Mejor día, imposible

La primera vez. Una pareja, Mariana y Juan, son de los que entendieron que apurar a un ruso en sus quehaceres puede demorar aún más su pedido. Mencionado el asunto, los chicos silban bajito mientras el rusito termina con las cinco cervezas que pidió quien llegó antes que ellos. El problema de la espera es que el rusito es una babosa con sal en el lomo. Mariana y Juan se la toman con soda. Es su primer partido juntos viendo a la Selección, así que todo lo que viven en la previa es oro recién descubierto. Ni el rusito, ni los que lo apuran desde atrás pueden moverle la panorámica perfecta que ellos ven.

En uno de los accesos cercanos al plato volador del estadio, sobre la vera del río Neva, la pareja imagina las miles de fotos que se sacará cuando el sol apague un poco su luz. El Neva impone por su belleza y por lo que lo rodea y lo cruza, cruceros varios y un puente enorme que bordea al mismo estadio y que conduce a una especie de ciudad futurista, cuya bandera principal es un rascacielos en forma de aguja. La pareja podría estar en su luna de miel allí, se anima a soñar.

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Lo bueno para ellos es que su película puede seguir rodando. El rusito ya sacó el destapador, abrió las latas y las sirvió en cada uno de los vasos alusivos con la Copa del Mundo pintada y la fecha del partido. Divinos. A caminar. La pareja está en la zona 3. Cuenta que tuvo suerte con la compra de entradas y que espera que el día sea perfecto. Esperan por un el triunfo de la Selección. Así fue.

Padre e hijo se hacen dueños de una de las tantas mesas que Budweiser ha puesto a disposición de sus sedientos clientes. También Coca Cola, que imita la decoración de sus vacos con los de su colega cerveza. Padre hijo han construido la Torre Eiffel. Tomaron un poquito, pero bueno. Ellos están contentos de estar acá, sin importar el resultado. Ya están hechos, aseguran. A diferencia de Mariana y Juan, su estadía en Rusia ya fue pagaba hace tiempo. Y quedó vuelto. Qué tal.

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Gonzalo es un calco de unos de los actores de la saga de Qué Pasó Ayer. Es petiso, tiene barba tupida y una barriga bien alimentada. Su parecido con Alan Garner (así se llamaba Zach Galifianakis en la peli) hace que más de un extraño lo confunda y salude amablemente. Gonzalo, fanático de River, tiene más ansiedad que el día que nació su primer sobrina, la hija de Diego. Reconoce, además que la última vez que estuvo tan inquieto fue antes de la última final de la Copa Libertadores 2015 que su River ganó. De hecho, después del partido y con varios vasos en sus manos que expone como trofeos a regalar entre sus amigos, Gonzalo confiesa que jamás había gritado un gol como el de Marcos Rojo anoche. Que ese gol fue el más importante de su vida, porque debe debía tomar una decisión: o volverse a Ámsterdam, donde lo espera una amiga -en realidad es más que amiga- o bien hacer números y sumarse a la banda que viajará a Kazán.

Por las dudas, y anticipando lo que podría ser un foco de tormenta, Gonzalo llama a su chica, la saluda, se hace el divertido; le menciona lo importante que sería para él estar en Kazán. Gonzalo calla, cambia el semblante. Está serio, mientras escucha del otro lado. Lo bueno es que a los segundos, sonríe. Le dieron permiso para viajar. Otro día perfecto.

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