Hacer posible la vida en común

Cynthia del Carril - Licenciada en psicología

Las instituciones sociales, guardianas de la buena convivencia y sustentadas en principios culturales, aparecen vulneradas ante la irrupción de la violencia, el desprecio por la ley, y el ataque desmedido contra el derecho del otro.

Nos preguntamos a diario qué sucede con los chicos en las escuelas y con respecto a sus docentes; por qué el muchacho de la moto pasó en rojo y sin casco, haciendo peligrar su vida y la de los demás; cómo puede suceder que en plena luz del día le saquen a uno las zapatillas que lleva puestas o le arrebaten la cartera; por qué el político de turno, que nos representa se olvidó de los intereses de la sociedad y va por los suyos propios; qué sucede con el empleado que no cumple con su tarea y exige su sueldo y el patrón que explota y no paga lo que corresponde... Y la lista es interminable y preocupante.

Ya Freud lo advertía en El Malestar en la Cultura: "la satisfacción de los instintos se convierte en causa de intenso sufrimiento cuando el mundo exterior nos prohíbe de ella". Postergar la satisfacción inmediata, regularla, adecuarla a ciertas normas sociales, significa sacrificar la voluntad individual, el propio deseo, para hacer posible la vida en comunidad, con otros, a la recuperación de los lazos sociales y la armonía en la convivencia. Someternos a los dictámenes de nuestra cultura y respetar las leyes nos posibilita entrar en la dimensión de lo humano, de lo cultural: compartir un mundo común con otros y reconocernos en los demás.

La mirada siempre vuelve sobre la familia; el sentido del deber, de la responsabilidad, el acatamiento a las normas, el respeto por la autoridad, se encuentran en una línea confusa. No nos llame la atención, entonces, que el "todo vale", "el todo da igual", la ausencia de sanción y del dar cuenta de los propios actos coloree a nuestras instituciones con un tinte oscuro y desesperanzador".