Fusión de negro y blanco
07 Abril 2013

Por Fabián Soberón - Para LA GACETA, Tucumán

Las novelas policiales contemporáneas han sido escritas por autores que no pertenecen a la órbita de los Estados Unidos. El género se ha desplazado a países que anteriormente no se destacaban. Son los casos del sueco Henning Mankell, del italiano Andrea Camilleri, del griego Petros Márkaris y de los irlandeses John Connolly y Benjamin Black.

¿Qué sucede con las clásicas divisiones dentro del género? En la versión contemporánea hay una fusión de la novela negra y del policial blanco, inglés. Estas novelas no se proponen como una pura versión negra. Se podría decir que son una mezcla de negro y blanco. Hay un detective que busca la verdad (como en el policial inglés) y, al mismo tiempo, el narrador muestra que el detective está inmerso en el perímetro corrupto de la ciudad.

En El chino, de Mankell, por ejemplo, hay dos versiones del detective. Por un lado está la policía oficial (Sundberg) que investiga los 19 crímenes ocurridos en un pequeño pueblo imaginario (Hudiksvall); y por el otro, la jueza Birgitta Roslin sigue la pista de un diario encontrado en el escenario del crimen.

En la tetralogía de Benjamin Black (seudónimo del exquisito novelista John Banville), el forense Quirke es menos un razonador que un dudoso moralista. Sin embargo, el médico, alcohólico y pesimista, razona como lo haría Holmes frente a los casos de corrupción o de excesos de crueldad o violación de menores (como en la última de la serie Muerte en verano). La pregunta, en este caso, es: ¿por qué Quirke se entromete en la resolución de las muertes? ¿Cuál es el impulso? ¿Acaso su furiosa y desencantada visión del mundo? ¿Su desconfianza hacia el género humano? Todo parece indicar que Quirke es un desalmado. Sin embargo, frente a la incógnita del crimen, despliega sus agallas y desenreda la madeja hasta tirar del último hilo. Incluso, a costa de su vida.

La cuestión es, entonces, que tanto Montalbano (héroe de las novelas de Camilleri) como Quirke viven en un mundo miserable y vil. Ellos enfrentan la vileza impostergable con las armas límpidas del razonamiento. Es cierto que sufren los escarnios del mal físico y los ataques y las agresiones de los matones. Pero no dejan de ser más ágiles o más inteligentes que sus competidores. A la vez, estos mártires del capitalismo global, no dejan de estar envueltos en el amor como una condena mientras los conflictos económicos o las crisis políticas arrollan la alfombra de sus países.

La corrupción que no cesa

En las últimas novelas policiales están actualizados los elementos típicos de la serie negra: el estudio de la corrupción, el mundo de la droga, los enfrentamientos entre bandas de mafiosos, la mujer fatal y la persecución paranoica. A la vez, el médico o el policía atípico es un razonador o un ágil pugilista en los laberintos del enigma.

Las novelas de Henning Mankell tienen una particularidad: los conflictos propuestos en la narración no se detienen solo en la repetición de los tics del género sino que, también, funcionan como una exposición de problemas políticos en el seno de la sociedad mediatizada y global. El chino (Tusquets, 2008) sitúa a los personajes en diversos escenarios. Esas ciudades, ubicuas e idénticas, repiten los esquemas y los vicios de las llamadas ciudades globalizadas. La novela propone una trama que se asienta en la exploración del mundo globalizado en ciudades de Suecia y China. Continúa en la página 4...... Viene de página 1. La aparición de Pekín no es casual. China es, en la novela, un mapa de las formas del capitalismo (del poscapitalismo) en las sociedades del presente y del futuro. En ese sentido, la novela puede ser leída como una reflexión antropológica sobre los comportamientos característicos del hombre de la sociedad global.

Para Henning Mankell, el crimen no es un hecho aislado sino que responde a los secretos mecanismos de los comportamientos humanos en la sociedad global. El crimen es un síntoma de la versión extrema y paródica del capitalismo siglo XXI. Y en El chino el enigma no se resuelve. El autor de las múltiples muertes no es identificado. Creo que este hecho nos dice, en la novela, que la corrupción y la ceguera del mundo persisten.

La negra persistencia

Es curiosa la negra persistencia del policial. Múltiples son las razones de su permanencia. Por un lado, el policial es la versión extrema y, al mismo tiempo, edulcorada y esteticista (en cierta medida) del espectáculo de la sangre que corre por las pantallas televisivas. A la vez, como el policial es un género, no deja de encantar una escritura que aprovecha las repeticiones y los clichés de un esquema que funciona y seduce.

El policial, como alguna vez dijo Ricardo Piglia, expresa ciertos problemas políticos y sociales a través de medios que son distintos a los de la ciencia o la política. En este sentido, el policial aporta cierto grado de inteligibilidad a la trama confusa de lo real. Es decir, el policial es una estética, una ética y una lupa que enfoca desde otro punto de mira la realidad. Quizás en eso radica el poder atractivo que otros géneros no tienen. El claro y evidente renacimiento se asienta en ciertas propuestas que han realizado Mankell, Camilleri, Black o Márkaris: el descentramiento geográfico (la mayor parte de las novelas ocurren en países por fuera de la órbita de EEUU, aunque arrastran los tics del modelo decadentista norteamericano), la mirada política directa, el abordaje de los problemas sociales, la pesimista y desenfadada mirada sobre el sistema policial, la corrupción puesta a flor de piel. Estos factores hacen que el lector se sienta frente a un cruel y paranoico espejo que hilvana una imagen efectista y directa.

¿El futuro?

Los escritores y los críticos no profesan las artes adivinatorias. Y los que lo hacen, comenten el peor pecado y ya tienen un hermoso círculo ganado en el voraz y rojo infierno de Dante. Pero puedo parafrasear a Pier Paolo Pasolini y decir que cada época tiene su policial. Y que el futuro nos dará, más por prepotencia económica que como fruto del arte, policiales negros con una pisca de blanco. Pero de eso que hablen los que vienen.

© LA GACETA

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Fabián Soberón - Novelista, crítico, periodista cultural. Profesor de Teoría y Estética del Cine en la Escuela Universitaria de Cine

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