El apático Mundial del Brasil profundo

El apático Mundial del Brasil profundo

En el interior del vecino país aún no se respira ni una brisa del aire mundialista

“Nao senhor, nao tem alternativa”, aseguró sin inmutarse la garota de la oficina de información. Pero en la vida siempre hay alternativas. Y para este enviado y sus colegas compañeros de aventura periodístico-mundialista, también la hubo: internarse con el auto en el estado de Mato Grosso do Sul para dar un rodeo de 700 kilómetros y evitar quedar varados hasta quién sabe cuándo por el desborde de ríos y los deslizamientos por fuertes lluvias en el estado de Paraná.

Así, los 2.800 kilómetros previstos originalmente por tierra desde Buenos Aires a Belo Horizonte se transformaron de pronto en 3.500. Y sólo tres días y ocho horas después de la partida tuvo lugar el desembarco en la ciudad donde la Selección vela su sueño de gloria.

Los designios de la naturaleza -siempre esquivos y azarosos- forzaron entonces la incursión por el Brasil profundo. Ni el de las playas de ensueño, ni el de los grandes centros financieros, ni el de las huelgas y protestas sociales, ni el de las pobladas favelas, sino el Brasil fronterizo con Paraguay, que vive básicamente de la pequeña agricultura y cuyos habitantes consumen las horas como si la vida se tratara de una larga pero gustosa siesta. Allí, el Mundial se vive con casi total indiferencia. 

En Assis Chateaubriand, apenas un puñado de negocios decorados de verde y amarillo dan cuenta del torneo que se juega en el “patio” de su propia casa. Ni un cartel que haga referencia a la copa, sólo un par de autos con banderitas. En otras palabras: más fervor mundialista se percibe por estos días en Argentina que en este Brasil alejado de los grandes centros urbanos.

En esto influye el hecho de que la confianza en el equipo de Felipe Scolari no abunda. Luiz, en viaje junto a su familia desde Londrina y asimismo rehén de las torrenciales lluvias, bromeó que nos ayudaría a encontrar el camino siempre y cuando convenzamos a Alejandro Sabella de que la copa debe quedar para los anfitriones. “¿Argentina es más que Brasil?”, inquirimos. “Diez contra 10, no sé, pero (Lionel Messi) es mucho más que Neymar”, apuntó uno de sus hijos, Evando.

Mística

En todo caso, como afirmó Bruno, un mozo de la ciudad de Guaíra -en el límite entre el estado de Paraná y el de Mato Grosso do Sul-, en Brasil por estos días se le tiene más fe a la mística de ‘Felipao’ que a la calidad de sus jugadores.

Y la falta de entusiasmo mundialista de muchos tiene que ver también con otros factores. Un playero de una estación de servicio en Dourados puso blanco sobre negro cómo se vive el Mundial por estos días en Brasil. 

“No sé si quiero que seamos campeones, porque la clase política lo usará a su favor para justificar el inmenso gasto de nuestro dinero, cuando necesitamos con urgencia inversiones en las áreas de salud, educación, vivienda”, argumentó lúcidamente Daniel, antes de confesar que, sin embargo, cuando la pelota se pone a rodar, el corazón verdeamarillo lo traiciona, por lo que no dejará de alentar al “scratch”.

Sólo un camino exitoso hasta el final de Neymar y compañía podría sacudir la modorra de este Brasil profundo, al cual el Mundial, en definitiva, por el momento no le provoca ni fu ni fa.


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