El más liberador de los conciertos de Navidad

El más liberador de los conciertos de Navidad

Nueve reclusos del penal de Villa Urquiza, dirigidos por Marcelo Ruiz y Diego Guzmán, hicieron su primera presentación. La Orquesta Divino Niño fue telonera. Emociones a flor de piel.

Un golpecito de su padre en la espalda fue el empujón que necesitaba para levantarse del banco. En la capilla de la cárcel estaba montado el escenario. A Jorge Luis “Poli” Pedraza, procesado y alojado en la unidad número cinco de Villa Urquiza, lo siguen ocho compañeros. Todos sostienen bien fuerte los violines. Hay mucho silencio, porque es el momento esperado de la sofocante mañana del viernes. Han ido a verlos y a escucharlos, y a más de uno, entre familiares, autoridades y los músicos de la Orquesta Divino Niño (quienes oficiaron de teloneros), se les pone la piel de gallina. Jorge, el más alto del grupo, ya no sonríe. Toma aire y toca por primera vez en público una canción: “Estrellita”. Una ovación acompaña la última nota ejecutada por los alumnos reclusos. El maestro venezolano Diego Guzmán dice en voz alta que se trata de un momento histórico en Latinoamérica: por primera vez en un sistema penitenciario se produjo un cruce entre dos orquestas. Y con público. Así se desarrolló el concierto de Navidad de Villa Urquiza.

Un beso apasionado, muchos abrazos, un feliz cumpleaños y la caricia de un padre triste, aplausos, intenso calor debajo de un tinglado, orgullo. Esos fueron los condimentos en el desenlace de un proyecto que había comenzado en septiembre. Sí, en apenas cuatro meses unos 15 alumnos del penal aprendieron a tocar un instrumento que no es nada fácil. Lo advierte una mujer, mamá de una de las violoncelistas invitadas. Susurra: “esto es importante”.

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Pero antes, Marcelo Ruiz, director de la orquesta Divino Niño, cuenta que Carlos Arnau, interventor del Departamento Producción de Villa Urquiza, le había preguntado si se animaba a enseñarles a los reclusos música o a tocar algún instrumento. Él aceptó la propuesta, sumó a Guzmán y en cuestión de semanas lograron lo impensado. Las clases seguirán, porque Arnau anticipa que durante 2018 la meta es sumar nuevos instrumentos, que el proyecto se expanda a otras unidades (la número cinco es para jóvenes de 18 a 21 años, aunque hay excepciones) y a otras cárceles, como la de mujeres ubicada en Banda del Río Salí y la de Concepción.

“Fue un desafío tomar la posta. También elegir el violín, que nos sirvió como una manera de desmitificar que se trata de un instrumento para una elite y distanciar la palabra violín del sentido que le dan en la jerga carcelaria. En la primera clase pensamos que lo mejor no sería presentarnos con Bach o Beethoven: les dijimos ‘chicos, con el violín también se toca música popular’. Y comenzamos con ‘Despacito’”, explica Ruiz.

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Los mismos guardias que al principio les dijeron a los directores que tendrían suerte si se anotaban dos o tres alumnos fueron los que el viernes miraban boquiabiertos, sorprendidos, la evolución de los ahora músicos del penal. “Tenemos 15 alumnos y creemos que el año que viene habrá más. Dos ya salieron en libertad y quieren tocar con nosotros. Esperamos que esto sea un acercamiento verdadero con la música, que vean en ella una posibilidad laboral o personal, que los aleje de ciertas situaciones, que los transforme en artistas, que transmitan algo”, agregó Ruiz, que ya va fundando tres orquestas en la provincia.

Titanic, el beso y la torta

José Roque, Yolanda y Ariel Leonardo (papá, madre y hermano de Jorge Luis Pedraza) se ubicaron en la primera hilera de bancos de la capilla para presenciar de cerca la histórica presentación. Jorge fue el único de la banda de música que tocó un solo y para eso eligió la canción de la película Titanic: “My heart will go on”, de Celine Dion. En compañía de Ruiz y de Guzmán, el recluso, al que le faltan cuatro meses para recuperar la libertad, logró su cometido, lo que desde un principio creía imposible: aprender a ejecutar un instrumento que sólo había visto en la TV. Y al final, como en un filme, saltó el escalón que lo separaba del público para besar con pasión a su mujer, Silvana, que también estaba en primera fila. Terminaron abrazados. Algunos lloraron y todos aplaudieron. Fue la representación en vivo de lo que Marcelo Ruiz repite en todos sus conciertos: “la música es lo único que entra por el oído y llega al corazón”.

“No sé cómo explicar lo que me produce... Me da paz, tranquilidad. Cuando esté afuera seguiré con esto como piña. Quiero enseñarles a mis hijos (Nicolás, Bautista y Benjamín) que se puede aprender lo que sea en cualquier situación. Hoy creo que por fin mis viejos sintieron orgullo”, confesó Jorge al finalizar la presentación

Durante los últimos minutos del Concierto de Navidad de Villa Urquiza, un recluso al que apodan “Quintana” entonó una conmovedora canción a capela. También se escucharon piezas como el “Bolero”, de Ravel (a cargo de la Divino Niño), “Luna Tucumana”, “La Cucaracha” y “Dulce Navidad”. Además se tocó el “cumpleaños feliz”. Es que Jonás, el hijo de Mauro Martínez, otro de los músicos del penal, cumplía años. El abrazo llegó con unas lágrimas del “Mocho”, que finalmente no pudo comer la torta cubierta de dulce de leche que había llevado su mujer. Es que ya todo había terminado y debían volver juntos, en fila, rumbo a las celdas, acompañados por los guardias.

> Ocupados e interesados

En la cárcel de Villa Urquiza están en marcha unos 17 talleres, enmarcados en un programa de laborterapia que permite que un centenar de internos se capaciten en diversos oficios a cambio de un incentivo económico. Carlos Arnau, interventor del Departamento Producción y encargado del proyecto, comentó que la formación de la orquesta de violines se enmarca dentro de las acciones que vienen desarrollando y que comprende capacitación en cocina, panadería, colchonería, mosaiquería, ladrillería, carpintería, herrería, granja e imprenta, entre otros. Las clases de violín tienen una duración de dos horas y media, los miércoles y viernes.

“Si bien no hay un rédito económico en la música, sí se cumple el objetivo central de la laborterapia: que sea algo que le haga bien al interno”, explicó Arnau. Por otra parte, confesó que en un principio quisieron hacer el Concierto de Navidad fuera de la cárcel, en algún teatro, pero que no tuvieron tiempo para resolver “las cuestiones burocráticas”.

A la presentación en la cárcel asistió el ministro de Seguridad de la Provincia, Claudio Maley. Opinó que esta clase de iniciativa es altamente importante, tanto para quienes trabajan en la cárcel como para los internos. “Con la música ellos están ocupados, entretenidos e interesados. Además, descomprime la situación emocional y afectiva que podría alterar la conducta -destacó-. Llevamos tranquilidad al resto y esperemos que se copie. Por eso apoyamos al proyecto y lo vamos a sostener”.

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