Esa mirada enamorada de sí misma

Esa mirada enamorada de sí misma

El narcisismo merodea la naturaleza de las personas con mayor o menor éxito. ¿Son ególatras los argentinos?

Mirada que se mira. Guiña. Sonríe. Coquetea. Humedece sus labios. Se semblantea de perfil. Se ríe. Se sonroja de placer. Levanta las cejas. Teatraliza el asombro. En el púlpito de la vanidad se despeina con fruición. La perturban gratamente las caricias adoradoras. Siente que el goce le brilla en las pupilas. Mirada que seduce. Los piropos la electrizan. Las loas la excitan. Es su personaje favorito. Solo tiene ojos y vive para ella. Es su oscuro objeto del deseo. Piensa en Laprida, en Ibáñez Menta, que tal vez tropezaron en las sílabas de su nombre y cayeron en su propio laberinto. Mirada que se besa con pasión y se mira, penetrante y enamorada, hasta convencerse de que no hay ni habrá ninguna igual. Mirada que de tanto mirarse no puede escapar del espejo del narciso.

Un hermoso muchacho, enamorado del reflejo de su rostro en el agua de un lago, se cae y muere ahogado. En ese lugar nace una flor que es bautizada narciso. Excesiva complacencia en la consideración de las propias facultades u obras. Esa autoadoración se llama narcisismo. Se miran excesivamente en el espejo. Arrogantes, soberbios, ante los otros repasan sus virtudes y victorias. La búsqueda de la constante admiración y aprobación de los otros es su pan cotidiano. Los necesita, pero al mismo tiempo los desprecia. ¿Los artistas, líderes y dictadores ocupan la “pole position”? ¿Cuánto de narcisismo tienen las personas? Los mejores del mundo o los peores, según la ocasión, ¿somos ególatras los argentinos, incluso por contraste? ¿Se cura el narcisismo o sigue perfumando hasta morir? “Era como un gallo que creía que el sol había salido para oírle cantar”, escribió la británica George Eliot.

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> Cambio de formas

Gustavo Guersman

Violinista-Director orquestal

¿Artistas mezclados con dictadores?, quizás artistas con líderes, pero imposible que un verdadero artista sea un dictador... y tampoco creo que para el mundo de hoy, en donde el “disvalor” parece haber opacado al “valor”, alguien que es un artista ocupe la “pole position”. Ojalá fuera así. Las personas tienen toda la gama de posibilidades narcisísticas, desde ya el ego, solo como motor, es válido, siempre que no afecte al entorno afectivo y laboral. Respecto de la egolatría de los argentinos, imposible generalizar, pero sí visualizo una predisposición a que haya una buena cantidad de personas que pretendan ser más de lo que son. Es muy difícil ver la realidad sobre todo si no se accede a la perspectiva necesaria para observarnos. El narcisismo puede ir cambiando de formas, incluso parecer que ha desaparecido, pero el perfume quizá siempre perdure.

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> Un sol en la frente

Elena Pedicone

Doctora en Letras

Arrancado del corazón de la ninfa Galatea, el gigante Polifemo dotado de una naturaleza monstruosa que señala su grotesco único ojo en la frente, intentará seducir a la huidiza ninfa con un canto que sorprende por sus rasgos de humanidad. En este canto es donde el lector del Polifemo de Góngora advierte el despecho (ese sentimiento tan viejo como el amor) que lleva al cíclope a mostrar su condición de enamorado no correspondido. Y con esto, su veta narcisista. Herido por el desdén se refugia en su propia imagen de grandiosidad al mirarse sobre las aguas azuladas del mar e intrépidamente compara el gran ojo único que tiene en la mitad de su frente con el Sol en la mitad del cielo. ¡Vaya Narciso!: “Míreme y lucir vi un sol en mi frente/ cuando en el cielo un ojo se veía/ neutra el agua dudaba a cuál fe preste/ o al cielo humano, o al cíclope celeste”. “Yo, yo, yo” atraviesa el canto del gigante, quien se autoafirma desde la belleza sin mencionar su fealdad. Traemos de un zarpazo a Polifemo a nuestros tiempos digitales y junto a los que se preguntan si nos estaremos volviendo narcisistas en la cultura digital con el auge de las selfies -que pueden ser leídas como autorretrato, más allá de la frivolidad y lo estético- nos permitimos aventurar que Polifemo bien podría haberse sacado una selfie. Claro que en tal caso, Galatea tendría que haber tenido a mano un smartphone, y sobre todo, no estar tan pendiente de Acis, el tercero en discordia. Porque cuando la flecha dorada de Cupido no nos atraviesa, ni escuchamos los cantos seductores ni miramos la pantalla.

> Una baja autoestima

Rodolfo Campero

Médico-Escritor

“Tan precisa es la apetencia que a ser amado tenemos, que aun sabiendo que no sirve, nunca dejarla sabemos”, dice Sor Juana Inés. Manifestación controversial extraña y corriente del pseudo amor, Narciso, el episodio de Ovidio, es desde el punto de vista estrictamente literario uno de los más bellos. Fija la mirada del hijo de Cefiso y la ninfa Liríopees en el espejo incierto del agua, enamorado con encendidos ojos del reflejo inalcanzable de sí mismo y su vanidad. El mito expresa lo perfecto contrario al amor verdadero: aquel que postra al que ama ante el ser amado. O al amor contemplativo, platónico, o al drama casi barroco del amor místico. De paso, diré que sólo puede haber amor cuando trasunta admiración hacia el opuesto. El narcisismo, arrogante y soberbio trastorno de la personalidad, único y especial, experimenta exactamente lo contrario. Seguramente bajo el desprecio y un recalcado egocentrismo, oculta una baja autoestima, además de una conducta megalómana implacable, exigente de admiración que procura aprovecharse de los demás abusando de un grandioso sentido de auto importancia. El narcisista resigna su vínculo con la realidad por el apego viscoso al poder ilimitado, fantasías de brillantez, éxito, belleza y amor imaginarios. Síntesis de los peores defectos, es reactivo a identificar los sentimientos con las necesidades de los demás, en tanto exterioriza en cada actuación un éxtasis vehemente, descargado de dominio emocional no solo en lo discursivo sino también en lo trágico. El mundo debe someterse a sus arbitrios pretenciosos. Lo sentencia fray Luis de León: “Narciso, de sí mismo brota el suelo. Espina y cardo, agudo y enemigo”. Desde luego, cualquier parecido con la realidad vigente no es pura coincidencia.

> La era de Selfie

Mario Albarracín

Artista Plástico

El narcisista se cree superior al otro, por lo tanto es desconfiado e individualista. Es una autopercepción de la persona, por lo tanto no siempre coincide con lo que piensan los demás de él, que seguro sentenciarán que el susodicho “ta pillau”. Es una condición casi general en el argentino, quizás más cuando uno se acerca al puerto. La era de la Selfie nos muestra una exposición narcisista constante apoyada por la tecnología y las redes, lo virtual por sobre lo real. Hoy, un celular es el espejo de la Reina-bruja de Blancanieves que lanza su reflejo al ciber espacio esperando que el espejito hecho en China le conteste con “likes” quién es la más bonita del reino. Vivimos en sistemas sociales muy competitivos, por lo tanto necesitamos ser superiores al otro para existir. La argentinidad nos exige ser los mejores del mundo, tenemos muchos ejemplos en el deporte, en la música y cinco premios Nobel. No tiene cura, es una flor que mantiene su perfume hasta el final porque se alimenta de ella misma, se auto-riega con gotas de ilusión. El Artista, por ejemplo, habita su universo personal donde es el único habitante y generalmente su narcisismo es inofensivo. A no ser que sea un genio como Dalí que decía: “Solo hay dos cosas malas que pueden pasarte en la vida, ser Pablo Picasso o no ser Salvador Dalí”.

> A cualquier costo

Alejandra Muratore

Psicóloga-Cantante

El narcisismo es una función psicológica que tenemos todos los seres humanos y la desarrollamos en el transcurso de nuestra vida. Algunas personas, por diversos motivos, manifiestan lo que se ha definido como Trastorno Narcisista, en diferentes niveles, cada uno con su complejidad, rasgos específicos y tratamiento correspondiente. Los narcisistas siempre buscan ganar, sean cuales sean los costos. Pareciera ser que el narcisismo es un requisito básico para llegar a la cima más alta de una empresa, de un grupo o equipo, de una estructura social, política, etcétera. Pero, aunque sus motivaciones y ambiciones pueden ser eficaces en esos entornos, el narcisismo excesivo puede sembrar el caos y dar paso a un profundo bloqueo. Las personas narcisistas tienen una fuerte predisposición a sentirse con derecho a todo. Dada su mentalidad egoísta, cuando no reciben el trato especial que creen merecer, se impacientan, se ofenden enseguida, mostrando reacciones exageradas. Les cuesta aceptar críticas y se ponen rápidamente a la defensiva. Son egocéntricos y carentes de empatía, se relacionan centrándose en la imagen de los demás, más que en la propia persona, de igual modo que en lo interpersonal, estando más centrados en su auto-imagen que en quienes son realmente y en lo que vivencian. Estos perfiles se niegan a reconocer que tienen un problema. ¿Por qué pedirían ayuda, cuando creen que son mejores que los demás? ¿Cómo pueden aprender de los errores si son incapaces de reconocer que han cometido alguno? Los argentinos somos narcisistas, hemos construido nuestra cultura, nuestra sociedad, sobre las bases de un egoísmo y superioridad exacerbados.


PUNTOS DE VISTA

> Yo y Narciso

DONATO CALLIERA / HUMORISTA

Según el mito, el joven Narciso se enamoró de sí mismo cuando vio su rostro reflejado en el agua. Dicen las malas lenguas que en realidad, era corto de vista.

Otra versión afirma que Narciso intentó besar su imagen, cayó al agua y se ahogó. Por las dudas, si usted es narcisista aprenda a nadar.

Los que padecen esta enfermedad desprecian olímpicamente la realidad y crean la suya propia. Es decir otra virtual, donde se ven bellos, inteligentes y encantadores. Atributos que la mayoría se empeña en ignorar por envidia, naturalmente.

Oscar Wilde escribió “El retrato de Dorian Grey”, donde el protagonista mantiene siempre un rostro fresco y juvenil. Lo que envejecía era su retrato. Exactamente todo lo contrario a lo que hoy en día puede conseguirse con un simple photoshop.

Para el rostro real existen varias opciones: lifting, bótox y milagrosas cremas y tratamientos de belleza de duración efímera.

Sin embargo, la empresa norteamericana Devil Face anunció la pronta aparición del “smart mirror” o espejo inteligente que reflejará la imagen que el usuario prefiera, con solo pasar el dedo por una pantalla.

En el laboratorio de alta tecnología de la NASA intentaron algo más audaz. Convertir a un gordito ignorante, irresponsable, engreído y prepotente como el dictador de Corea del Norte en un ser extraordinario que tuviera el cerebro de Einstein y el físico del Increíble Hulk. ¡Pero obtuvieron uno con el físico de Einstein y el cerebro de Hulk!

El auténtico narcisista vive permanentemente con hambre de gloria y sed de admiración. Lógicamente terminan sedientos y anémicos.

¿Se los puede derrotar? Imposible. Ni siquiera el humor ha podido penetrar el blindaje de su extraordinario ego.

PD

Amigo lector, póngase una mano sobre el corazón y responda: ¿No le parece que esta humilde joya literaria que acaba de leer merece el Nobel de Literatura?


> Un pared imposible escalar

OSVALDO AIZICZON / PSICOANALISTA

Esa tragedia, sucedida cuando Narciso se enamora de sí mismo al ver reflejada su imagen en el lago y muere ahogado al querer besar sus propios labios, muestra que la pasión por uno mismo no es poca cosa. Ni tampoco la del lago, parece, que se resiste a ser chupado por extraños. Así como en los brindis no debe faltar el afecto reiterado entre los presentes, los narcisistas desean ver reventada cualquier forma de competencia de otros surgida de una comparación automática.

Al no haber conquista sin derrota, surge regocijo al vivir el triunfo como ratificación eterna de poder. Placer que siente cuando se ve más que mirado, admirado. Una gloria imposible de compartir donde el otro desaparece como tal convirtiéndose en sombra. Estos “personal training” de la angustia, suelen tener a su alrededor personalidades sumisas y dependientes. Convencidas, quizás, de que del lado del sol algún calorcito llega. La adoración a sí mismo subvierte algún mandamiento porque obliga a amar al narcisista aún más que el narcisista a sí mismo. Un conocido narcisista tucumano se ponía contento al ver lo contento que se ponía alguien por verlo a él.

En política suele observarse que no tienen amigos, sólo seguidores. Huérfanos de padres -aunque los tengan- no admiten comentarios que turben sus certezas. Pero más turbados o menos turbados pueden sucederles terremotos personales donde se comprueba que el vacío, al decir de los economistas, no es sustentable. Llenos de vacíos, tratan de sostener una importancia a través de manipulaciones inteligentes que hicieron decir a Nietzsche que lo peor no es la mentira sino las convicciones.

La posibilidad de algún cambio en su personalidad hizo confesar al desolado Freud, rico en recursos y luchador incansable, que el narcisismo era la pared imposible de escalar. En la cultura argentina el show exhibe la fuerza del impacto: se puede estar solo pero no indiferente. Se participa mucho pero se comparte poco. Y volviendo a Narciso, de quien somos parte, justificarlo por desconocer en aquellos tiempos lo terrible que son los espejos.

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