Durante la década kirchnerista, Tucumán resignó $ 20.713 millones

Durante la década kirchnerista, Tucumán resignó $ 20.713 millones

Por la plata baila el mono, dice un viejo refrán. El dinero que no se redistribuye en tiempos de bonanzas se ha disimulado con la fuerte expansión que ha tenido el giro de la masa coparticipable a las provincias, que le corresponden de la recaudación nacional. Los fondos transferidos han mantenido a varios gobernadores como ese conejo de las pilas que dicen durar más. Pero, aquellos pingües tiempos se han agotado. Y la administración nacional se ha quedado con una mayor parte de la torta en esta última década, mucho más que en años anteriores. Paralelamente, algunos distritos, como Tucumán, han ido disminuyendo la dependencia fiscal respecto de la Casa Rosada. Al menos desde el punto de vista de la coparticipación; no así de la deuda, que es tan eterna como refinanciable. La provincia denunció ante la Nación que, al cierre de 2012, la deuda pública de Tucumán era de $ 4.240 millones, menos de un tercio del presupuesto de ese período.

El grado de menor dependencia del poder central está fundamentado en el incremento que ha tenido la recaudación de impuestos provinciales. En el último trienio, Tucumán recuperó 10 puntos porcentuales. Las transferencias por coparticipación federal y leyes especiales representan, actualmente, el 70% del gasto público provincial (este año será de $ 17.000 millones).

¿De cuánto dinero dispuso la gestión del gobernador José Alperovich durante la década kirchnerista? A grandes rasgos, las transferencias de fondos coparticipables y otras especiales, realizadas entre 2003 y este año, ascendieron a $ 44.200 millones, de acuerdo con los datos publicados por la Dirección Nacional de Coordinación Fiscal con las Provincias. Pero, en el camino de la década kirchnerista, la administración Alperovich resignó dinero: $ 20.713 millones para ser más precisos, según las proyecciones efectuadas por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf). La provincia admite que la cifra de fondos que no se giraron a Tucumán es relativa y puede ser la mitad del valor calculado por la consultora privada.

El centro dirigido por el economista cordobés Nadin Argañaraz indica que, entre los principales conceptos que dan lugar a resignaciones de fondos provinciales por la creciente concentración de recursos en cabeza de la nación, son: financiamiento tributario de la seguridad social, coparticipación parcial del impuesto al cheque y derechos de exportaciones que desplazan base imponible de otros impuestos. “En el período 2003‐2013 las resignaciones de fondos provinciales llegaron a $ 457.000 millones medidos a valores corrientes de cada año”, expresa el reporte del Iaraf.

De todas maneras, el cierre fiscal de este año marca que Tucumán no registrará números en rojos, pero sí se abre un gran signo de interrogante hacia 2014. Particularmente, porque el Gobierno tucumano deberá afrontar las crecientes demandas salariales de los distintos gremios del sector público, luego de haberle otorgado un incremento del orden del 35% a los efectivos policiales. El Ejecutivo ha proyectado una partida de $ 12.000 millones para hacer frente al gasto en Personal durante 2014, una expansión del 29,2% respecto de lo pautado para este año.

Los aumentos salariales vienen representando un gasto adicional de unos $ 2.000 millones anuales. Y gran parte de esa mayor erogación se compensa con reajustes en los impuestos. En buen romance, sin posibilidades de emitir dinero ni acceder al mercado de capitales, Tucumán seguirá en la senda de los reajustes tributarios. No hay otra manera de financiar tanto gasto corriente.

Además, hay un dato que no hay que perder de vista: la Casa Rosada ya no es tan generosa con los distritos endeudados. Ni siquiera con los aliados, como el caso tucumano. El perdón fiscal se extenderá tan sólo por un trimestre y no por un año, como solía serlo. En otras palabras, eso quiere decir que habrá premios y castigos no sólo por el comportamiento fiscal de cada gobernador, sino también por el acompañamiento político de una gestión que -más que siempre- hará valer el peso de su billetera.

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