Pavó llegó a pie y se fue en auto

Dentro de la indiscutible mediocridad del primer superclásico de la trilogía, la etiqueta de figura le quedó grande a todos durante 84 minutos. Hasta entonces, la peligrosidad de Daniel Osvaldo en el primer tiempo, la de Rodrigo Mora, y la solidez general de Gino Peruzzi se candidateaban como lo mejor de lo peor. Desde entonces, el derecho a la ovación se la ganó definitivamente Cristian Pavón, el pibe que entró en el segundo tiempo por un ya intrascendente Federico Carrizo y con su gol destrabó un superclásico atado con cables de acero y nudo marinero.

Tan condenado al 0-0 estaba el asunto que no es descabellado pensar que el gol de Pablo Pérez (sensacional lo del volante en la jugada previa) llegó como consecuencia del de Pavón. Porque desde ese momento Boca, con el tiempo a su favor, ganó en confianza y ya no hubo más River.

Así es: Cristian tenía la llave del partido, y ahora tendrá la de un auto de lujo hasta el 4 de junio. Así lo reveló el delantero al explicar por qué festejó como si tuviera un volante en las manos. “Hice una apuesta con el hijo de mi representante: si hacía un gol, me prestaba la BMW por un mes. Así que ahora tengo coche prestado nuevo”, contó Pavón, tras marcar su primer gol en un superclásico, con apenas 19 años.

“La verdad que desde que llegué a Boca esto es lo mas lindo que me pasó. Es una fiesta, se lo merece la gente y también el grupo porque dejó todo”, repartió méritos el cordobés.

Ahora quedan dos capítulos más de la saga, el primero de ellos el jueves en el Monumental, y el surgido en Talleres no lo quiere ver de afuera. “Depende del técnico. Si me pone, bienvenido sea. Sino, alentaré desde el banco. Eso también suma”, cerró Pavón, antes de perderse por el túnel de una Bombonera que lo aplaudió de pie.