En un taller descubrieron las huertas en espiral

En un taller descubrieron las huertas en espiral

La organización DarXDar Tucumán organizó un taller sobre diseño de huertas en altura, que optimizan el uso del terreno

MANOS A LA TIERRA. Oscar Díaz cambió la electrónica por la tierra; se especializa en construcción en adobe y ayer aprendió a hacer huertas en espiral. MANOS A LA TIERRA. Oscar Díaz cambió la electrónica por la tierra; se especializa en construcción en adobe y ayer aprendió a hacer huertas en espiral.
14 Mayo 2018

Parece increíble que todo eso que sale de la poda del jardín, restos que muchas veces consideramos basura, se pueda convertir en tierra fértil y, en última instancia, en alimentos que sanan. Demostrarlo fue el objetivo de un taller de huertas en espiral que se hizo por primera vez ayer. Una vieja casa de Yerba Buena, con un frondoso patio trasero, se convirtió en aula para aprender esta técnica de armado de huertas que aprovechan mejor el espacio, entre otras cualidades.

El taller, organizado por la organización Dar X Dar, iba a estar enfocado en plantas medicinales. Y de algún modo así fue. “Vamos a sembrar amapola, quínoa, cardo mariano, girasol, lino, chía y sésamo. Si bien no son hierbas medicinales propiamente dichas, nosotros sostenemos que el alimento que consumimos tiene que ser el que nos cure o, más bien, que evite que nos enfermemos. Con estos alimentos tenemos hierro, zinc y un montón de nutrientes que necesitamos para estar sanos”, explicó Sebastián Ogayar, facilitador de Dar X Dar.

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Al taller asistieron hombres y mujeres de los más variados ámbitos. Uno de los más activos fue Oscar Díaz, que dejó su profesión de técnico de televisores para dedicarse a la permacultura.

“Esto de arreglar televisores no va más. Sobre todo con los nuevos, porque no hay repuestos. Hace un tiempo, y por necesidad, comencé a aprender a construir en adobe, para terminar mi casa. Me hice una habitación, para la que reciclé desde televisores viejos, hasta botellas y cajas de tetrabrick”, contó Díaz, mientras colocaba ramas, hojas y tierra en la nueva huerta en espiral. Díaz, que tiene una huerta tradicional en su casa de Villa Mariano Moreno, lamenta que sus vecinos no se contagien de sus técnicas de construcción y de producción de alimentos sustentables. “La gente sigue viendo el adobe como sinónimo de pobreza, lo cual es una locura. Prefieren una casilla viniéndose abajo antes que una casita de adobe... no se entiende, pero con este tipo de talleres las cosas van a empezar a cambiar”, confía el hombre.

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¿En qué consiste?

Una huerta en espiral, explicó Ogayar, tiene la ventaja de generar varios microclimas en una pequeña superficie de terreno. En lugar de excavar, se realiza una especie de torre en espiral, cuya base son los desechos orgánicos del jardín. “La parte más alta será más seca y, la baja, más húmeda, por el escurrimiento del agua. Habrá una parte con sol directo y otra con sombra, según la orientación que le demos. De esta manera, se puede plantar todo tipo de plantas en una misma superficie”, detalló.

Con una libreta y tomando nota de cada cosa que pasa en el taller estaba Noemí Conde, de 72 años. Una “superabuela”, inquieta, con decenas de ocupaciones: toca tres instrumentos, hace cerámica, tallado de piedras y ahora está experimentando con jabones medicinales. De allí su interés por las huertas en espiral. “Yo hago unos macerados de romero en aceite de oliva, que funcionan perfectamente para los dolores. Se lava bien las ramitas, se deja secar naturalmente, luego se extraen las hojas y se las deja macerar en el aceite durante un mes. Sirve para ponerse en el cuerpo y también para las ensaladas. Ahora, con todo eso, estoy haciendo pruebas para hacer jabones”, contó Noemí.

Los asistentes comenzaron compartiendo sus experiencias de alimentación natural y hablaron sobre las contras de la industria alimentaria. También presentaron algunas alternativas, como la moringa, una planta que funciona como cura contra la malaria, alivia dolores estomacales, además de tener un alto valor nutritivo: es fuente de proteínas, vitaminas y sales minerales. La anfitriona, Eugenia, fue una de las más entusiasmadas. La huerta le quedó hecha y ahora le resta cuidarla y verla crecer, algo que también harán los asistentes al taller cuando quieran pasar a visitarla.

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