La película de Rusia
DESAFECTADO. Romero se perderá su tercer mundial por una lesión de rodilla. DESAFECTADO. Romero se perderá su tercer mundial por una lesión de rodilla.

Kiev, escenario de una final de Champions definida por errores de arquero de primer grado, fue ayer la última gran capital del fútbol mundial previa a la Copa de Rusia. Imposible no citar a su equipo más célebre, Dinamo Kiev y al llamado “Partido de la Muerte”. Dinamo se llamaba FC Start, rechazó la orden de perder y le ganó 5-3 al Flakelf, el equipo protegido por los nazis, cuando Hitler ocupó Ucrania en 1942.

La leyenda habló siempre de que sus jugadores fueron fusilados al día siguiente, o murieron bajo tortura. Hasta que el libro “Defendiendo el honor de Kiev”, del periodista británico Andy Dougan, descubrió que esos jugadores murieron en realidad muchos años después y que el estalinismo, lejos de considerarlos “héroes”, los acusó de haber “confraternizado” con el enemigo por haber jugado con equipos del nazismo y los envió a campos de concentración, donde murieron casi todos.

Publicidad

Equipo glorioso en tiempos del comunismo, los hinchas de Dinamo ganaron celebridad en los últimos años por su duro nacionalismo y porque fueron fuerza de choque en las protestas de 2014 que provocaron la caída del presidente prorruso Viktor Yanukovich en los mismos días en los que Vladimir Putin hospedaba los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi.

Kiev, que nos acerca a Rusia, es el recuerdo futbolero más cercano para nosotros por Hugo Orlando Gatti, apodado “El León de Kiev” cuando el 20 de marzo de 1976 Argentina le ganó 1-0 a la URSS con golazo de contragolpe de Mario Kempes bajo una nevada intensa. Debutaban en la selección Jorge Olguín y Daniel Passarella; volvía Jorge Carrascosa y Ricardo Bochini armaba el ataque con Leopoldo Luque y Kempes. Pero, nieve mediante, hubo poco juego “menottista” y mucho Gatti.

Publicidad

El “Loco”, figura absoluta, fue elegido por César Menotti después de ese partido como titular para el Mundial 78. El mejor arquero en aquel 1976, por lejos, había sido Ubaldo Fillol, pero el “Pato” se negó a alternar el puesto con Gatti, como quería Menotti, y el DT se quedó entonces con el “Loco”.

Fue Boca sobre River. Sin embargo, Gatti se lesionó la rodilla ganando con Boca la Copa Libertadores de 1977 y Menotti volvió entonces a Fillol, que terminó siendo figura inolvidable finalmente en el Mundial 78.

Cuatro décadas después, y otra vez en la previa a un Mundial, justamente los arqueros de la selección han vuelto a colocarse en el centro de la polémica. Apenas unos días atrás, igual que le sucedió en Brasil 2014, Sergio Romero era debate por su permanencia porque arribaba al Mundial sin ser titular en su club, con demasiada inactividad, pero sin fallar cada vez que atajaba para la selección. ¿Quién se hubiera imaginado, en medio de todo ese debate, que una lesión terminaría dejándolo sin Mundial a 20 días del debut? La polémica creció por la furia tuitera de su esposa, Eliana Guercio, tan resonante como la caricatura de Jorge Sampaoli con camiseta de Chile y logos de canales de TV realizada por Jorge Guzmán después de que su hijo Nahuel quedara inicialmente afuera del plantel. Fue, supuestamente, una alusión a la presión de los medios para que Sampaoli citara a Franco Armani. El arquero de River, paradójicamente, podría ser titular en Rusia sin haber jugado antes un solo partido oficial en la selección.

Un portal de noticias internacional tituló el sainete “La telenovela de los arqueros de la selección argentina”. No sabemos si es una telenovela. Pero seguro que da para un cuento. El fútbol, sabemos, es rico en cuentos. Allí están el “Negro” Fontanarrosa y el “Gordo” Soriano. Y, luego, Eduardo Sacheri. Le pregunté en plena Feria del Libro al escritor mexicano Juan Villoro (recomiendo leer “Dios es redondo”) por qué había cuentos tan hermosos pero no una gran novela sobre el fútbol. “Porque el futbol en sí mismo -me respondió Villoro- es una novela. Ya llega contado como novela y un escritor tendría que reinventar algo. Los grandes cronistas radiales, con sus palabras, convertían un partido en La guerra de Troya.

En la crónica está la gran fuerza de fútbol. Tal vez me equivoco y aparezca esa gran novela, pero me parece innecesaria porque el fútbol ya está inventado como novela”. Lo cito a Villoro porque quiero cerrar este artículo homenajeando al gran escritor estadounidense Philip Roth, fallecido esta semana a los 85 años de edad.

Pocos lo saben, pero uno de sus libros más célebres, pomposamente llamado “La gran novela americana”, escrito en 1973, es un relato delirante y futurista sobre el béisbol, “el pasatiempo nacional” en Estados Unidos, porque le gana en tradición al fútbol americano, un deporte que por su violencia suele ser tema en muchas películas de Hollywood.

La “Liga Patriótica” de Roth sufre los embates de la codicia, el espectáculo y la política. Moscú no planea enviar tanques a Washington. Pero sí compra sus equipos. Y, horror, contrata a jugadores negros. “Querían destruir al béisbol, nuestro pasatiempo y nuestra identidad nacional, para luego destruir a Estados Unidos”, escribe Roth. Un siglo más tarde, es una pelota de fútbol la que se apodera de Moscú. No será cuento y tampoco novela. Será la película del Mundial.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios