Mi pobre angelito
El alejamiento de Oscar Bercovich del gabinete del gobernador, José Alperovich, dejó un tendal de reflexiones para la ocasión. Pero hay una, quizás la más imperante, que le podría servir de enseñanza al titular del Poder Ejecutivo para capear los dos años de transición que le quedan al frente de la Casa de Gobierno: los Estados se conducen con políticos dedicados a gestión política y no sólo con técnicos que la desconocen o que recién están dando sus primeros pasos por los senderos del arte de lo posible, tal como definió Aristóteles a la ciencia en cuestión, hace veinticuatro siglos.

Durante los últimos años, Alperovich se dedicó a despolitizar a su gabinete -primero lo desperonizó- y sumó a técnicos para que administraran esa gran empresa que es el Estado y que poco a poco se fue convirtiendo en una bolsa de trabajo familiar. Así, los peronistas de pura cepa que le traccionaron votos en cada elección que hubo y lo ayudaron a forjar poder a lo largo de estos últimos diez años, tuvieron muy poca cabida dentro de la función pública. No así sus familiares y los amigos de sus familiares. El último vástago del poder que se afincó en la Secretaría General de la Gobernación fue Bercovich, hijo de la vocal de la Corte Suprema, Claudia Sbdar, cuyos lazos de amistad la unen con el matrimonio gobernante. El joven de 25 años regresó a Tucumán desde Londres con un importante título de posgrado y pasó a desempeñarse como secretario privado del mandamás. Al poco tiempo, y sin contar con experiencia en el manejo periodístico de los medios audiovisuales, asumió como director de Canal 10, nada más y nada menos. Y en un abrir y cerrar de ojos, quien en su perfil de Facebook se define como "político" a secas, dio el salto del tigre y llegó a ocupar el cargo más relevante dentro de la estructura gubernamental de la provincia. Cómo será de relevante ese cargo que, a nivel nacional, el mismo puesto lo ostenta el poderoso Oscar Parrilli.

El políticamente tierno funcionario comenzó a desandar caminos hasta que se topó con quienes acostumbran a bloquearlos con cajones de verduras, ojotas y cajas de CDs truchos: los nunca bien ponderados vendedores ambulantes. Como en la película "Mi pobre angelito", Bercovich quedó sólo en Tucumán para lidiar con los comerciantes informales mientras que su jefe político se fue a vacacionar a la paradisíaca Riviera Maya mexicana. ¿Lo habrán dejado solo a propósito o fue un descuido como en el filme? Porque hasta el más optimista podía asegurar que la negociación con los comerciantes informales desembocaría en el fracaso. ¿Por qué? Porque el problema de los ambulantes viene desde la época del ex intendente Rafael Bulacio. E intentar solucionar en una semana lo que no se hizo en 20 años era una apuesta muy riesgosa. Bercovich apostó a todo o nada y perdió. Y a veces, en política, es necesaria también la especulación. Los teros que logran apoltronarse en los cargos suelen gritar en un lado y poner los huevos en otro.

Cuando Alperovich llegó en 2003, Bercovich tenía sólo 15 años. El caos de la venta informal ya llevaba una década. La universidad de la calle se impuso sobre la universidad propiamente dicha. La inexperiencia política le jugó una mala pasada. Obviamente, la derrota no es de Bercovich. Sus títulos cosechados en el exterior le avizoran un futuro promisorio. El que perdió fue el propio Alperovich, al desplazar a la política hacia un costado. Ahora, con el arribo de la experimentada Carolina Vargas Aignasse al puesto que dejó vacante Bercovich, el mandatario buscará imprimirle a su gestión lo que le venía faltando desde hace tiempo: peronismo y gestión política.

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