En el lugar del bebé

En el lugar del bebé

Por Paula Santillán. Psicóloga- Especialista en lactancia y apoyo a la maternidad.

05 Abril 2015
El colecho es un tema que genera ciertos cuestionamientos y dudas. Los padres y madres, sobre todo al tener su primer/a hijo/a reciben todo tipo de indicaciones, incluidas prescripciones contrarias en relación al colecho. Cuando me preguntan sobre esto, antes de responder invito a reflexionar sobre algunas cuestiones básicas del desarrollo infantil, y sobre todo características del propio cachorro humano, que nos hagan salir por un momento de reflexiones puramente “adulto-centristas”. Desde esta perspectiva podemos entender la necesidad primigenia y connatural a todo niño de mantener un contacto íntimo y cálido de otra persona mientras se concibe el sueño.

Los seres humanos nacemos con un alto grado de indefensión. Frédérick Leboyer lo dice claramente: “el niño y el miedo nacen juntos” (en su libro Shantala, Ediciones Librería Universitaria, 2008). Nacemos sin posibilidad de sobrevivir sin “un otro”, por lo que llegamos al mundo con la prioridad de procurarnos a nuestro lado “un cuidador”. Si por un momento hacemos el ejercicio de visualizarnos a nosotros mismos como un bebé, podríamos sentir lo aterrador de tener que sobrevivir sin poder desplazarnos hasta el alimento ni para huir de un peligro, ni para cobijarnos del frío. Estamos completamente a merced de que un otro entienda/interprete lo que necesitamos, escuche nuestro llanto y atienda eso que estamos pidiendo. En esas circunstancias ¿no es comprensible que sólo nos tranquilicemos y durmamos ante el contacto con ese otro del cual dependemos?

Cito a Rosa Jove, en su libro “Dormir Sin Lágrimas”, quien enumera las ventajas del colecho:

• Minimiza los riesgos de síndrome de muerte súbita del lactante si se practica de forma segura (McKenna, J. J. y Mosko, S. S., 1994).

• Ayuda al bebé a aprender a pasar de una fase a otra del sueño porque se sincroniza con la respiración de su madre. La respiración de la madre también le sirve de recordatorio para que continúe respirando si tiene una apnea.

• Favorece que la madre pueda continuar durmiendo mientras alimenta a su hijo de noche.

• Favorece que el bebé y la madre apenas se despierten al reclamar el alimento.

• Favorece la regulación de la temperatura corporal.

En mi marco de reflexión pongo siempre en el centro a la niñez. En cada historia de crianza no hay recetas ni respuestas cerradas, sino búsqueda de alternativas en el orden de lo posible.

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