Efectos del dominó árabe

Efectos del dominó árabe

Por Carlos Duguech, Analista internacional.

24 Febrero 2011
Es una tentación a la que no escapa ni el periodismo. La palabra "dominó" -que lo resume todo cuando se la emplea en un contexto como el actual que involucra a países del norte africano- pareciera facilitar el análisis de la situación del Mediterráneo. ¿Cómo, del Mediterráneo, si estamos hablando de los países norafricanos? Es una pregunta que se sustenta en el inveterado concepto de que ese mar interior es netamente europeo. Sin embargo, pese a quien le pese, sean los de las playas mediterráneas europeas, el mar baña también las costas de Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Egipto. Sin embargo, algo singular distingue a estos países árabes mediterráneos de los estados europeos: fueron colonia, protectorados, tierra dominada por españoles, franceses, italianos, ingleses, hasta sus respectivas independencias de tutelajes europeos.

Así expuesta esta vidriera continental africana del sur mediterráneo vuelve al centro de esta columna aquello del dominó árabe.

Dicho esto advirtiendo la secreta aunque notoria expectativa (por el dominó) que se advierte en los indisimulados gestos que las definen desde dos centros de poder: al oeste del Atlántico, los EEUU y al norte mediterráneo, la Unión Europea (UE). Con esos centros había una estable relación de mutua conveniencia, en cada caso. Un statu quo casi permanente y con rasgos de imperturbabilidad, no importa si Gaddafi llevara más de cuatro décadas en el poder o Mubarak más de tres, o haya regímenes distanciados del concepto de "democracia" mientras todos ellos, a su manera, contribuían al interés de EEUU y de algunos países de la UE.

Dinámica previsible

Quienes desde esas geografías "occidentales" (cultural y políticamente nominadas) vislumbran una dinámica previsible de cada pieza del dominó cayendo una sobre otra en fila, sucesivamente, con relación a los países árabes, se equivocan. Se equivocan cuando imaginan que la democracia sentará reales en la región, en cada pieza del dominó árabe.

Casi irracionalmente, aunque tenga tono de cátedra ese ejercicio prospectivo. Imaginar por momentos (va un ejemplo que bien podrá calificarse de psicodélico, acertadamente) lo siguiente: que luego del asesinato de Kennedy la organización que lo ideó y ejecutó pretendiera crear una monarquía en los Estados Unidos.

Quien esto escribe se anticipa a decir que supone que tal ejemplo suene exactamente psicodélico, imposible. Pues bien, ese es el punto de inflexión de este análisis: no se podrá imaginar que en esos países del Magreb árabe y del Medio Oriente, se pueda injertar en su cuerpo sociocultural y en su estructura ancestral ni la democracia de los países de la OTAN (sólo por identificarlos) ni la "pax americana".

La participación

El dominó, las fichas que se espera (o pretenden) que caigan no serán más que una avanzada de sus pueblos hacia mejores formas de participación en el destino de sus países. No más que eso, que ya es bastante. La extendida tradición de esos pueblos de conquistadores y conquistados, de dominaciones, de encumbramientos y caídas, no admitirá recetas ajenas. Y cerramos con una expresión que esperamos lo signifique todo, eufemísticamente, por cierto: no cambiarán, de la noche a la mañana el quipe por las modernísimas hamburguesas de cualquier marca que fuesen. Los que sí cambiarán -será necesario- son los códigos que ligarán esos países del efecto dominó preanunciado con los que recién ahora abren los ojos para ver el fuego.

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