira Padilla de Nougués, decía: “Cuando me pide permiso para volar, no quiero negárselo, porque me da miedo de que tenga un accidente y muera con el pecado de desobedecer a su madre”. Fue parte de la segunda camada de pilotos salidos de los cursos que dictaba Salvador Gaudioso Molina en el Aero Club Tucumano. Sus accidentes eran memorables y legendarios pero siempre tuvo suerte. Su vida terminó a los 35 años tras una rápida y fulminante enfermedad.

La caída de Justo

Al parecer los miembros de aquel gobierno encabezado por Justo tuvieron una relación con la aviación un poco problemática. Melo sufrió dos accidentes sin mayores problemas para su persona, el presidente (cuando era ministro) vivió un inconveniente aéreo del que salió ileso de milagro. Justo tuvo un importante protagonismo durante el gobierno del radical Marcelo T. de Alvear. Cuando se desempeñaba como ministro de guerra encabezó un raid aéreo por las provincias con cinco aviones Breguet.

Corría 1927 cuando la nave que conducida al ministro partió de Córdoba. Él llevada su paracaídas, pero se olvidó de ajustar los correajes que lo unían al aeroplano. Al llegar a los llanos riojanos y a una altura de 1.000 metros, un pozo de aire hizo descender bruscamente el avión y despidió al corpulento general e ingeniero civil arrojándolo al vacío. Con temple y tras algunos minutos de caída vertiginosa, desenfrenada e incorrecta, Justo logró corregir el descenso para terminar indemne en el suelo. Que estaba vivo lo supieron pronto. Los primeros pilotos rescatistas lo divisaron de pie, ocupado en extender el paracaídas para que sirviera de punto de referencia. Al mismo tiempo, les indicaba, “con ademanes de mando, que siguieran viaje a La Rioja, pues intentar un descenso sobre aquellos campos quebrados y hoscos hubiera resultado francamente suicida”, cuenta Adolfo Lanús.

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