Erupción y crisis, el secreto del turismo islandés

Erupción y crisis, el secreto del turismo islandés

26 Noviembre 2016

Kimyko De Freytas Tamura - The New York Times

REIKIAVIK, Islandia.- Islandia ha descubierto el secreto para tener un floreciente sector turístico: primero, tener una implosión financiera gigantesca y, luego, una enorme explosión volcánica.

El colapso de la corona islandesa después de la crisis financiera del 2008 transformó a esta isla ártica, sembrada por 35 volcanes activos, en un destino barato para los visitantes. Dos años después, hizo erupción el Eyjafjallajökull, lanzando espesas nubes de ceniza a los cielos europeos. Millones de pasajeros aéreos quedaron en tierra durante días y las líneas aéreas sufrieron pérdidas financieras. Sin embargo, los medios de extranjeros descendieron a la isla, transmitiendo imágenes de los paisajes espectaculares al mundo, aun cuando los periodistas batallaban para pronunciar el nombre del volcán.

"A Islandia la salvaron la crisis económica y la erupción, notó Fridrik Palsson, dueño del Hotel Ranga, un centro vacacional de lujo, cercano al volcán de 16 letras en su nombre, al que es frecuente que los extranjeros acorten a E 16. “No he visto despegar nada con tanta rapidez”, dijo el empresario. El efecto combinado de las catástrofes ha sido una invasión a una escala posiblemente nunca vista desde que los vikingos arrasaron las islas hace cientos de años. Se espera que los turistas superen en número a la población local en números de siete a uno para 2017. El turismo es ahora el sector más grande de la isla, superando a la pesca y la fundición de aluminio. La afluencia podría ser todavía mayor después del ascenso del Partido Pirata, con su bandera negra e inclinaciones anarquistas, que obtuvo más escaños en el Parlamento y hasta más atención, con lo que ayudó a pulir la imagen de Islandia como un sitio “buena onda” y alternativo.

Los turistas aportaron ingresos por U$S 3.200 millones en 2015, una tercera parte de las ganancias del país por las exportaciones. El turismo es el empleador más grande y muchos islandeses están metiendo dinero a los servicios y construcciones nuevas. Palsson, quien solía promover a Islandia como un sitio para ver las luces del norte, tiene a un astrónomo empleado en su hotel. También ha invertido en tres costosos telescopios suficientemente potentes para que los huéspedes vean los anillos de Saturno.

Reikiavik parece una versión escandinava de Singapur: compacta, limpia, ordenada y rica. Las calles están flanqueadas por casas con colores y autos Mercedes. Las cafeterías elegantes venden sándwiches de col rizada y dátiles, y tocan jazz etíope. Los restaurantes ofrecen cocina nórdica creativa con ingredientes locales, como frailecillo y tiburón. Ahora, El 101, un hotel boutique que fue alguna vez un sitio exclusivo para banqueros (el 101 es también el código postal más acaudalado de la ciudad), está lleno de turistas.

Hay turistas que llegan desde tan lejos como Hong Kong. Persiguen las luces del norte. Escalan glaciares. Se zambullen en el Círculo Ártico con los frailecillos, montan a caballo o hacen recorridos en helicóptero mientras escuchan el sonido etéreo, parecido a las ballenas, de la banda islándica Sigur Ros. Los fans de Game of Thrones van llegando a las locaciones donde se filma en los alrededores de la isla. En las afueras de la capital, densas columnas blancas de vapor se aprovechan para cubrir las necesidades energéticas de Islandia. Hay manantiales termales por todas partes, aun en los patios de las casas. Sin embargo, hay una creciente inquietud de que el turismo sin control esta ejerciendo una presión demasiado grande sobre esta pequeña isla.

Los precios de la vivienda y las rentas suben con rapidez, obligando a los jóvenes a vivir con sus padres. Han aumentado los congestionamientos de tránsito. La basura y algo de contaminación están echando a perder parte del paisaje, dicen muchos islandeses. “Es como si la ciudad ya no fuera mi ciudad”, se quejó Birgitta Jonsdottir, dirigente del Partido Pirata. “Es como el centro de Disneylandia”, dijo. En una encuesta de opinión que levantó RUV, una transmisora nacional, en octubre, se reportó que 87% de los islandeses quiere que el gobierno aumente las tarifas o los impuestos a los turistas.

Otra crisis como la que golpeó a los bancos es solo cuestión de tiempo y muchos cuentan que están ahorrando dinero o invirtiendo en activos duros. Los pesimistas dicen que todo lo que se necesita para hacer reventar la burbuja del turismo es una caída repentina en los visitantes. “Está volviendo a pasar otra vez”, dijo Kristjan Asjaersson, de 51 años, chofer de taxi. “Demasiadas personas dependen del turismo”, dijo. “Cuando bajen las cifras del turismo, la economía volverá a colapsar. Sé que va a pasar. Pero estaré preparado”, finalizó.

Publicidad
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios