Otro ataque salvaje en la Adolfo de la Vega

Otro ataque salvaje en la Adolfo de la Vega

Un joven iba caminando a su trabajo en un call center cuando fue sorprendido por dos delincuentes: le propinaron cuatro puñaladas. Un automovilista vio la escena y le salvó la vida a la víctima al embestir a uno de los agresores, que se dieron a la fuga.

ESQUINA. A Walter Leiva lo apuñalaron poco después de pasar por allí. FOTO ENVIADA AL WHATSAPP DE LA GACETA ESQUINA. A Walter Leiva lo apuñalaron poco después de pasar por allí. FOTO ENVIADA AL WHATSAPP DE LA GACETA
07 Marzo 2016
Alrededor de las 9.30 de ayer, Walter Leiva (23 años) se bajó del colectivo en la avenida Roca y comenzó a caminar hacia su trabajo, en un call center de la avenida Adolfo de la Vega. Segundos después, sin haber podido siquiera completar una cuadra, estaba tendido en el suelo a merced de un delincuente furioso que le atravesó cuatro veces el cuerpo con una “punta”.

“Se le acercaron dos personas en moto y le quisieron robar la mochila, pero no pudieron. Por esto lo empezaron a agredir, lo tiraron al suelo y le dieron las puñaladas. Fueron dos en el brazo, una en el estómago y una en la espalda. A mi hijo lo salvó un automovilista que embistió a uno de los delincuentes, que después se dieron a la fuga. Ni siquiera sé cómo se llama este hombre para agradecerle, sólo sé que trabaja como guardia de seguridad privada”, contó Omar Leiva, padre del joven herido, en el Hospital Padilla.

Apenas se enteraron los familiares del joven tomaron el automóvil y viajaron desde Aguilares, ciudad natal del muchacho herido, hasta la capital tucumana. “Fue un viaje horrible. Recién nos tranquilizamos cuando lo vimos”, señaló la madre, Liliana Cantos. También contó que su hijo, además de trabajar en el call center, estudia Ingeniería y es chef.

Según lo que la víctima les pudo contar a sus padres, cuando los delincuentes huyeron él le pidió al automovilista que lo llevara al trabajo. Por el shock, no se había dado cuenta todavía de las heridas que le habían infligido. Al llegar al call center una compañera le señaló alarmada que estaba todo ensangrentado. Y eso fue lo último que recuerda. Luego se desvaneció.

“Cuando nos dijeron que lo habían apuñalado salimos corriendo a verlo. Tenía los labios morados y muchísima sangre en la ropa. Estaba como en shock”, contó uno de sus compañeros del call center a LA GACETA.

El joven recibió los primeros auxilios en su trabajo y luego fue llevado a la guardia del Hospital Padilla. “La ambulancia tardó al menos 40 minutos”, se quejaron tres compañeros de Leiva.

Una vez en el hospital le dijeron a la familia que la vida del joven no corría peligro, ya que las puñaladas no tocaron ningún órgano vital. Sin embargo, les advirtieron que es preciso que esté en observación 48 horas por la puñalada que le dieron en la espalda.

Avenida de terror

El 2 de febrero, en Adolfo de la Vega y San Lorenzo, el agente del 911 Juan José Vides recibió un tiro mortal cuando perseguía a cuatro delincuentes que acababan de cometer un robo. Nueve días después el agente Gonzalo Ávila intercambió disparos con dos delincuentes que acababan de robar la recaudación de la sandwichería que está al lado de su casa. El agente llegó al Hospital Padilla gravemente herido por un disparo en el estómago, pero logró ponerse mejor con el correr de los días. En cuanto a los delincuentes, uno murió y el otro fue detenido.

A causa de estas violentas situaciones LA GACETA publicó una nota el 13 de febrero. Allí quedó expuesto el testimonio de quienes transitan por la zona todos los días, temerosos de ser víctimas de la delincuencia.

El mayor problema de la zona son los motoarrebatadores, como los que hirieron a Leiva. Por esta razón los empleados de los dos call centers de la zona esperan el colectivo en grandes grupos y se refugian en los negocios hasta que llega.

“No se puede creer que con dos empresas grandes que hay acá, con gente que sale y entra todo el tiempo, la zona esté liberada. Los delincuentes ya nos tienen marcados y conocen nuestros horarios. A una chica le robaron todo el otro día y después estaba en la parada del colectivo, pasó el ladrón y la saludó”, contó, indignada, María Belén Medina, una telefonista.

“Cuando ven que ya está viniendo el colectivo, recién salen y se van a la parada”, indicó Joaquín Almaraz, dueño de un drugstore que sirve de refugio. El comerciante agregó: “está fea la zona. Siempre escucho los gritos de las chicas cuando les arrebatan el celular en la esquina. Cuando no les pueden sacar la cartera, porque algunas se resisten, las empujan o les pegan”.

Temas Oscar Cano
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