El recital de Ismael Serrano, una apuesta por la palabra y por la poesía

El recital de Ismael Serrano, una apuesta por la palabra y por la poesía

El cantautor español evoca la sensibilidad que transmitía Mercedes Sosa, poco antes de subir al escenario que lleva su nombre

23 Mayo 2018

ACTÚA MAÑANA

• A las 22 en el teatro Mercedes Sosa (San Martín 479).

“Son 20 años con la guitarra al hombro, viajando por toda España y toda Latinoamérica. Tengo mucho por lo que dar gracias y me divierto revisando canciones, grabando versiones de otros artistas y con una puesta en escena muy teatral y ambiciosa”.

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Ismael Serrano enuncia con quiénes actuó como al pasar, en diálogo con LA GACETA, como si la lista no representase un seleccionado de grandes trovadores del mundo: menciona a Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute y Mercedes Sosa, pocas horas antes de subir al escenario del teatro que lleva el nombre de la cantora, a la que rinde especial tributo: “es una referencia ineludible, que transmitía una sensibilidad inherente a la tierra donde nació; cada vez que la escucho, me transporta a Tucumán”.

“He tenido la oportunidad de compartir escenarios con gente a la que admiro”, reconoce el cantautor español que a sus 44 años es dueño de clásicos imborrables apropiados por el acervo popular como “Sucede que a veces”, “Amores imposibles”, “Vértigo”, “Papá, cuéntame otra vez”, “Si callase el ruido”, desplegados en sus 14 discos y que esta noche paseará por la sala más grande de la provincia.

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- Las cifras redondas propician balances. ¿Te sentís cómodo haciéndolos?

- No me siento incómodo, más bien me siento obligado. Cumplir años es saludable y echar la vista atrás para hacer repaso de lo aprendido, de lo que uno ha encontrado, de lo que uno ha olvidado y de lo que queda pendiente es bueno. A veces, para saber el camino que te queda por recorrer, basta con revisar lo andado. Me siento más cómodo aún cuando se trata de celebrar 20 años de carrera, porque uno ha cumplido un sueño. La vigencia de la música es algo frágil y precario, por lo que es un privilegio tener esta trayectoria, de la que me siento afortunado.

- Hay una vieja relación con el público tucumano, ¿qué lo distingue de otros?

- Quizás la música habla de lo que nos une antes que de lo que nos separa. Lo llamativo es que canciones que hablan de mi pequeño universo, que en un principio se podría entender que se refieren a lo que vive cada uno, de repente al otro lado del océano hay gente que las vive como propias y está totalmente identificada con ellas. Eso es asombroso: llegar al norte de la Argentina y encontrar un público que siempre nos recibió con mucho calor, con mucha efervescencia y emoción en los conciertos.

- Comentaste de una puesta teatral en tu show, donde hablás con una rosa. ¿A quién representa esa flor?

- Está inspirada en la rosa de “El Principito”, quizás un poco más impertinente. Me señala mis contradicciones, me ayuda a reírme de mí mismo, me pone en dificultades, me revela mis manías y mi tendencia a la solemnidad y a ponerme más serio de lo que corresponde.

- Tu espectáculo tiene como título “Hoy es siempre”. ¿Esa afirmación no entraña el riesgo de sentir que lo único importante es el presente?

- Sí, y soy consciente de ese riesgo. Estuve tentado de modificar el título a “Todo cambia”, un tema que cantaba Mercedes y que representa bastante bien el espíritu general del nuevo disco. Todo cambia, salvo tus afectos, tu conciencia social, la memoria que te ayuda a recordar de dónde vienes y por qué haces lo que haces, como dice la canción. Tampoco cambian la ilusión de subirme al escenario; hacer mi música; los nervios antes de actuar; entender la música como una terapia que me ayuda a convivir con mis miedos y mis principios ideológicos y éticos. A eso me refería con el “Hoy es siempre”, sin desatender al pasado ni al futuro como lo demuestro en mis canciones, que tratan de abrir ventanas a la esperanza.

- ¿Te sentís un puente generacional entre las propuestas cantadas de los 60 y 70 de cambiar el mundo y las surgidas en la última década, que se centran en describirlo?

- No lo sé. Me siento ante todo deudor de la tradición de los 60 y 70, y la reconozco con mis tributos en el escenario. Son mis influencias, porque uno es fruto de lo que ha escuchado, que me impulsó a agarrar una guitarra y ponerme a componer. Creo en el género que apuesta por la palabra y la poesía, que se compromete con la realidad, que hace la crónica social y sentimental del mundo en el que vivimos, que apela a los anhelos colectivos y que habla del nosotros, y ojalá que sea su continuador. Me preocupa que se atienda más a la enésima canción de amor de él hacia ella o viceversa, que a menudo parece ser siempre la misma. Sí me siento identificado con las nuevas voces que van surgiendo.

- ¿Por qué España es tierra fecunda de trovadores y quién sería tu heredero en este momento conflictivo en tu país?

- No pienso en un heredero, porque quiero pensar que aún me queda mucho por decir y por vivir. Es verdad que España tiene una tradición muy clara de cantautores, que viene de muy diferentes fuentes, incluso del idioma francés, como Jacques Brel. No sé por qué, así son las circunstancias. Actualmente estoy escuchando a los continuadores de ese estilo, que son muchos, y en especial a María Rozalén, dueña de una voz impresionante y que hace una música propia y original con una hondura difícil de encontrar. De la actualidad española me angustia el divorcio que existe entre el relato triunfalista de los gobernantes que dicen que la crisis terminó y la realidad cotidiana del ciudadano que no mejora sus expectativas de vida, con una juventud que atraviesa una precarización absoluta, con salarios y condiciones laborales cada vez peores. La mirada de los políticos debe ir más allá de su rédito electoral.

- ¿Qué consejos les darías a los nuevos músicos?

- Que confíen en lo que hacen, que tomen la guitarra y recorran los bares y los cafés como lo hice al empezar, de un lado al otro. Que tengan fe en sí mismos y que no caigan en los cantos de sirena que parecen conocer los secretos del éxito, porque no existen. Y que no se rindan.

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