Infidelidades de película

Infidelidades de película

Es uno de los grandes temas de la literatura y el cine. Amanecer (1927), de F.W. Murnau; La piel suave (1964), de Francois Truffaut; La mujer infiel (1969), de Claude Chabrol, o El año que viene a la misma hora (1978), de Robert Mulligan, son algunos de los clásicos que lo tienen como eje de sus tramas. Pero es interesante concentrarse en la forma en que el tema ha sido tratado y recibido por el público en las obras más contemporáneas para desentrañar cómo concebimos hoy a la infidelidad.

LA SARDÓNICA MIRADA ARGENTINA. Erica Rivas y Diego Gentile, en el último y aclamado corto de Relatos Salvajes, la película de Damián Szifrón que ha cosechado merecidos éxitos tanto en la crítica como en la taquilla.  LA SARDÓNICA MIRADA ARGENTINA. Erica Rivas y Diego Gentile, en el último y aclamado corto de Relatos Salvajes, la película de Damián Szifrón que ha cosechado merecidos éxitos tanto en la crítica como en la taquilla.
02 Noviembre 2014

Por Juan José Fernández - Para LA GACETA - Buenos Aires

En los últimos 20 años hay una larga serie de historias que sus espectadores seguramente recuerdan muy bien y que incluye las de Los puentes de Madison (1995), de Clint Eastwood; Closer (Nichols, 2004); Descarrilados (Hafstrom, 2005); Secreto en la montaña (Lee, 2005); Chloe (Egoyan, 2009); Solo una noche (Tadjedin, 2010). Abordajes diversos que describen múltiples facetas del tema: el peso de las convenciones, la infidelidad inducida, la homosexualidad como causa, las cuentas pendientes, el desliz aislado. Hasta que la muerte nos separe, el último corto de Relatos salvajes (Damián Szifrón, 2014), coloca al descubrimiento de la infidelidad en medio de una fiesta de casamiento, contrapunto perfecto para una escena desopilante.

Adrian Lyne es el creador de una involuntaria y taquillera trilogía que ha marcado a sus espectadores: Atracción fatal (1987), Propuesta indecente (1993) e Infidelidad (2002). La segunda plantea de manera original si la fidelidad puede desvincularse de lo corporal. La oferta del magnate John Gage a un marido arruinado económicamente (”un millón de dólares; una noche con su esposa por una vida de seguridad”) genera un dilema en la pareja que terminará destruyéndola. La primera y la última describen escenas con las que un alto porcentaje del público puede identificarse. Parejas armónicas, formalmente felices, en los que una de las partes es tentado por la aparición intempestiva de un tercero, que representa la aventura, la salida de la rutina, la intensidad de la pasión. “Sé feliz por este momento; este momento es tu vida”, le hace leer, en un libro de Omar Khayyam, el personaje de Olivier Martínez al que interpreta Diane Lane.

La “sal de la vida”

Menos masiva pero saga de culto, la “trilogía de los Antes” de Richard Linklater ofrece una profunda reflexión sobre el amor en tiempos actuales. Antes del atardecer (2004), el segundo film, refleja en tiempo real una charla entre Jesse y Celine (Ethan Hawke y Julie Delpy), un joven escritor norteamericano y una ambientalista francesa que han tenido un intenso romance de una noche, nueve años antes, y que después de un largo desencuentro la vida los cruza en una librería parisina en el que el primero presenta una novela sobre esa noche. A Jesse le quedan dos horas antes de tener que tomar su taxi para subir al vuelo que lo llevará a su casa, a su esposa y a su hijo. En esas dos horas hablará con Celine sobre el amor, el matrimonio, el paso del tiempo, las elecciones. Pero el interrogante latente durante toda la película, y la charla, es si subirá o no a ese avión para retomar su vida.

En estas historias la pasión suele estar asociada a la transgresión, al escape de la vida convencional, a lo que parece en principio inaccesible. Y la ruptura del pacto de fidelidad suele acarrear un drama perpetuo o la muerte de alguno de los protagonistas. Así, aún en directores con concepciones liberales en materia de costumbres, la infidelidad es la “sal de la vida” y al mismo tiempo la puerta a un destino trágico. Entonces triunfa, ante esta combinación, la advertencia moralizante que atemoriza al espectador.

La culpa

Woody Allen, quien lidia con la infidelidad y sus consecuencias en la mayoría de sus películas, justifica un párrafo aparte. Hay dos films hermanos que se destacan por el enfoque: Crímenes y pecados y Match Point, ambos tributos a Crimen y castigo. Los protagonistas asesinan a sus amantes para evitar que sus sólidos proyectos vitales se resquebrajen. Los asesinos se salen con la suya pero, al igual que en la obra de Dostoievski, la culpa los atormenta. Crímenes y pecados cierra con uno de los monólogos más recordados de la historia del cine, a cargo del profesor Levy: “Siempre enfrentamos a lo largo de nuestras vidas decisiones que son agonizantes, opciones morales. Algunas se dan a grandes escalas. La mayoría de esas opciones se dan en cuestiones menores, pero nos definimos a nosotros mismos por opciones que hemos tomado. Somos, de hecho, la suma total de dichas opciones.”

© LA GACETA

Juan José Fernández - Crítico literario y cinematográfico.

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