Por ahora, no se vislumbra una hecatombe

Por ahora, no se vislumbra una hecatombe

La sensación de que la economía argentina no marcha bien y de que el Gobierno no dispone de los recursos para hacer frente a sus erogaciones pone nerviosos a los inversores y a los ahorristas en general. El Estado, lejos de tomar medidas para tranquilizar, se aferra a un esquema de controles que agudiza el problema.

DÍAS DE FURIA. Etapas críticas como la vivida entre fines de 2001 y 2002, cuando la gente salió a la calle a exigir la devolución de sus ahorros, todavía parecen lejanas. DÍAS DE FURIA. Etapas críticas como la vivida entre fines de 2001 y 2002, cuando la gente salió a la calle a exigir la devolución de sus ahorros, todavía parecen lejanas.
20 Mayo 2012
No sucede con frecuencia, pero sí cada determinada cantidad de años. En la Argentina, los temas vinculados con la economía no suelen atrapar la atención de la población, hasta que comienzan a aparecer señales de crisis que obligan a la gente a interiorizarse sobre la marcha de los números del país y, por qué no, del mundo. En las últimas semanas, no parece hablarse de otra cosa en cuanta reunión confluyan grandes y pequeños inversores, ejecutivos de empresas, o personas comunes que quieren saber si se avecina una hecatombe en el plano económico.

En general, los diagnósticos son coincidentes: la inflación en torno al 22% anual en los últimos años es demasiado elevada para la buena salud de la economía. Por otra parte, los inversores parecen haberse dado cuenta de que al Gobierno le faltan dólares y pesos, esto último por el abultado rojo que tienen las provincias, que no puede subsanarse sólo con la reforma de la carta orgánica del BCRA. En cuanto a los dólares, las medidas implementadas por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, frenando importaciones, llevaron la economía a la recesión y a una caída muy grande del consumo en shoppings y supermercados.

Hace pocos días, el economista Juan Mario Jorrat, de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), aseguró que la Argentina entró ya en recesión, con una baja desde noviembre pasado. En un artículo publicado en el matutino "La Nación", el experto tucumano destacó que esta caída ronda el 2% y aclaró: "no hay ningún indicador que muestre que esta tendencia vaya a revertirse en el resto del año; al contrario, ya que parece ser una recesión incipiente".

En la última semana, el economista Miguel Ángel Broda visitó Tucumán y disertó en el hotel Garden Park, invitado por el Banco Industrial. En su alocución, mencionó que el gasto público y la expansión monetaria no dejan de crecer en la Argentina, en un escenario de contracción de los niveles de actividad, en parte porque hay un deterioro de las expectativas y una consecuente caída de la inversión. Enfatizó en que la tasa de inflación y la brecha entre el dólar oficial y el dólar paralelo es una señal de la preocupación de la gente, y de que la Argentina continúa cediendo competitividad, en especial frente a los países vecinos. Sin embargo, Broda, al igual que otros economistas, no cree que la Argentina esté a las puertas del infierno, aunque cuestionó el manejo de la crisis interna que está llevando a cabo el Gobierno nacional. "La Argentina viene a ser como un enfermo moderado que ingresa a la sala de urgencias de un hospital, que podría curarse con un par de aspirinas, pero lamentablemente cayó con un médico de guardia que le inyecta virus para mandarlo a terapia intensiva", graficó.

La gente común parece acostumbrada a convivir con la inflación, el viejo mal de la economía argentina, a la que hubo acostumbrarse luego de 10 años de estabilidad monetaria, convertibilidad mediante. Pero más le teme a dos fenómenos recientes, como son la devaluación y la incautación de depósitos. La sensación que abunda es que el Gobierno no puede sostener un nivel de gastos cada vez mayor, con ingresos restringidos, que llevaron a que el exitoso modelo de superávits "gemelos" (fiscal y comercial) hoy haya quedado en la historia más agradable de nuestro país, cuando la economía argentina se robustecía a partir de altas tasas de crecimiento. De ahí que muchos vienen optando por abandonar la moneda nacional, a la que consideran de alto riesgo, y volcar sus ahorros o esfuerzos económicos a activos más sólidos, como las monedas externas o los metales, por ejemplo. Y como un círculo vicioso, el Gobierno salió a impedir por todos los medios la dolarización total de la economía y la fuga de capitales, con fuertes restricciones que no sólo confirman los temores de los inversores, sino que agudizan aún más el problema.

Lo concreto es que se desconoce cuándo el Gobierno flexibilizará un poco la férrea política de controles a la economía. Por lo pronto, las estimaciones de crecimiento para este año son menores en el sector privado que lo que proyecta el Estado. Así, FIEL pronostica un crecimiento del 2,7%, y el estudio Bein, en torno del 3%, mientras que la consultora Analytica prevé un 4%, más cerca del 5,1% contemplado por el Gobierno en el presupuesto aprobado por el Congreso para este año, según revela "La Nación".

El economista y financista tucumano Damián Valenzuela Mayer vaticina que al Gobierno no le quedará otra alternativa que ir acortando la brecha entre el dólar oficial y el denominado "blue" (paralelo), lo que significará una devaluación del peso que podría alcanzar un 25%. No cree que se llegue al extremo de tener que recurrir a los ahorros del sector privado, pero igual se presume que el valor de los activos en poder de la gente está próximo a sufrir una depreciación.

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