Recordándote. Esa es la traducción del nombre de una película ("Windy city", ciudad de los vientos) que nunca volví a encontrar. Un filme liviano que un día pasaban en el cine Metro. Y todos pasábamos por ahí y entramos. Éramos unos cuantos imberbes que acabábamos de salir del secundario y nos sentíamos importantes por entrar a un cine solos.
La película empezó a describir las historias de cinco amigos que solían juntarse los sábados en la ventosa ciudad de Chicago a jugar fútbol americano en un parque. Durante la semana cada integrante de ese quinteto seguía su vida de lunes a viernes y el domingo, excepto ese sábado en el que la vida se detenía por unos segundos para dar rienda suelta a la alegría de compartir, de acompañar (se), de confraternizar y de convivir unos minutos con los amigos. Los distendía, les difería las tristezas y les disipaba las frustraciones. Hasta que el cáncer se metió en el cuerpo de Sol, el gordo del grupo. Su sueño siempre había sido navegar en un barco y los amigos empezaron a hacer realidad aquella ilusión de Sol.
Después del viaje en barco, el gordo entra en sus últimos días y se despide de Danny en el diálogo final. Le avisa que algún día le hará saber que está bien en el "más allá". Danny le pregunta cómo se enterará. "Te haré volar la gorra", le responde Sol. Incrédulo y con lágrimas en los ojos, su amigo le advierte que en Chicago hay viento y por lo tanto se le volará más de una vez. "Vos sabrás cuando yo lo haga", le dice. Obviamente, ese presagio es la escena final.
Nos fuimos de aquel cine que hoy es hotel en la 25 de Mayo sabihondos de que la alegría y la ternura eran capaces de mitigar hasta el dolor de la muerte. Pero sin la respuesta de ¿por qué Tucumán es una ciudad sin viento?
La película empezó a describir las historias de cinco amigos que solían juntarse los sábados en la ventosa ciudad de Chicago a jugar fútbol americano en un parque. Durante la semana cada integrante de ese quinteto seguía su vida de lunes a viernes y el domingo, excepto ese sábado en el que la vida se detenía por unos segundos para dar rienda suelta a la alegría de compartir, de acompañar (se), de confraternizar y de convivir unos minutos con los amigos. Los distendía, les difería las tristezas y les disipaba las frustraciones. Hasta que el cáncer se metió en el cuerpo de Sol, el gordo del grupo. Su sueño siempre había sido navegar en un barco y los amigos empezaron a hacer realidad aquella ilusión de Sol.
Después del viaje en barco, el gordo entra en sus últimos días y se despide de Danny en el diálogo final. Le avisa que algún día le hará saber que está bien en el "más allá". Danny le pregunta cómo se enterará. "Te haré volar la gorra", le responde Sol. Incrédulo y con lágrimas en los ojos, su amigo le advierte que en Chicago hay viento y por lo tanto se le volará más de una vez. "Vos sabrás cuando yo lo haga", le dice. Obviamente, ese presagio es la escena final.
Nos fuimos de aquel cine que hoy es hotel en la 25 de Mayo sabihondos de que la alegría y la ternura eran capaces de mitigar hasta el dolor de la muerte. Pero sin la respuesta de ¿por qué Tucumán es una ciudad sin viento?








