Él comenzó con risas; ella, seria, esquivó la mirada

Él comenzó con risas; ella, seria, esquivó la mirada

15 Febrero 2011
"Pibe, a esto hay que afrontarlo con fuerzas y templanza". Luis Piccinetti -traje oscuro, pelo engominado, anteojos, devoto del chicle- le guiña un ojo al periodista de LA GACETA. Combina el perfume mentolado de su boca con la fragancia de una infantil "aguacolonia" para interpretar el papel del canchero. "Nunca estuve enamorado de nadie", dice. Una mujer, su debilidad, desfila el pasillo del Penal de Tribunales y captura su mirada. "¿Y a esta qué le pasa?", pregunta esbozando la risita innata.

No hay muchos masajistas a domicilio en Tafí Viejo acusados de asesinar a un agricultor. Uno tal vez, Piccinetti. Así se gana la vida el otrora "dandy de Trancas", y cuesta creerlo, pero no deja de esbozar la suave carcajada cuando camina a lo largo y ancho del corredor con un teléfono celular apretado a la oreja. "Pibe", repite mientras camina, y levanta las cejas. Se detiene a un metro de Silvia Raquel Lai, la otra imputada. Así de liviano es su desayuno. "Se ríe como si su intención fuera provocarme", susurra la viuda. Abogados y policías lo saludan. Ella evade su mirada, siempre.

La custodia invita a presenciar el debate en la sala 3. Fotos, flashes, barullo judicial. Cuando Piccinetti ocupa el banquillo de los acusados para declarar ocurre lo inimaginable: su mueca de alegría empieza a torcerse hacia abajo, el "pibe" desaparece. El juicio ha empezado.

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