Ileana Andruchow: “se está perdiendo el hambre de mirar el cielo cara a cara”

Ileana Andruchow: “se está perdiendo el hambre de mirar el cielo cara a cara”

La astrónoma cordobesa, estudiosa de las galaxias, habló sobre el beneficio de vivir en la Vía Láctea.

VISITA. Andruchow disertó en la San Pablo-T. Quería ser entomóloga y terminó enamorada del universo. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA.- VISITA. Andruchow disertó en la San Pablo-T. Quería ser entomóloga y terminó enamorada del universo. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA.-
29 Octubre 2017

“El cosmos está dentro de nosotros. Estamos hechos de estrellas”, escribió alguna vez Carl Sagan. Y quizás -dice la astrónoma Ileana Andruchow- sea eso, en definitiva, la que terminó llevándola por el camino que recorre ahora: se dedica a estudiar galaxias, esos conjuntos de estrellas, nubes de gas, planetas, polvo cósmico, materia oscura y energía que están unidos gravitatoriamente y tienen una estructura más o menos definida.

Para contar la fascinante “vida” de las galaxias vino a Tucumán, invitada por la Universidad San Pablo-T, en el marco del 8° Octubre Tecnológico. La conferencia fue presentada por la doctora Olga Pintado, física que también se enamoró de la astronomía.

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Quizás sea el polvo de estrellas que lleva dentro -dijimos-, porque ella confiesa que, en realidad, quería ser entomóloga. “Me fascinaban los insectos, hasta que me encontré, muy chica todavía, con una araña pollito. Casi me muero del susto, y se replanteó mi vocación”, cuenta muerta de risa, pero aclara: “siempre, siempre, haciéndome preguntas”.

- ¿Cuál fue la pregunta primordial?

- “¿Qué hago yo aquí (ríe)?; y eso significó cosas muy variadas: me lo pregunté muchísimas veces ante la inmensidad de lo que veo cuando miro el cielo; y también metida en el laboratorio de la Facultad, cuando -muchas otras veces- quería salir corriendo de allí.

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- ¿Y por qué la astronomía les ganó a las otras opciones?

- Sigo sin tenerlo demasiado claro, pero lo cierto es que cada vez que me planteaba opciones, las estrellas -hoy, en realidad, las galaxias- me seducían de nuevo.

- ¿Qué tienen particularmente de “seductoras” las galaxias?

- Pueden ser fascinantes. Desde el piso no podemos darnos cuenta, pero son muchísimas y se comportan de maneras muy diferentes. Tenemos la suerte de vivir en una “buena chica”, la Vía Láctea. Y, como plus, vivir bien en las afueras. De modo que si en algún momento el agujero negro que está en su centro empezara a absorber más de lo común, no correríamos tanto riesgo. Pero hay “chicas malas”, que chocan con otras, invaden su espacio...

- El cielo siempre maravilló a los seres humanos, pero ¿desde cuándo hay astrónomos?

- En 1610, Galileo Galilei usó un telescopio y descubrió que la Vía Láctea está compuesta por una inmensa cantidad de pequeñas estrellas. Pero desde el siglo XIX las cosas cambiaron a toda velocidad. Durante el siglo XX se construyeron telescopios muy sofisticados y otros instrumentos que son sensibles a una amplia variedad de longitudes de onda de radiación, como los rayos gamma, los rayos X, los ultravioletas, los infrarrojos... Además pasamos de astrónomos que dibujaban a mano lo que veían, a cámaras de una sensibilidad y precisión exquisitas. Con todo ello, el astrónomo hoy puede ni siquiera estar junto al telescopio y trabajar desde su casa...

-¿Y cómo impactó eso en la vida cotidiana y en la astronomía misma?

- La astronomía es una ciencia básica. Y a veces a la gente le cuesta entender esto de estudiar algo tan lejano y tan poco “práctico”, digamos. Pero lo cierto es que muchos de los avances tecnológicos que se lograron buscando respuestas a las preguntas que sin cesar se hace la astronomía (como todas las otras ciencias básicas) tiene hoy aplicación constante: las resonancias magnéticas, los ecodoppler, todo el diagnóstico por imágenes se nutre de instrumentos diseñados para mirar el cielo. Respecto de la astronomía, se ha avanzado muchísimo en capacidad de observación, comprensión y posibilidad de formular hipótesis y construir respuestas. Pero -en mi opinión personal- se está perdiendo una de las sensaciones más magníficas de esta disciplina: el hambre de mirar el cielo cara a cara, y seguir asombrándonos de la maravilla del universo.

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