Queda pendiente la restauración total de la cúpula

Queda pendiente la restauración total de la cúpula

El pintor argentino Raúl Soldi recreó la vida del teatro en la bóveda, un planteo que incluye una partida de ajedrez y al duende del Colón.

IMPONENTE. Soldi llegó a pintar esta obra por impulso de Mujica Láinez. LA GACETA / ARCHIVO IMPONENTE. Soldi llegó a pintar esta obra por impulso de Mujica Láinez. LA GACETA / ARCHIVO
02 Mayo 2010
Los 28 metros que separan la platea del techo del Teatro Colón empequeñecen las figuras livianas y desmaterializadas que decoran la cúpula de la sala principal. Así, a la distancia, poco y nada reflejan el trabajoso esfuerzo que realizó el artista Raúl Soldi (1905-1994) para cubrir más de 300 metros cuadrados de superficie. Una obra de arte también inaugurada durante un 25 de mayo, aunque de 1966, que, según Daniel Soldi, hijo del plástico porteño, debió haber sido incluida en el programa de refacción del edificio.

"Sólo restauraron la pequeña parte dañada por la humedad que entró a través de unas ventanas rotas. Reparar el resto de la bóveda, que estaba cubierta de hollín, costaba entre 30 y 40 mil dólares... ¡Una suma insignificante para lo que costó la refacción!", asegura Soldi a LA GACETA.

La pequeña historia de esa cúpula ilustrada con escenas del teatro es tan accidentada y fascinante como el pasado del Colón. El gran promotor del proyecto fue el escritor Manuel Mujica Láinez, que concibió la idea a partir de la bóveda que el artista bielorruso Marc Chagall pintó en la Opera de París. El autor de "Los porteños" (1979) creyó que, por su talento, su experiencia como escenógrafo y su pasión por las artes escénicas, Soldi tenía el perfil adecuado para desarrollar lo propio en el Colón.

"Papá casi enloqueció cuando las autoridades municipales le trajeron la propuesta. Primero le preguntaron cuánto iba a cobrar; él respondió que nada. Sólo pidió que los materiales tuvieran la máxima calidad, y preguntó si podía llevarse los pomos y recortes de tela que sobraran a su taller particular", recuerda Soldi, de 62 años, que, junto a su hermano Diego, dirige la fundación que el artista creó en la localidad de Glew (Buenos Aires).

Tiempo de ajedrez
La obra demanda dos años de ejecución. El plástico trabaja sobre paños que luego deben ser pegados en el techo, entonces pintado de un color neutro. Originalmente había allí una alegoría del francés Marcel Jambon, que sucumbió tras un curioso incidente de creatividad y desidia, que no mató a nadie por milagro. Soldi narra: "a comienzos del siglo XX, cuando se hacían bailes de carnaval en el Colón, a algún genio se le ocurrió subir barras de hielo a la araña con la intención de refrescar la sala. No sabemos si lo logró, pero sí que el hielo generó humedad, que esta se metió por detrás de la pintura y que, ocho meses después, la pintura entera se desplomó sobre la platea. Pudo haber sido una tragedia terrible".

Un pedazo de tela de la obra fallida de Jambon está presente en el trabajo de su sucesor, que justificó la incorporación diciendo: "él pintó primero la cúpula y tiene que estar acá". La anécdota agrega magia a los personajes, instrumentos y escenas que reflejan la vida interna de la institución. "Incluso hay una representación de actores jugando al ajedrez, porque mi padre veía que los artistas se distraían así mientras esperaban que se levantara el telón", comenta Soldi. Una figura etérea y azul sobresale del conjunto: es el duende del teatro. El pintor afirmaba que cuando se acaba la función y el público se retira, ese espíritu sobrenatural cuida del Colón.

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