José Emilio Pacheco, Premio Cervantes 2009

José Emilio Pacheco, Premio Cervantes 2009

Esta semana se anunció que el mayor galardón de las letras españolas quedó en manos del poeta mexicano, un verdadero viajero del siglo. Por Carmen Perilli, para LA GACETA, Tucumán.

06 Diciembre 2009
Los premios tienen la virtud de convocar a la lectura, más allá de las consagraciones. El Premio Cervantes otorgado a José Emilio Pacheco pone en el escenario una de las más grandes figuras de la literatura latinoamericana.   Su escritura, que ha incursionado en la poesía, el ensayo y la narrativa, está obsesionada por el paso del tiempo y los efectos de la historia: "A mí sólo me importa / el testimonio / del momento que pasa / las palabras / que dicta en su fluir / el tiempo en vuelo".
El poeta se somete y somete a la época que le ha tocado vivir a severo escrutinio, sin olvidar al cronista. Un crítico afirma que es uno de los grandes románticos del siglo XXI, ya que si bien trabaja la épica, revela las energías del sujeto, distanciándose de las repeticiones.
Su relación con México es ambigua y entrañable "No amo mi Patria. Su fulgor abstracto / es inasible. / Pero (aunque suene mal) daría la vida / por diez lugares suyos, cierta gente". En su gran novela, Las batallas en el desierto, afirma: "Se acabó esa ciudad. Terminó aquel país. No hay memoria del México de aquellos años. Y a nadie le importa: de ese horror quién puede tener nostalgia".
Con tono escéptico, plantea una poética que reivindica el encuentro: "Llamo poesía a ese lugar del encuentro / con la experiencia ajena. El lector, la lectora / harán o no el poema que tan sólo he esbozado. / No leemos a otros: nos leemos en ellos...".
El trabajo del poeta se adensa en otros escritores; no teme a las referencias culturales de todo tipo. Margo Glantz habla de una literatura de incisión, México, que para algunos era la región donde el aire era sobre todo transparente, "se convierte en una metáfora escatológica, en una región infestada donde los hombres pierden su humanidad y se apelmazan".
Poco a poco su poesía se torna fragmentaria y testimonial, reconocemos en ella los tonos conversacionales de Sabines, Parra o Gelman. En sus últimos poemarios ha renunciado a  una poesía que sea  "el espejo de armonía". El aeda retoma las palabras de Jorge Manrique: "La mar no es el morir / sino la eterna circulación de las transformaciones".
Su palabra se transforma continuamente hasta el despojo, para  grabar indeleble "la tinta de la memoria" ya que "la desnudez sigue intacta / como al principio del mundo" y siente que  a los pasajeros  del siglo XXI  "sólo  legamos una red de agujeros".
© LA GACETA

Carmen Perilli - Profesora de Literatura Hispanoamericana de la Universidad Nacional de Tucumán.

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