El sueño de dejar la villa y adueñarse del barrio

El sueño de dejar la villa y adueñarse del barrio

Hace aproximadamente 50 años, el mapa urbano empezaba a mostrar el impacto de los asentamientos irregulares, aquellos a los que la pluma del escritor Bernardo Verbitsky bautizó como "villas miserias". En pleno siglo XXI, desde el Estado se enfrenta la dificultad de acompañar al "villero" en su tránsito a ser ciudadano. La Costanera y Canal Norte.

CIUDAD DE CONTRASTES. Desde el puente Oscar Barros se hacen evidentes los contrapuntos entre la ciudad que crece hacia arriba y  los rancheríos. LA GACETA / FRANCO VERA CIUDAD DE CONTRASTES. Desde el puente Oscar Barros se hacen evidentes los contrapuntos entre la ciudad que crece hacia arriba y los rancheríos. LA GACETA / FRANCO VERA
En un día de sol, desde el puente Oscar Barros, el espejo del Salí brilla engañoso, indiferente a la carga contaminante que vuelcan fábricas e ingenios, y a la basura que arrojan muchas de las 11.000 personas que se han ido instalando en las riberas del río en el último medio siglo, conformando aquellas "villas miseria" a la que el tiempo ha mutado en eufemismos tales como "barrios de emergencia" o "asentamientos irregulares".

Por debajo del puente, en la zona ribereña que pertenece al municipio de la Capital, en el acceso a los barrios Roselló y El Trébol, un topógrafo hace mediciones "para lo que será el futuro malecón de la avenida Costanera". Para el hombre, empleado de la empresa adjudicataria de la primera etapa del Proyecto de recuperación de las riberas del Salí (municipalidad capitalina, Provincia y Nación), este puede ser un trabajo más de los que viene haciendo en el marco del Programa de Mejoramiento Barrial (Promeba). Por esa iniciativa, 12 vecindarios tucumanos que comenzaron hace décadas como villas se han ido convirtiendo en barrios consolidados: mediante obras de infraestructura y de servicios (agua potable, desagües cloacales y pluviales, red eléctrica y vial, equipamiento urbano y un intenso trabajo social con los habitantes de ese territorio) se los ha integrado a la ciudad.

Como dice la arquitecta Marta Casares, el Promeba intenta articular el sector de la ciudad que llegó de modo informal con la ciudad preexistente. Y eso no es una mera cuestión de vivienda, sino de ciudadanía.

Política y capital

Para las 2.002 personas alcanzadas por esta primera fase de la recuperación del río, en la degradada Costanera del Salí, la instalación del obrador, mañana muy temprano, puede ser el camino hacia una vida ambientalmente digna.

"Esto era un brazo del río que había quedado aislado, y con el tiempo lo fuimos rellenando. Teníamos una casilla, y en 20 años se fueron instalando mis hermanos, mi mamá y mi papá", cuentan Pablo Gómez y su esposa Sonia. Para ellos, papás de tres hijos, la llegada del Promeba es providencial. Viven en una casilla ubicada casi al borde de la ribera, al finalizar una calle de viviendas precarias y pasillos interiores que culminan en un basural en el que se alimenta un caballo. Contrastando con ese paisaje se levantan cuatro construcciones nuevas (dos terminadas y dos en obra) de color maíz.

A una de esas construcciones (módulos habitacionales con dos habitaciones y un baño) se mudarán los Gómez en menos de un mes, para dejar libre el espacio que el Estado necesita para la apertura de calle. "Será por la política, pero nos están terminando el módulo, y eso nos beneficia: vamos a tener la pieza para los chicos", dice Sonia.

La mujer resume lo que está en el aire: en tiempos electorales, la tierra es un capital imponderable, hasta el punto de que gran parte de las villas que atraviesan el mapa provincial nacieron al calor de la necesidad de la gente y de la "picardía" de los punteros políticos.

Mientras tanto, los Gómez aprovechan el viento a favor y piden que les levanten el basural; pero son menos optimistas respecto del otro gran drama de la Costanera: la venta y el consumo de drogas.

"En Santiago del Estero yo me he criado jugando a la bolilla y a la escondida. Aquí, a los 10 años, ya se drogan. Mi hijo Joaquín, que tiene tres años, cuando vamos a Santiago me pregunta: ?papá, ¿acá no venden drogas??", revela Pablo.

Más que viviendas

El caso de la Costanera es uno de los tantos laboratorios con los que operan los responsables del Promeba, que ya operó sobre 12 barrios vulnerables de la Provincia. "Cuando cambia la fisonomía urbanística y se empiezan a ensanchar los pasillos y los senderos se convierten en calles, hay un cambio fundamental, porque es central en un barrio la accesibilidad. Pero no puede hacerse nada sin un trabajo previo con la gente del lugar, sin la participación de la comunidad", coinciden las arquitectas María Elena Olarte de Gravano y Liliana Araujo (Instituto Provincial de la Vivienda (IPV, Promeba). Saben que esos 12 casos son apenas una parte del problema mayor: se estima que en Tucumán viven en barrios no consolidados o en vías de serlo alrededor de 100.000 personas.

Entre las heridas que muestra el mapa, una de las más lacerantes son los bordes del Canal Norte, donde la única solución es reubicar a la gente en otros lugares, como ya ha hecho el Promeba con 43 familias (ver "La dura tarea...).

Sin embargo, si el Canal Norte "duele", no hace falta internarse demasiado para encontrar más heridas urbanas: los bordes de las vías de la ciudad, a pocas cuadras de la plaza Independencia, están llenos de taperas que, según afirman funcionarios de todo fuste, son erradicadas un día... Y al otro, ya están de vuelta.

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