Inseguridad, violencia, exclusión social y educación

Inseguridad, violencia, exclusión social y educación

Una cosa trae la otra, reza la expresión popular. De ese modo, se puede armar una cadena, cuyos eslabones están relacionados entre sí. Como un árbol, cuyas ramas nacen del tronco que les da vida. Los problemas sociales, por ejemplo, se producen de una manera similar. No nacen de la nada o por generación espontánea, sino por una o varias causas que a su vez provocan un determinado o múltiples efectos. La inseguridad es un asunto que no solo preocupa, sino que agobia a la mayor parte de la sociedad.

Décadas atrás, nadie salía a la calle pensando que podía ser asaltado, salvo que circulara a deshoras por las zonas rojas de la ciudad, que siempre hubo. Sin embargo, en los últimos lustros, el temor a ser víctima de los delincuentes se ha vuelto cotidiano en la ciudadanía. Últimamente los motoarrebatadores han comenzado a compartir su protagonismo con los rompevidrios, que se apostan en algunas esquinas de las avenidas para delinquir.

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La Legislatura ha sancionado por unanimidad una normativa por la cual aquellos detenidos por delitos de robo y hurto, así como también robos en la vía pública mediante el empleo de motocicletas, o cualquier tipo de transporte en general, que signifiquen un grave peligro para la víctima o, cuando ataquen a personas que estén en una situación de mayor vulnerabilidad (mujeres, embarazadas, menores, ancianos y discapacitados), permanecerán con prisión preventiva por un plazo máximo de dos años.

En su reciente visita a la Corte Suprema de Justicia, el arzobispo Carlos Sánchez afirmó que se debe trabajar por la pacificación de la sociedad y que es indispensable achicar brechas sociales. Convocó a todos los tucumanos a sumarse a ese compromiso. “Cada uno desde su lugar, cada uno desde su responsabilidad puede contribuir, pero todos juntos... la justicia por nuestros propios medios no es la forma de resolver los problemas. Hay tanta agresión que debemos trabajar en bajarla y en recrear los vínculos”, señaló. El religioso dijo que los representantes del pueblo deben impulsar políticas públicas necesarias para disminuir los flagelos en la sociedad. “Cada uno desde su lugar debe aportar: los medios de comunicación, la Justicia, los políticos, las Iglesias y las instituciones intermedias”, sostuvo el prelado.

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Desde hace bastante tiempo el libreto para combatir la inseguridad pasa por poner más policías en la calle, dotar a la fuerza con nuevos equipamientos, y ahora por pedido del Ministerio Fiscal, endurecer las leyes contra los motorrebatadores. Son herramientas destinadas a combatir los síntomas de la enfermedad y no sus causas.

Si en muchas comisarías, cuyo estado edilicio es penoso, los presos están hacinados, y en la cárcel tampoco hay lugar para nuevos reclusos, por lo menos, hasta que se construya en el futuro un nuevo penal, la vigencia de la nueva ley solo empeorará más el problema.

La inseguridad es producto de la desigualdad social, de la desocupación, pero principalmente de la falta de educación. Ello provoca la exclusión social y favorece el consumo de sustancias ilegales, así como la delincuencia. Mientras no haya una política de Estado que integre la educación, la salud, el trabajo, la asistencia social, la seguridad, el deporte y la cultura, y se trabaje en forma coordinada, difícilmente se podrá contrarrestar con eficacia esta escalada de la delincuencia, así como la marginación. Si se siguen combatiendo los síntomas y no se atacan las raíces de la enfermedad, el miedo se enquistará en la sociedad.

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