El reto de producir objetos que mejoren nuestras vidas

El reto de producir objetos que mejoren nuestras vidas

Un parasol para mitigar el calor en la peatonal y un puesto turístico, dos proyectos nacidos en la carrera de Diseño Industrial.

HACIENDO EL CAMINO. El decano Manuel Saez junto a Fernando Figueroa y Julieta del Longo, dos de los 15 egresados de Diseño Industrial. la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso HACIENDO EL CAMINO. El decano Manuel Saez junto a Fernando Figueroa y Julieta del Longo, dos de los 15 egresados de Diseño Industrial. la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso
14 Septiembre 2014

El aviso en el diario pedía un “técnico electromecánico con experiencia en diseño”. Así, a secas. Pero como Fernando no tenía mucho que perder más que el intento (uno de los primeros, por cierto), se armó de desvergüenza, puso el título de diseñador industrial bajo el brazo y fue a la entrevista. Cuando llegó, la sorpresa fue mutua: para él, el recién recibido, y para su futuro empleador. “Yo sabía que en los avisos, al menos acá en Tucumán, nadie iba a poner que necesitaba un diseñador industrial. Básicamente porque no conocen que existe tal carrera y, si saben de ella, no se imaginan que ya hay profesionales locales recibidos y listos para trabajar. Entonces me mandé”.

Julieta salió del secundario y su mirada estaba puesta en diseño de indumentaria, en crear una línea de ropa y complementos. Todavía la carrera (que ahora lleva sesis años) no estaba disponible en Tucumán a nivel universitario, y las opciones de terciario no la convencían. Tampoco quería mudarse de provincia para estudiar. Las alternativas, por descarte, eran Diseño de Interiores o Diseño Gráfico. Pero no le cerraba la ecuación. Entonces entró a Industrial, buscando la amplitud necesaria para más tarde focalizarse en lo que quisiera. Y fue una de las primeras egresadas, con un trabajo final que no tiene que ver ni con el diseño de indumentaria ni con el de accesorios, el emprendimiento en el que está metida de lleno en la actualidad. “No me arrepiento para nada de lo que elegí”, se adelanta. Porque lo importante acá no parece ser la especificidad en un campo, sino el camino transitado. Y ellos, como miembros de la primera camada de diseñares industriales tucumanos, están haciendo el camino al andar. “Porque lo que te da la carrera es el pensamiento estratégico, y eso se puede aplicar en cualquier industria, sea la que sea. En cualquier proceso industrial se necesita alguien que piense más allá, en el proceso total. Pero eso es algo que todavía se tienen que dar cuenta los que manejan la industria”, sintetiza Fernando.

Necesidades + procesos
No es una queja, no es un lamento. Ellos son conscientes de que la industria argentina -y ni hablar de la tucumana- está lejísimos de descollar y de hacerse un lugar propio en el mundo. Pero ellos están dispuestos a seguir regando los pequeños brotes que empiezan a surgir en este terreno baldío, pero fértil. “En esa entrevista -cuenta Fernando- la persona que me entrevistó se sorprendió de que fuese diseñador industrial y me confesó que eso era justo lo que buscaba. Y yo también me sorprendí, porque es una empresa que tiene claro que hoy lo que genera valor es el diseño; pero no el diseño como un valor estético solamente, sino mucho más abarcativo, que piensa en las necesidades del usuario, en los procesos de fabricación, el packaging, el transporte del producto y también en el impacto de este proceso en el ambiente. Todo eso es el Diseño Industrial, siempre teniendo en cuenta que lo que se diseña puede ser producido en serie”, describe el joven. La empresa en la que está trabajando (sí, lo aceptaron en la entrevista), es un laboratorio técnico que desarrolla instrumental médico. Ya cuentan con cinco productos “made in Tucumán” para laparoscopía y otros cuatro equipos instrumentales para intervenciones quirúrgicas. Además, Fernando integra el equipo interno que está desarrollando una bomba de vacío para el tratamiento localizado de heridas del pie diabético.

Maestro de lujo
Desde que dejó atrás sus 18 años en el exterior, 15 de los cuales estuvo en Estados Unidos, el premiado diseñador tucumano Manuel Sáez está al frente del Centro de Diseño, Estrategia y Creatividad de la Universidad de San Pablo-T, que engloba las carreras de Diseño Industrial y Diseño Textil y de Indumentaria. Desde su estudio y su taller montados en la misma universidad, en medio del verde cautivante de San Pablo, continúa impulsando la empresa que tiene en Nueva York, Manuel Sáez & Partners. Entre otros varios logros, Manuel es el creador de las bicicletas plegables Brooklyness, un éxito en Estados Unidos. Con 70 premios en su haber, 35 patentes a su nombre y clientes enormes, parece una locura que Sáez haya optado por volver a esta tierra tan lejana de ese mundo en el logró forjar un nombre entre los pesos pesados del diseño.

“Volví cuando sentí que ya había cumplido los objetivos que me había propuesto: logros, premios, la gente con la que he trabajado... quiero que mi familia tenga la cultura de acá, creo que este es un muy buen lugar para crecer”, define. Él tampoco reniega: simplemente se pone manos a la obra. “A nivel de la industria hay poco entendimiento de lo que es la disciplina del Diseño Industrial. En el resto del mundo ya se ve al Diseño Industrial como una herramienta estratégica, pero en menos medida en Argentina y mucho menos en Tucumán. De alguna manera se entiende, porque se trata de una disciplina relativamente nueva, que arrancó en los años 30 y cobró más fuerza después de las guerras”, explicó.

Para Sáez, en Tucumán se perciben las intenciones de industrialización. “Pero los dueños de la industria no ha visto aún que a través del diseño se puede generar más valor, más retorno, hacer lo que se hace pero mejor. No estamos hablando de dejar de lado el agro, para nada, sino expandirlo. En vez de mandar el limón afuera para que otros hagan el jugo, nosotros tenemos que mandar el jugo hecho”, ejemplificó.

FERNANDO FIGUEROA
En su trabajo final, buscó una solución para el calor insoportable de la peatonal tucumana 

Durante la investigación previa a la propuesta de trabajo final para recibir el título de grado, Fernando Figueroa concluyó algo que los tucumanos ya intuíamos: que en verano, la mayor parte del tiempo, estamos lejos de la zona de confort climático. “Me pareció interesante encontrar una solución al problema climático y, al mismo tiempo, buscar un efecto visual de sombras sin llegar a techar la peatonal”, cuenta el joven diseñador. El resultado fue un parasol modular orientado según el trayecto del sol que proyecta un entramado de sombras similar a la que producen los árboles. “Las copas de los árboles no bastan para disminuir el calor en las peatonales, puntualmente en la Mendoza que es en la que me concentré”, señaló. Como agregado, los paneles están hechos de un material plástico que brilla en la oscuridad, “como las estrellitas que se pegan en el techo”, comparó.

JULIETA LONGO
Un puesto turístico que sirva a los visitantes y que además muestre la identidad norteña

“Me pareció increíble que en pleno Paseo de la Independencia, al lado de la Casa Histórica, la visita obligada de todos los turistas que visitan la ciudad, haya un puesto informativo armado con mesas de plástico y un gazebo desarmable”, se escandaliza Julieta del Longo, egresada de Diseño Industrial. Su trabajo final fue un puesto de información turística pensado para instalarse en diagonal a la Casa Histórica, donde se entregaría folletería e información digital a los turistas. “Lo importante es pensar en quiénes serán los futuros usuarios, y en un puesto como este es una enorme variedad. Entonces fue desarrollado para la gente más grande, con folletos, y también para el que sepa usar la tecnología. Con tablets instaladas en el puesto, el usuario podría pasar toda la información que quiera a su teléfono y llevársela”, describió.

MARTÍN RODRÍGUEZ
Alejado de las compus, Martín es un “escultor” que piensa en la producción en serie

“Lo mío no es tanto el diseño en la computadora, el estar horas frente a la pantalla. A mi me gusta trabajar con las materiales, en el taller”, dice Martín Rodríguez. Hijo del escultor Guillermo Rodríguez, se pasó la vida en el taller de su padre y en el del Instituto Técnico, de donde es egresado. Ahora es diseñador industrial y colabora en la elaboración de los prototipos y moldes para la empresa de Manuel Sáez. En la foto está construyendo una matriz que viajará a Buenos Aires para convertirse en molde y luego en un sillón de trabajo que será producido en serie. “Sería buenísimo que todo el proceso se pudiera hacer en Tucumán, no es imposible, pero las fábricas locales están orientadas a otra cosa”, señaló. En su trabajo final, Martín desarrolló un transporte para el equipamiento de limpieza de piscinas.

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