Por Carlos Páez de la Torre H
16 Octubre 2010
JULIO LOPEZ MAÑAN. Mirador de su casa, ya demolida, en la calle 24 de Setiembre 635. La foto es de 1972. LA GACETA / ARCHIVO
Uno de los capítulos más interesantes de "Tucumán antiguo. Anotaciones y documentos" (1916), libro de Julio López Mañán, es el titulado "Suplicio de una hechicera. Justicia criminal tucumana en el siglo XVII". Rescata allí actuaciones judiciales de extraordinario contenido, cumplidas en San Miguel de Tucumán entre 1688 y 1689.
Muy sintéticamente, todo empezó con la hinchazón del muslo del capitán Diego Bazán Ramírez de Velasco. Su madre querelló a la india Luisa González ante el juez eclesiástico. Sostenía que Luisa, "famosa en el arte de enhechizar", era causante de la enfermedad de don Diego, y que se la había causado "por alguna mala adversión que le tenía". Aportó un testigo, Pedro de la Rocha. Este afirmó que Luisa había hechizado antes a una india de Eldete.
El hecho es que Luisa fue prendida y engrillada. Trajeron al proceso al indio Pablo, del Aconquija, autodeclarado "adivino" y que "por serlo sabe de cosas ocultas". Pablo entró al rancho de Luisa, golpeó el piso de tierra con una caña, y excavó en el sitio que sonaba a hueco. Extrajo de allí y puso en una bolsa, "un sapo que estaba atado con un pedacito de lienzo y con un hilo blanco en el muslo". Luego, el sapo fue librado de las ataduras y echado en el río, tras lo cual empezó a mejorar don Diego, hasta quedar totalmente sano. A Luisa la pusieron en el potro de tormento, pero se obstinó en negar la condición de hechicera.
López Mañán glosó y comentó diestramente estas actuaciones en su libro. Al final, apuntaba que las cosas no habían cambiado mucho. En efecto, en los procesos, "aún nos quedan adivinos que, con el nombre de peritos hoy, mandan a la cárcel a sus semejantes con la misma lógica que atribuía la enfermedad de don Diego en un muslo, a la influencia del sapo atado con un trapo".
Muy sintéticamente, todo empezó con la hinchazón del muslo del capitán Diego Bazán Ramírez de Velasco. Su madre querelló a la india Luisa González ante el juez eclesiástico. Sostenía que Luisa, "famosa en el arte de enhechizar", era causante de la enfermedad de don Diego, y que se la había causado "por alguna mala adversión que le tenía". Aportó un testigo, Pedro de la Rocha. Este afirmó que Luisa había hechizado antes a una india de Eldete.
El hecho es que Luisa fue prendida y engrillada. Trajeron al proceso al indio Pablo, del Aconquija, autodeclarado "adivino" y que "por serlo sabe de cosas ocultas". Pablo entró al rancho de Luisa, golpeó el piso de tierra con una caña, y excavó en el sitio que sonaba a hueco. Extrajo de allí y puso en una bolsa, "un sapo que estaba atado con un pedacito de lienzo y con un hilo blanco en el muslo". Luego, el sapo fue librado de las ataduras y echado en el río, tras lo cual empezó a mejorar don Diego, hasta quedar totalmente sano. A Luisa la pusieron en el potro de tormento, pero se obstinó en negar la condición de hechicera.
López Mañán glosó y comentó diestramente estas actuaciones en su libro. Al final, apuntaba que las cosas no habían cambiado mucho. En efecto, en los procesos, "aún nos quedan adivinos que, con el nombre de peritos hoy, mandan a la cárcel a sus semejantes con la misma lógica que atribuía la enfermedad de don Diego en un muslo, a la influencia del sapo atado con un trapo".
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