Cartas de lectores
25 Enero 2018

El tránsito en el cerro

Desde hace décadas subo al cerro San Javier en bicicleta, utilizando caminos por donde ahora se registran numerosos accidentes y delitos, generalmente con motocicletas. Puedo afirmar que desaparecieron la educación y los controles. Los conductores se olvidaron del respeto, la prudencia y hasta el sentido común. Suben y bajan completamente ebrios o drogados y solo se detienen contra un muro, un árbol o lamentablemente contra las personas. Motos sobrecargadas circulan a gran velocidad, sin silenciador, ni espejos, ni luces, ni patente, y obviamente sin casco ni ley que les importe. Y si paran, llenan los merenderos de basura y envases vacíos luego de beber sin límites. El sábado 20, un conductor completamente ebrio perdió el control de su camioneta, en la Rinconada, mientras pasaba a milímetros de un grupo de ciclistas (que solo Dios sabe porque se salvaron), para terminar volcado en el arroyo manantial. Fue el mismo día que un motociclista sin la menor noción del peligro, provocó la muerte de su acompañante, de quien no sabía ni su nombre, ni mucho menos lo sucedido. Otro conductor ebrio, el domingo anterior a las 9 de la mañana, se incrustó en un árbol a metros de la comisaría de El Corte, justo cuando pasaba en mi bicicleta; me salvé por 20 segundos. Leyendo el artículo sobre el accidente de El Rulo, discrepo completamente sobre poner más señales (que los salvajes de siempre se encargan sistemáticamente de destruir) o ensanchar dicha vía. Cuanto más ancho y despejado esté el camino, más velocidad, imprudencia y accidentes van a ocurrir. En este bendito país nunca aprendemos de la historia ni respetamos las reglas. En los países vecinos, no existe la cantidad de motos ni de accidentes que suceden acá, por muy simples razones: para sacar carnet de motociclista se necesita tener ciclo secundario completo y rendir un riguroso examen que no cualquiera pasa, además de tener el vehículo con seguro y todo su equipo en regla. Obviamente se completa con rigurosos controles de ruta y pesadas multas que no dejan nada al azar, ni imprudentes libres. En Tucumán, solo consiguen una moto y listo. Circulan haciendo piruetas sobre sus ruidosos rodados a velocidades asombrosas, acostados sobre la moto o en una sola rueda sin visión para adelante, transportan cualquier cosa o varios pasajeros encima, sin importar las capacidades de carga, frenado o maniobra. Si seguimos así, el costo en atención de accidentes seguirá creciendo de manera astronómica, y llenaremos muy rápido los cementerios. Sería más sensato educar desde pequeños, enseñando todo lo relacionado al tránsito, sus peligros y el respeto a las normas en las escuelas, como era antes.

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Pablo Cotella

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Dos túneles riesgosos

He leído las cartas de los lectores Avignone (20/01) y Más (21/01), quienes explican las condiciones y situaciones presentes en los túneles de calles Córdoba y Mendoza al 1.100. Debo agregar que además de lo indicado en las misivas, estas instalaciones tienen amenazas, peligros y riesgos para quienes transitan por su interior. Estos riesgos son: 1) Desconocimiento de las concentraciones de monóxido de carbono (CO) presentes, debido a los gases de escape que emiten los vehículos que lo transitan. 2) En el diseño y cálculo de las estructuras, no se tuvo en cuenta la resistencia al fuego. Si a esto le agregamos que: a) se desconoce qué medidas se han previsto en caso de accidentes de tránsito (choque, colisión, vuelco, incendio); b) que no hay control de los tipos de carga que deben circular, ya que pueden ser tóxicas, venenosas, peligrosas, combustibles, etcétera, con los peligros que representan; c) no hay disponibles salidas de emergencia, ni vías de escape, ni un plan de evacuación; d) se instalaron extintores de polvo químico, sin tener en cuenta los riesgos a los que se expondrían las personas que los usen, si no fueron adiestradas previamente en la extinción de incendios. La bibliografía especializada nos dice que los riesgos relacionados con túneles viales, pertenecen al tipo de baja probabilidad pero de grandes consecuencias, por lo que es imprescindible su control. Mediante expedientes 189807/16 y 185005/17, se puso en conocimiento de las autoridades municipales los riesgos y las condiciones mencionadas (a la fecha sin respuesta). ¿Esperan que ocurra un desastre para recién actuar?

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Juan Francisco Segura

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Olores y destino de la vinaza

LA GACETA publicó (21/01/18) entre sus principales noticias, otra vez el tema de la vinaza por los malos olores que genera, además de ser un elemento altamente contaminante. Es el efluente de la fabricación del etanol proveniente de la fermentación de la melaza y mieles, principalmente. Esto no es un tema nuevo. Casi diría desde 1915, cuando el doctor Williams E. Cross introduce de Alemania las primeras sepas de levadura de alto rendimiento y así podemos considerar que la aparición del efluente en cantidades comienzan a tener importancia; hasta entonces la fabricación del alcohol era muy poca y rudimentaria. Los ingenios daban más importancia a la melaza como alimento para los mulares que movían todo el cultivo y la cosecha de la caña de azúcar. Preparaban la “Melalfa” (hasta la década del 40), o la mezcla de melaza con alfalfa. El etanol era algo secundario. Pero desde el Plan Alconafta a hoy, las cosas cambiaron y será mayor mirando el futuro. Los titulares del diario dicen: “Los desechos azucareros generan mal olor” y los funcionarios provinciales responsabilizan directamente al efecto de la vinaza y cenizas vertidas a los campos como fertilizantes o en decapitación. Cosa que es correcto. Esta hartamente demostrado que cada metro cúbico de vinaza usada en los campos cultivados o en las llamadas “lagunas de decantación”, generan un equivalente de 2,23 kg de CO2 por cada metro cúbico y son gases que escapan a la atmósfera dando origen al “efecto invernadero” -además de los fuertes olores-. Los principales componentes son el metano y oxido nitroso. En la producción de etanol, Tucumán genera unos 4 millones de metros cúbicos de vinaza por año, cifra muy elevada que mal usada contamina fuertemente ríos, arroyos y la atmósfera. A la solución definitiva también se la conoce desde hace varios años, pero nunca se encaró el tema como correspondía. Parece no haber interés. La solución es industrializar la vinaza. Hay dos caminos muy estudiados y con resultados económicos satisfactorios: uno, como materia prima para producir biogas destinado a las calderas, reemplazando al gas natural; así bajarían los costos energéticos. Y el otro, que parece más viable, es aprovecharla para producir fertilizantes potásicos. ¿Cómo es esto? La vinaza acumula en sus cenizas entre un 50% y 52% de potasio, elemento muy absorbido por la caña de azúcar; aprovechando esas cenizas se puede producir las casi 100.000 toneladas al año de fertilizantes potásicos que el país necesita, ya que aquí no producimos ni un kg y todo viene por importación. Lo importante de este planteo es que se crearía una nueva industria en Tucumán. Los cultivos que más lo demandan son arroz, tabaco, frutihortícolas, pasturas, entre los principales. Los suelos del área cañera están bien provistos de potasio y por eso el uso de la vinaza con el riego no tiene mucho efecto. Pero no se puede regar permanentemente. ¿Entonces qué se hace con la vinaza que sigue saliendo de las destilerías? El concepto de industrializarla es el más acertado, ya que en el caso citado no queda residuo alguno. Hace poco hubo propuestas de firmas francesas especializadas en tratar residuos industriales, con muy buen enfoque, y solo se logró un silencio como respuesta. Si el tema está estudiado y se conocen las soluciones, ¿por qué dar tantas vueltas? Lo mismo le pasó al doctor Cross cuando, entre 1920 y 1925, proponía esto y nunca le contestaron. Sólo un par de ingenios que encararon sus proyectos en el día de hoy, parecen comprender el tema. Con el resto no hay nada.

Franco Augusto Fogliata

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El Gastona y las inundaciones

Los miembros de Conciencia Ambiental Tucumán agradecemos a LA GACETA por la excelente nota de opinión sobre el deteriorado puente sobre el Río Gastona. En sus párrafos contempla tal cual es la pobre situación actual del mismo. En diciembre del año pasado estuvimos visitando el lugar, invitados por vecinos del barrio San Roque, muy preocupados por el tema de las inundaciones. Fuimos acompañados por un periodista que había reflejado fielmente en su nota la aflicción de los pobladores del sur tucumano por las inundaciones. La nota de opinión, habla de negligencia, apatía y todos los sinónimos que llevan a un solo punto: no se hizo nada que esté a la vista para impedir las posibles inundaciones. Para nosotros, los ambientalistas, nuestra visita al sur tucumano la habíamos titulado “crónica de una muerte anunciada”. Todos conocemos el final. Tan es así que ya instituciones intermedias de la zona trabajan con vista a una posible inundación. Este fenónemo natural golpea las mentes y atormenta con malos recuerdos. La tala en la zona “goza de buena salud”, según el informe verbal que nos acercó gente que anda en el pedemonte sureño, y cada vez se ven más y más zonas “peladas”. Lo que sucedió en la pasarela del puente, si es desidia o desinterés, negar eso es querer tapar el sol con un dedo. Los que deben solucionar los problemas ambientales de los tucumanos se la pasan en programas televisivos, criticándose mutuamente, que si mandaron o no dinero de la Nación. Tampoco se hacen los diques prometidos y la sistematización de los cauces. Mientras las peleas continúan, don Juan y doña Sara miran cada instante el cielo y se persignan cada vez que ven una nube negra. Sólo queda poner de manifiesto la valentía del muchacho que se tiró al río, sin dudar un segundo para salvar a una nena. Esos son actos nobles, no que los políticos vayan a cada rato a la televisión para decir “puse un ladrillo”, ya que es obligación de ellos hacerlo por el pueblo; porque el pueblo para eso los eligió.

Pedro Martínez

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