Jesús, Pilatos y Barrabás en la intimidad

Jesús, Pilatos y Barrabás en la intimidad

Un periodista de LA GACETA se unió al elenco de la obra y formó parte de las presentaciones en Tafí del Valle. Fue la oportunidad de descubrir cómo funciona el grupo que conduce Ricardo Salim. Las vivencias de los actores son muy fuertes y demuestran cómo los influyen los personajes que encarnan. Mucho humor, camaradería, anécdotas y la presión del "estreno".

¡SONRÍAN! El guardia romano también puede hacer de fotógrafo. ¡SONRÍAN! El guardia romano también puede hacer de fotógrafo.
Debo confesar, nobleza obliga, que no conocía los entretelones de "La Pasión", y gracias a este viaje al interior de un fenómeno que mueve masas en Tucumán, en la región y en buena parte del país, entiendo por qué unos la representan y otros la siguen aplaudiendo 20 años después de la primera puesta.

En el micro de la empresa Aconquija viajamos 18 "actores": hay guardias y sacerdotes; están el Ciego (Javier Maidana), Barrabás (Vicente Tejerina), María ("acá me llamo Magui, allá María", aclara la señora) y algunos miembros del pueblo de Jerusalén, del que formo parte.

A unos metros de la enorme piedra que cayó en la ruta 307 durante el verano, un obrero de Vialidad pide que los pasajeros más jóvenes desciendan y pasen caminando para alivianar el vehículo. Desde lejos, la imagen en medio del cerro es la de una maratón, pero no se sabe si de algún grupo religioso o del PAMI. Las risotadas iluminan las nubes de la fría y húmeda mañana del Jueves Santo.

Llegamos a Tafí del Valle. Pilatos (Sergio De Filippo) pasa lista y acomoda a los pasajeros en sus respectivas habitaciones. Excepto Jesús (Juan Brunet), que se aloja en un rancho junto a su mujer y a su hijito recién nacido, el elenco se hospeda en una hostería del centro; también Ricardo Salim -el director- y su mamá de 90 años, encargada del vestuario. "Es que hay que tenerlos a todos juntos, son como chicos", había advertido Salim antes de la partida. ¿Estaría exagerando?

Llega Jesús
El clima de reencuentros, besos y abrazos del viaje, del almuerzo y de todo momento se repite durante el primer ensayo. Son las 15 (un poquito más, por supuesto) del jueves, hace frío y el escenario natural de La Banda está algo húmedo, pero hay que poner en marcha una maquinaria de 20 años que, en buena parte, se conduce sola.

"¡Ahí está Jesús!", se escucha cuando el flaco, alto y barbudo actor baja de su móvil. "Está más gordo, es la vida de casado", se comenta, y hablan de su peinado con extensiones que naufraga entre un rockero de los 80 y un cumbiero actual. Los muchachos, está claro ya, no dejan pasar una.

La obra comienza con la llegada de Jesús a Jerusalén. El pueblo, conmocionado, corre en círculos comentando que ha arribado el Mesías. Es necesario repetir la escena unas cuatro veces y llega el primer piquete al director: "queremos hacer el peine", dice una tafinista. El peine era una forma de interpretar la escena en la que los actores se cruzaban en vez de correr en círculos. Salim explica que no, que este año las cosas han cambiado, que se incorporó una nueva tarima para ampliar el escenario del templo, entre otras cosas. "Si mañana nos plantamos hacemos el peine, ya van a ver", dice la piquetera por lo bajo. Y se larga a correr.

Entre los actores hay quienes hicieron la obra una, tres, siete, 15 y hasta 20 veces. Se la saben de memoria y el primer ensayo es más bien para recordar los puntos clave y los tiempos. Todos están tranquilos, y ante la mínima oportunidad vuelven a las charlas para ponerse al día. Salim deja pasar algunas cosas, pero insiste en los momentos fundamentales del texto, sobre todo en el templo, cuando los sacerdotes increpan a Jesús por haberse proclamado Hijo de Dios.

Mientras, el pueblo sentado a la puerta del templo charla, se distiende y se distrae. Sacando conclusiones, algunos personajes bíblicos tienen peor prensa de la que debieran. El caso -según esta versión- de Judas, ya que ha sido engañado por el Sanedrín y por eso traiciona a su amigo, de lo que después se arrepiente.

Un generoso codazo en las costillas me hace volver a la Tierra: "¿que usted no actúa? ¡Vamos, mueva las manos!", me dice una tafinista, y lo reitera las veces que sea necesario. Evidentemente, por más que seamos extras, no estamos para hacer la plancha.

Las escenas están lejos de salir impecables, a pesar de los intentos, pero el ensayo avanza. Corremos hasta el Monte de los Olivos, y en una especie de scrum intentamos impedir que los guardias romanos se lleven a Jesús. El director nos reta por el desorden, la poca concentración. Pide que cuidemos a los chicos, porque al día siguiente habrá gente por todos lados. En la montonera del scrum encuentro tranquilidad en unas palabras tenues: "total mañana, con túnica y público, sale siempre todo bien".

Paremos la pelota
El elenco está agotado después de un primer ensayo de más de tres horas. La cena tempranera en el Club de Veraneantes comienza un poco después de las 21 y el hambre es voraz. Los chistes y las gastadas non sanctas a los presentes y ausentes no aflojan. Vale todo menos enojarse, por supuesto.

Alguna parte del equipo decide ir al hotel a ver "Soñando por cantar". Otros aceptamos la invitación de "El Gringo" y su hermana, Liliana, que años atrás trabajaron en "La Pasión" y esta vez alquilaron una casa para pasar Semana Santa.

Se hablaba de la escena de los sacerdotes cuando Luciana De Filippo para la pelota y dice, dirigiéndose al cronista de LA GACETA (identificado por el grupo como "el infiltrado): "bueno, ahora nosotros queremos hacerte un par de preguntitas a vos. ¿Qué hacés acá, qué vas a escribir? Entenderás que hay cosas que no se pueden publicar..." Pero compruebo que tienen más ganas de contar que de preguntar.

"Lo que más me gusta de este grupo es la confianza que tenemos, la suficiente para decir 'hoy estoy mal, no me molesten'. Eso es lo que más me motiva a venir todos los años. Siempre digo que voy a aprovechar la Semana Santa para descansar, pero cuando se acerca la fecha empiezo a preocuparme si Juliana no me llama", revela Luciana. Juliana Quipildor es la secretaria de Salim y se encarga, entre otras cosas, de convocar al elenco. Atención; entre Luciana y Guardia 1 (Francisco Kassar) hay una competencia sangrienta. "Cuando me llaman primero a mí lo hablo por teléfono en el acto y lo gozo", apunta ella. En realidad, todos esperan ese llamado anual y comienzan a inquietarse cuando se demora. Otros ni lo esperan ni lo reciben, pero no faltan en Tafí del Valle. Tina Herrera (Verónica) sí vive el componente religioso de la representación; también acompaña a Mabel a rezar el rosario después de la función, pidiendo por un nieto al que le acaban de encontrar un problema en los oídos, tal vez irreversible. "Pasa un año en el que quizás no nos vemos, las cosas en nuestras vidas cambian, pero nos reencontramos acá y la relación está intacta. Hablamos todo, es como un retiro espiritual", explica Tina, mientras Claudia Fermoselle (Rebeca) y Juliana coinciden plenamente.

"Hablamos mucho, reflexionamos. Tiramos un tema y lo debatimos. Hoy por ejemplo, con Hernán hablábamos de la vida después de la muerte; para él no hay nada después y para mí sí", cuenta Sergio De Filippo, hermano de Luciana y papá de Mariano, el benjamín del elenco.

Sergio es peluquero y el creador de las extensiones de Jesús; Hernán Lanús (apóstol Juan) es ingeniero químico y miembro de la Policía Científica de la Federal. Entre los variadísimos oficios del equipo hay ingenieros en informática, empleados bancarios, almaceneros, docentes y licenciados en Historia, entre otros.

El grupo se encuentra dos veces al año, para La Pasión y para la representación de La Batalla de Tucumán, en el parque Avellaneda, también dirigida por Salim. "Pero esto es distinto... La convivencia con el elenco, estar en Tafí, le agrega una mística especial que nos convoca", distingue alguien, y agregan un ingrediente fundamental: el público. "Mañana vas a ver lo que es", anticipan.

La hora de la verdad
Segundo ensayo, el viernes por la mañana. El sol ha salido con toda la fuerza y secó el fantasma de la lluvia, una posibilidad siempre latente. Siguen los reencuentros, las charlas, los abrazos entre los tucumanos y los tafinistos, todas figuritas repetidas.

"La primera función siempre se vive como un estreno", me habían dicho la noche anterior. Y se acabó lo que se daba: el director pone los puntos, micrófono en mano y a todo volumen. La prueba sale considerablemente mejor que el día anterior, y eso que falta el vestuario.

La cita era a las 15.30 y la función comenzaría a las 17.30. Después del almuerzo, el equipo de "La Pasión" llega a La Banda. Ya hay gente por todos lados y no para de entrar, como si fuera un éxodo desde la Villa hacia el predio, que por un rato se disfraza de lugar sagrado. Es una multitud atrincherada con sus cámaras de fotos y filmadoras a punto de disparar.

En el elenco se respira ansiedad. "Bueno que dejen de hablar ya", se escucha, mientras el director y los miembros de la Cooperadora del hospital agradecen, entregan premios y recuerdan a algunos personajes que pasaron durante estos 20 años. Luciana llora, no de miedo ni de emoción: acaba de recibir malas noticias sobre la salud de su papá, pero el show debe continuar. Se consuela en los brazos de sus compañeros y amigos que, por un momento, dejan las risas a un lado. La música indica el comienzo de la función.

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