Las PASO serán una encuesta pública nacional

Las PASO serán una encuesta pública nacional

Los reveses electorales en Santa Fe y en Capital Federal de un kirchnerismo que no tiene candidatos propios en Córdoba, ¿afectan, o no, la carrera de la Presidenta por la reelección? En un país donde casi todas las encuestadoras fallaron, hasta los consultores consideran que las internas abiertas del domingo arrojarán datos objetivos para perfilar el escenario de octubre

Se llaman, legalmente, Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. Se las conoce, comúnmente, por sus siglas: PASO. Pero, a una semana de que deban celebrarse, todo parece indicar que ya se perfilan como una suerte de primera gran encuesta nacional y estatal. En rigor, como internas que son, tienen la finalidad específica de definir los candidatos a cargos nacionales de los partidos, a lo que se agrega el requisito de que la fuerza que no reúna el 1,5% de los votos válidos tampoco tendrá derecho a presentar postulantes. Pero a los efectos políticos, los analistas, los consultores, los encuestadores y también los políticos le asignan otro cariz: la función de anticipar, con trazos generales, el escenario que se perfila para las presidenciales del 23 de octubre.

Que las PASO se conviertan en una suerte de mojón, en un punto de referencia para la votación nacional del 23 de octubre, no parece un capricho sino que, últimamente, se ha convertido casi en una necesidad. Y por múltiples motivos.

Por un lado, se encuentra el fracaso sistemático de la casi totalidad de las encuestadoras en cuanto a los resultados que finalmente se dieron en los comicios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la provincia de Santa Fe. La gran excepción fue dada por Poliarquía (Ver Ni tan...). Frente a un escenario en el que algunas consultoras llegaron a dar como ganadores a los kirchneristas Daniel Filmus en Capital Federal y Agustín Rossi en Santa Fe, el resultado de una votación se presenta, cuanto menos, como un dato objetivo.

Por otra parte, en lo que va de este intenso año político, las elecciones provinciales han mostrado un comportamiento cuanto menos espasmódico. El año comicial empezó el 14 de marzo, con una inesperada victoria kirchnerista en Catamarca: el triunfo de Lucía Corpacci sobre el todavía gobernador Eduardo Brizuela del Moral destronó dos décadas de hegemonía del radical Frente Cívico y Social. Una semana después, vino el no menos trascendental empate en Chubut: Mario das Neves se bajó de su precandidatura presidencial luego de que su candidato, Martín Buzzi (luego ganaría las elecciones complementarias) sólo consiguiera aventajar en un 0,5% al kirchnerista Carlos Eliceche.

Más tarde se sucederían otros cinco triunfos provinciales favorables para el oficialismo: Salta (Juan Manuel Urtubey), La Rioja (Luis Beder Herrera), Neuquén (Jorge Sapag), Misiones (Maurice Closs) y Tierra del Fuego (Fabiana Ríos).

La Casa Rosada presentaba entonces a la jefa de Estado como el "huracán Cristina", que perdió su furia cuando, en julio, tocó tierra en los grandes distritos. El PRO, en territorio porteño, le sacó 20 puntos al Frente para la Victoria en primera vuelta, y 30 puntos en el balotaje. Y esa misma fuerza de centro derecha arañó la gobernación santafesina, y relegó al tercer puesto a los "K".

Hoy, para el caso, no importa cuál sea el resultado en Córdoba, el cristinismo tampoco se anotará una victoria. Mientras el ex gobernador y peronista disidente Juan Manuel de la Sota reniega los apoyos del oficialismo nacional, tanto el senador Luis Juez (Frente Cívico y Social), en esta coyuntura aliado al socialismo, como el diputado radical Oscar Aguad son abiertos opositores.

Esta dicotomía ha disparado toda clase de análisis, que se confrontan en bares y sobremesas. Unos dicen que el pueblo sabe votar y sacan a relucir el caso santafesino: el socialismo retuvo la gobernación pero no tendrá mayoría parlamentaria. Por lo mismo, el elector separa claramente los comicios de gobernadores de los presidenciales. Otros advierten que el kirchnerismo dejó de obtener resultados favorables después de que la Presidenta anunciara, el 21 de junio, su decisión de competir por un segundo mandato. En esta línea están los que preguntan cómo va a ganar el kirchnerismo en octubre si hoy está perdiendo en los distritos más importantes del país. Enfrente contestan que, en materia de matemáticas, la jefa del Ejecutivo nacional es la indiscutible favorita mientras que, en la oposición, lejos de haber un claro contendiente, sólo hay disgregación.

Las PASO, en esta gritería, ya son soñadas como una instancia que pasará en limpio todos estos borradores. Con semejante expectativa despositada en unas internas abiertas que el ministro del Interior, Florencio Randazzo, tuvo que ratificar durante la semana pasada porque no pocos las creían impracticables, se avizora que habrá un país antes de las primarias y otro después. Y si se cierra un poco más la lente, podrá advertirse que de la votación del fin de semana que viene podrán surgir dos escenarios posibles, atados a un porcentaje con rango constitucional: el 40%.

Como se sabe, un candidato puede ser consagrado Presidente de la Nación en primera vuelta si obtiene el 45% de los votos o, en su defecto, si consigue como mínimo el 40% de los sufragios y le saca 10 puntos de ventaja al segundo.

A partir de ello, puede suponerse que habrá un país si la Presidenta consigue en las PASO el 40% de los votos positivos, y otro si ella obtiene un porcentaje menor.

Eso termina de redimensionar las primarias abiertas. Tanto los que quieren el primer escenario como los que desean el segundo tendrán, en siete días, una cita verdaderamente impostergable con las urnas. La próxima Argentina comenzará a delinearse en una semana.

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