La aloja intenta volver a instalarse en la ciudad

La aloja intenta volver a instalarse en la ciudad

FELIZ CONVIVENCIA. Pedro Gómez vende aloja y también gaseosas. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA FELIZ CONVIVENCIA. Pedro Gómez vende aloja y también gaseosas. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA
18 Enero 2012
Olga Martínez desandó media cuadra para encarar al vendedor. En la bicicleta, parada en una de las calles de la Plaza Independencia, el cartel decía -demasiado discretamente a pesar del color rojo- "Aloja". "Cada vez que vengo a Tucumán la busco, pero no hay en cualquier lado", dice la mujer con su tonada porteña, mientras le paga al vendedor los $ 4 que cobra el medio litro de aloja semicongelada. Su hija la mira impávida, no entiende nada, "¿qué hace que no compra una Pepsi si tiene sed?" parece preguntarse la adolescente. Pero Olga se va feliz con su aloja.

"Ni si quiera la gente de acá la conoce ya, y eso que es tan nuestra", asegura Luis Barrionuevo, quien compró ayer cinco botellas para repartir en la oficina en la que trabaja. Claro, él se crió con la aloja que le hacía su mamá en el pueblo de Arcadia, donde todavía vive, pero en una oficina de ciudad esa bebida suena más a un mito que a algo que pueda calmar tan increíblemente la sed.

La aloja es un fermento de la algarroba blanca, que se vende en puestos ambulantes y que en otro momento de la historia era muy consumida en la jungla se cemento. Pero ahora son pocos los que la fabrican y los que compran, a veces, lo hacen más por curiosidad que por gusto.

"Muchos turistas te preguntan qué es lo propio de acá y yo le ofrezco achilata o aloja. Es muy parecida a la sidra, a la gente le encanta", asegura el vendedor Pedro Gómez, quien aprendió la receta hace unos 30 años. "Me la enseñó un hombre que me vendió un triciclo en el que yo salía a vender: se pone la vaina de algarroba blanca en agua y se deja fermentar una semana en tachos de plástico o en tinas de barro cocido. Después se le agrega azúcar quemada, que es lo que le da el color marroncito y se cuela. También se le agregan unos granitos de maíz, pero eso ya son toques especiales de cada uno", apunta el vendedor instalado y recuerda que la chicha, típica de Santiago del Estero, es como la aloja pero de maíz, y que no es cierto aquello de que para que fermente se mastican los granos y se los escupe en un fuentón.

Gómez, quien hace traer la algarroba de Termas, no puede asegurar si la aloja tiene o no alcohol como producto de la fermentación. "Lo que sí le puedo asegurar es que cuando se mezcla con vino se hace lo que se llama ?Pata ?i cabra?, y eso sí que macha", advierte.

Los tiempos han cambiado y la aloja, que antes se servía en jarras y se tomaba en el mismo puesto, ahora viene en botellas descartables de gaseosa. "Para limpiarlas las pongo en fuentones con agua y lavandina", asegura el vendedor. En la calle, así como no está permitida la venta ambulante, tampoco hay controles bromatológicos. A la luz de los hechos y de las ventas, ese punto no parece preocupar mucho. La aloja todavía le gana a los golpes de calor.

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