Geli González exhibe su mundo y comparte su arte

Geli González exhibe su mundo y comparte su arte

La muestra abre la temporada en el MUNT, a partir de las 20.30, e inaugura el Mes de la Mujer. Objetos, pinturas e instalaciones.

LA GRAN RUPTURA. Un caño de metal ha penetrado con violencia el techo de la sala.  LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.- LA GRAN RUPTURA. Un caño de metal ha penetrado con violencia el techo de la sala. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.-

Precario: poca estabilidad o duración/ que no posee los medios y recursos suficientes. (Diccionario de la Real Academia Española).

“Mi mundo es todo el mundo”, exposición de la artista Geli González que se inaugura en el MUNT esta noche -a las 20.30-, abre la temporada dedicada al Mes de la Mujer. El Mes de la Memoria se pondrá en marcha mañana en el Centro Cultural Virla con “Cartas de la dictadura” y un trabajo del Colectivo La Palta.

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“‘Mi mundo es todo el mundo’ es la primera muestra individual que, a su vez, habla de muchas mujeres: de su mundo cotidiano y de un espacio íntimo pero representativo para muchas”, se indica en el texto institucional firmado por Claudia Epstein y Elina Valladares.

Son cuatro salas, tres de ellas con escasa luz, que proponen distintos recorridos. En la primera se aprecia una serie de objetos (“no son esculturas”, le explica con insistencia la artista a LA GACETA), aquí sí con mucha iluminación; dibujos y líneas convertidos en materia: cemento y metal.

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Porque de eso se trata toda la muestra, deberá advertirse: objetos que primero tuvieron la entidad de dibujos; dibujos que antes fueron líneas; líneas que antes estuvieron planteadas en un muro, de muy pequeño formato que ahora alcanzan otra dimensión. ¿A escala humana? ¿Un crecimiento de la infancia-inmadurez a la adultez? No son pocos los disparadores de sentido de estos trabajos, que pueden asociarse a “su” mundo o a otros en una extensa cadena.

Por donde se vea todo es precario allí: piezas (término que utiliza González) que son líneas (insisto) que parecieran obstaculizar el camino hacia la casa. Una casa-carpa que la artista dibujó en diversas paredes de la ciudad, una casa familiar, la “casita” que pasó de pocos centímetros en una pared a una gran carpa en la sala central.

Una casa familiar, común, de recuerdos infantiles, pero que también parece un campamento con un dispositivo de atención de urgencia. Una mesa de cirugía de urgencias, con mesas sobre las que hay objetos de cerámica y esmalte. Pero rotos, quebrados, como si fueran restos o despojos que hubiera que curar, unir, sanar.

Pero acaso, ¿una casita familiar típica, de esas que todos dibujamos en la infancia, puede llegar a ser un centro de atención de urgencia, de emergencia? “Puede verse como una tienda de campaña, como un hospital provisorio”, reflexiona González.

“Mi mundo es todo el mundo” puede funcionar a la inversa, comenta Valladares mientras numerosas feministas ingresan al MUNT para asistir al ciclo de cine y los mosquitos invaden la sala de San Martín 1.545.

González recorre y explica, o intenta hacerlo: cuando habla de la disposición de las obras recuerda que hizo hace unos años una performance donde debía “caminar hacia atrás”; y así parece estar organizada esta exposición, donde todo habla del tiempo y el tiempo habla de todo. A media luz, tenuemente.

Aunque en la tercera sala todo cambia: un caño de metal atraviesa y rompe el techo con gran violencia, alejado del tono bajo general: es una ruptura que deja restos en el piso, de lo que fue.

¿Puede leerse como un relato esta muestra, como un archivo que se activa, o una memoria que despierta?

Geli González integró grupos como Surco, Fundación El Taller, Tenor Grasso, El Ingenio y participó en acciones de La Baulera y Viva Laura Pérez; estuvo en el taller de Trama y en distintas muestras internacionales. Además de docente es una reconocida cultura de la performance.

La casa, carpa, tienda, dibujo, objeto tiene su propio ingreso por el patio, donde casi al final se montó un pasillo a tal efecto. Desde afuera se ven sombras, con pequeños movimientos; a media luz, como se ha dicho.

Ell proyecto tiene más de un año, su preparación demandó varios meses y el montaje más de una semana. Tiene la curaduría de Alejandra Mizrahi y Aldo Ternavasio.

En la última sala, paradójicamente, está la primera producción artística de González. Un conjunto de pinturas del final de los 80, informalistas, con imágenes borrosas y chorreaduras, a fuerza de espátula. El movimiento del brazo llevó al gesto, un gesto que es enérgico y que con los años se transformará en numerosas performances que realizó la artista. Casi a oscuras.

De conjunto todo es precario e inestable: el caño que rompe el techo dejó casi sin protección esa sala. Una instalación de lo precario; enorme metáfora.

Son rastros del tiempo, de otros tiempos donde no hay presente; huellas, restos. Nada quedó en equilibrio, si bien se ve. Todo es efímero. Como la vida misma; el mundo, los mundos.

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