El pasaje tiene dueños: 13 familias viven en el espacio por el que deberían pasar autos

El pasaje tiene dueños: 13 familias viven en el espacio por el que deberían pasar autos

Ocurre en una calle que está a la altura de Las Heras al 1.000 y que se llama Misiones. Sus ocupantes esperan ser reubicados en un mes

JUSTO EN LA CALZADA. La casilla se levanta en medio del pasaje. LA GACETA / FOTOS DE ANALIA JARAMILLO JUSTO EN LA CALZADA. La casilla se levanta en medio del pasaje. LA GACETA / FOTOS DE ANALIA JARAMILLO
07 Octubre 2013
Son cien metros que se unen por lazos familiares, pero que se dividen por dos apellidos: Sosa y Lescano. La pobreza se extiende a lo largo de todo el pasaje Misiones, ubicado entre Las Heras y Entre Ríos al 1.000, donde se asentaron 13 familias que esperan una salida hacia un flamante barrio en la zona de El Manantial, donde serán reubicados dentro de un mes. Mientras tanto, ellos son los "dueños" de la calle.

Si bien tiene sus características particulares, el caso de este pasaje se repite en otras vías de circulación de la provincia: se producen asentamientos en calles, en banquinas, en caminos de sirga de canales, en los accesos a los ríos que impiden la libre circulación o la dificultan... En el caso del Misiones, la solución parece estar cerca: sus ocupantes se mudarán a un barrio especialmente construido para ellos.

Los mismos rasgos

En los primeros 50 metros, desde Entre Ríos, viven los Sosa. A las mujeres se las distingue por los mismos rasgos: nariz redonda y voz agradable. En la primera casilla habita Romina Jiménez, hija de Viviana Sosa, que tiene un quiosco que da a la calle. Ambas viviendas están separadas por un pequeño patio de tierra y muchos cacharros oxidados. En el centro se nota el agujero del pozo que construyeron para paliar la falta de red cloacal. "Un día casi se la traga a mi nieta. Ese pozo ciego nos hace temblar, porque está hundido", comenta Viviana, que tiene cuatro hijos y con los que comparte apenas una habitación.

Esta mujer nació hace 50 años en el pasaje Misiones y sueña con la mudanza. Lo repite luego de cada frase. Es que necesita el cambio, porque se viene el verano y sabe que las chapas del techo, sostenidas con piedras o con neumáticos viejos, transformarán en un horno a la pequeña casilla. Además, por las rendijas de la madera de sus paredes se cuelan lauchas, alacranes y todo tipo de alimañas que provienen de un terreno baldío cercano.

"No salimos a partir de las 19. Si lo hacemos, nos roban lo poco que tenemos", resalta Romina. Según ella, el principal problema del pasaje Misiones es la inseguridad. "No hay alumbrado público y los ladrones se meten por el pasillo para acechar a los que viven acá o a los que pasan por las calles que están cerca", comenta mientras un vecino pasa por el lugar.

Parches

En la parte más ancha del pasaje sobresale una casa que parece construida con parches de lo que uno se pueda encontrar en el camino: botellas plásticas, trozos de distintas maderas, cajones, tachos, sillas, cartones y pizarras en las que se anuncia la venta de helados y latas de gaseosas. El frente está decorado con jaulas con una veintena de pájaros de colores. Allí viven la sobrina de Viviana, Lucía Díaz, con su esposo, Antonio Fernández, y sus tres hijos. Antonio es ansioso: cada tanto se dirige al Instituto de la Vivienda para que le confirmen cuándo van a trasladarlos a la nueva casa, gestionada por el Programa Federal de Urbanización de Villas y Asentamientos Precarios. Él ya las fue a conocer y por eso tiene tanto apuro.

Muy cerca de Lucía viven sus tías y primas Rosa y Mary Ocaranza, Josefina y Marcela Díaz; también nacidas y criadas en el pasaje Misiones. Las imágenes se repiten en los 100 metros: camas hundidas, pocas habitaciones, ropa colgada en cordones, pisos de tierra, oscuridad y tachos de agua por doquier. Los recipientes plásticos reemplazan al agua corriente (nunca tuvieron suministro), y cuando están vacíos sirven también de bancos o mesas de luz. Por suerte -aclaran ellas- están rodeadas de árboles, que les brindan una sombra refrescante durante el verano.

La separación

Justo en la mitad del pasaje vive Lidia del Carmen Gordillo, de 53 años. Enviudó una década atrás, pero no se quedó sola, porque sus 12 hijos, que llevan el apellido Lescano, construyeron viviendas de material en la misma zona. Lidia llegó al pasaje a los dos meses de vida. Sus padres fueron unos de los primeros en asentarse allí. "Antes era todo una villa. Luego vendieron los terrenos de la manzana, y de la villa sólo quedó lo que corresponde al pasaje", relata la mujer. Jorge Lescano, de 37 años, comparte la misma profesión que su madre. Es diariero y crió, como si fueran sus hijas, a dos de sus hermanas: Judith, de 19 años, y Micaela, de 14. La primera trabaja, y la segunda va a la escuela. Jorge quiere que su familia progrese y pueda tener un futuro mejor. Sueña con habitar una casa con ventanas a través de las que se puedan ver los árboles y en la que sus cerca de 20 sobrinos puedan jugar al sol. Ahora su patio de tierra removida y de plantas bien cuidadas -la jardinería es la pasión de Jorge- recibe a todos sus hermanos cuando hay alguna fiesta.

"¿Sabés cuándo nos van a sacar de acá? ¿Cómo son las casas? ¿Tienen un fondo?", pregunta. Es que le preocupa dónde van a festejar el primer año de su sobrino Leandro Benjamín. Si se mudan, la familia quedará separada. Los que viven sobre el pasaje Misiones tendrán un nuevo hogar, y los que compraron terrenos dentro de esa manzana se quedarán donde están. Y el patio que hoy los reúne tendrá su forma original: una calle donde circularán autos y donde ya no habrá ni un Sosa y ni un Lescano.

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