Un boxeador en Moscú

Un boxeador en Moscú

La fascinante historia de Jorge Sivak y una mirada personal de la Argentina post dictadura

LA PORTADA. Jorge Sivak, en la foto de tapa del libro de su hijo. Morían los 80 y él y la URSS tenían los días contados. revistaanfibia.com LA PORTADA. Jorge Sivak, en la foto de tapa del libro de su hijo. Morían los 80 y él y la URSS tenían los días contados. revistaanfibia.com
05 Noviembre 2017

CRÓNICA

EL SALTO DE PAPÁ

MARTÍN SIVAK

(Seix Barral - Buenos Aires) 

En la foto de portada del libro, un hombre de barba canosa con un gabán claro ensaya una postura de boxeo y mira, serio, a cámara. Tendrá cerca de cuarenta y seis años y está frente al Hotel Nacional de Moscú. Detrás de él una persona limpia los ventanales del edificio. Por la ropa de ambos, hace frío. Es 1988, tal vez 1989. En la cuna del comunismo ese hombre no sabe, no puede saberlo, que tanto él como la Unión Soviética, tienen los días contados.

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El hombre en cuestión era Jorge Sivak, quien se suicidó el 5 de diciembre de 1990 impulsado tanto por la quiebra del banco Buenos Aires Building como por la quiebra moral y espiritual que le ocasionó el secuestro extorsivo y posterior asesinato de su hermano, Osvaldo, en manos de una banda de militares retirados y policías en actividad.

En su último libro, Martín Sivak recorre la historia familiar, y la de Argentina, a partir del suceso trágico con el que abre el primer capítulo. Luego sobrevuela los recuerdos en un ida y vuelta entre las memorias personales y el presente, investiga la documentación de la época y ordena los datos, mientras comparte el proceso y sus trabas para avanzar y encontrar un buen final.

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A lo largo de siete años el autor realizó entrevistas periodísticas a quienes formaron parte de su entorno “rico, plebeyo y comunista”, y también a los que tuvieron experiencias significativas que pudieran delinear el perfil de su padre: amigos y empleados, psicoanalistas y funcionarios, ex militares y empresarios. De esta manera se conformó la identidad de Jorge Sivak, un abogado comunista que no pudo cumplir con las expectativas paternas y cargó con la responsabilidad de estar al frente de un banco para el cual no tenía vocación alguna.

Es probable que el éxito de ventas -ya va por su cuarta edición-, tenga que ver, no solo con la historia sorprendente, sino con la sinceridad y el despojo de la prosa del escritor, que nos conecta con esa voz en primera persona que tiene motivos para recordar el pasado con ternura, pero también con rencor. Pero el autor logra trascender esas emociones al crear la sensación de un relato coral sobre los hechos que conmovieron a un país que no estuvo preparado para lidiar con los resabios más oscuros de la dictadura.

© LA GACETA

Karina Ocampo

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