Volvió a funcionar la máquina más atractiva de la Casa del Obispo Colombres

Volvió a funcionar la máquina más atractiva de la Casa del Obispo Colombres

La bomba de vacío que ayudaba a optimizar el proceso de fabricación de azúcar en los albores de la industria tucumana ha sido reparada a nuevo. Se la reconoce por la gigantesca rueda amarilla y estuvo 15 años parada luego de haber sido dañada por vándalos y por problemas de falta de mantenimiento. La máquina, fabricada en 1883 en Francia, estará en funcionamiento en pocos días más y será la estrella del museo de la industria azucarera.

Antes que nada, una aclaración: no se trata de un trapiche esa mole de hierro amarilla que se destaca entre los árboles de la Casa del Obispo Colombres, en el Parque 9 de Julio. A borrarnos la idea de que esa máquina con una rueda gigante es un trapiche, porque en realidad es una bomba de vacío. Claro, un nombre mucho menos amigable y poco identificable con la industria azucarera, pero es lo que es. Y además el trapiche que se exhibe en la bicentenaria casa es de madera, entonces no hay forma de confundirse. Dicho esto, vamos a la noticia.

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Hacía 15 años que en Museo de la Industria Azucarera (MIA) no se movía ninguna pieza mecánica que conectara a las visitas con el antiguo proceso de fabricación del azúcar. Los videos, las fotos y los objetos que se exponen proponen un viaje sensorial por la historia y la cultura de la manufactura que endulzó la economía tucumana, pero faltaba el movimiento. A partir de ahora, quienes se acerquen a la antigua casaquinta, podrán ver en funcionamiento la bomba de vacío que durante los albores de la industria ayudó a optimizar el proceso de fabricación del azúcar.

La máquina está actualmente adaptada con un motor eléctrico que reemplaza al mecanismo originalmente propulsado a vapor, pero sirve para demostrar su funcionamiento: la enorme rueda gira y acciona una serie de émbolos que en el movimiento de subir y de bajar succionan y generan el vacío que era necesario para disminuir la presión en los cilindros donde se cocían los jugos del azúcar.

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Segunda recuperación

La recuperación de esta atractiva pieza se consiguió a fines de la década del 80, cuando la profesora Marta de Ezcurra estaba al frente de la Casa del Obispo Colombres. “Todo fue gracias al esfuerzo y la tenacidad del ingeniero Osvaldo Filippone, que ya falleció, pero que tuvo un amor casi obsesivo por hacer funcionar esa máquina”, le contó de Ezcurra a LA GACETA. La ex intendenta interina de San Miguel de Tucumán se llevó una grata sorpresa al enterarse de que la bomba había vuelto a funcionar.

Es que, después de algunos años funcionando, la falta de mantenimiento y luego el vandalismo la volvieron a apagar: se robaron los cables y el tablero eléctrico, pero el motor ya estaba fundido. Ahora, este nuevo impulso de recuperarla llegó por la insistencia de José Luis Avignone, actual secretario de Relaciones Institucionales de la Municipalidad; y de las gestiones de la actual directora del MIA, la arquitecta Laura Morales. “Cuando propuse que la pusiéramos a funcionar, todos eran peros. Que no se podía, que era complicado... pero insistimos y ya está andando. ¿Cómo que no se podía? Ahí está”, dijo Avignone ayer, mientras observaba a los operarios del taller de Obras Viales de la Municipalidad poniendo a punto la bomba.

“Esta bomba de vacío es de origen francés, fabricada en 1883 y llegó a Argentina en barco y luego a Tucumán en tren. Llegaba, lógicamente, por piezas que luego se ensamblaban en el lugar. La máquina fue donada al museo y hacía 15 años que no funcionaba”, detalló Morales y celebró su puesta en marcha, por la forma en que enriquece la visita al museo. “Siempre es muy interesante que el visitante pueda presenciar de qué manera se hacían las cosas, sobre todo en un museo histórico industrial como es este. El hecho de tener exhibido el trapiche es también interesante y didáctico para mostrar cómo funcionaba, cómo se lo accionaba y cómo trabajaba”, destacó.

El motor eléctrico tuvo que ser rebobinado porque se había fundido; los cables van por debajo del suelo y el tablero eléctrico en un lugar seguro. Además, el museo cuenta ahora con seguridad durante todo el día, por lo que se espera que el vandalismo deje de ser un intruso. Sí es necesario hacer un mantenimiento periódico, principalmente lubricar las piezas, para que trabaje con suavidad. “Y nunca usar aceite usado, como lo hicieron en mi época, porque eso empastó la máquina y la echó a perder”, aconsejó de Ezcurra.

Ayer los mecánicos y ayudantes de la Municipalidad hacían los últimos ajustes, pero la máquina funcionaba. El desafío estaba en hacerla arrancar sola, con el motor, ya que todavía estaba algo pesada y necesitaba que un par de operarios se colgasen de la rueda para que comenzara a girar. Si todo sale bien, en algunos días más, la máquina de los 134 años será el centro de las selfies y los videos más preciados de la Casa del Obispo Colombres.

En los 80, vendedores ambulantes ayudaron con la limpieza

Un ingeniero, vendedores ambulantes y muchos litros de Coca-Cola fueron necesarios para poner en funcionamiento la centenaria bomba de vacío del Museo de la Industria Azucarera. Marta de Ezcurra, antigua encargada de la casa, recordó la hazaña de poner de nuevo en marcha la máquina, durante la segunda mitad de la década del 80. “Primero estuvimos como tres años buscándole la vuelta, pero no lo logramos. Después llegó el ingeniero Osvaldo Filippone y no descansó hasta que lo logró. De él es realmente el mérito de que nosotros veamos en funcionamiento esa máquina”, contó la historiadora.

En conversaciones con la familia de Filippone, de Ezcurra entendió la locura casi obsesiva que tenía el ingeniero por ponerla en funcionamiento. “La familia me contaba que que se levantaba a mitad de la noche a hacer dibujos y a escribir ideas que le venían a la cabeza para ponerla en funcionamiento. Estaba empecinado en hacerla andar, y lo logró. Con muy pocos recursos lo logró”, aseguró.

En aquella época, y tras décadas de estar sin moverse, lo primero que hubo que hacer es desarmarla íntegramente para limpiarla. “Tuvimos que limpiar pieza por pieza, que estaban perfectas. Para desarmarla fue necesario comprar algunas herramientas en Buenos Aires, como una llave de dos metros de largo para aflojar esas tuercas. Nunca vi una herramienta de ese tamaño. Ese y muchísimos litros de Coca-Cola fueron los únicos grandes gastos que tuvimos para recuperarla, porque el ingeniero no cobró un peso. ¿Sabe quién nos ayudó muchísimo? Algunos vendedores ambulantes -me acuerdo de un tal “Mocho”- y artesanos que siempre andaban en la zona. Se quedaban de noche a ayudar a limpiar las piezas”, recordó de Ezcurra. La bomba lleva la firma de la compañía francesa de fabricación de máquinas Société Anonyme des Anciens Établissements Cail, y data de 1883. Según de Ezcurra, su principal valor y particularidad es que no fue fabricada en serie y sólo hay registros de una similar en Sevilla, España.

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