
Un guerrero lidera Atlético
Una parada complicada deberá sortear Atlético, cuando a partir de las 21 reciba a Defensa y Justicia. Por Leo Noli - Redacción LA GACETA.
LA GACETA / PROCESAMIENTO DE IMAGEN DANIEL FONTANARROSA SOBRE FOTOS DE HECTOR PERALTA

Desde sus inicios en el mundo de la número cinco, Martín Granero las vivió todas. Por una razón u otra, este guerrero de mil contiendas la pasaba mal; siempre iba contra la corriente y la mayoría le daba vuelta la espalda cuando él necesitaba un apoyo extra. El sueño de vivir del fútbol y de tocar un cielo llamado gloria y fama llegó a ser una utopía. O mejor dicho una pesadilla.
Es más, todo lo referido a este deporte iba a contramano de sus intenciones. Condiciones tenía -explica-, aunque nadie pudo verlas o darle una oportunidad como sí lo hizo Atlético, su lugar en el mundo. Su hogar, su amor a primera vista.
El primer tropezón ocurrió en River. Llegó a las inferiores a los 13 años y estuvo hasta los 19, cuando eligió desvincularse de común acuerdo con los "millonarios", debido a sus escasas chances de ser titular en Cuarta división. Desde ese momento hasta este presente de bonanza, "Vikingo" recorrió varios puntos cardinales de la gran Argentina. Su primera parada durante este rosario de lamentos fue Talleres, de Córdoba. Allí estuvo 36 meses, hasta que decidió partir tras el descenso de la "T" a la "B" Nacional. Una vez más, el camino del éxito se le negaba.
Cansado de tantos sinsabores, "Vikingo" decidió jugar su última carta para ver si lograba obtener, al menos, la oportunidad tan esperada. Rosario Puerto Belgrano, a 20 kilómetros de Bahía Blanca, fue su destino. "Irme de Talleres, a Bahía Blanca para jugar un Argentino ?B? no era mi idea, pero era lo único que tenía a mano en ese entonces. Aposté mi última ficha. Era la última oportunidad que tenía para demostrarme a mí mismo que podía jugar bien al fútbol. No fui por plata ni mucho menos. Incluso, ganaba menos que en Córdoba. Fue una aventura. A esa altura, vivir de lo que yo hacía era casi imposible. Apenas llegábamos con lo justo a fin de mes con lo que ganaba... Gracias a Dios me fue bien", recuerda el pasado -bien pisado- Martín, que luego voló hasta Formosa y la peleó en Sportivo Patria un año.
"Terminé la temporada y me llegaron cinco o seis ofertas, pero yo esperaba una que realmente me interesara. Recuerdo que un intermediario me había comentado acerca de una remota posibilidad para venir a Atlético; ni lo dudé y esperé hasta último momento. Por suerte se medio; Solari me llamó y me vine para acá", cuenta este cordobés amante de las empanadas tucumanas - no así del locro- y de la pesca, su hobby cuando los compromisos se lo permiten. "Mi explosión fue acá porque Atlético me dio la posibilidad de jugar. En Talleres no la tuve y en los otros dos clubes podés andar muy bien, pero pasas inadvertido. No es lo mismo que Tucumán", explica el caudillo "decano" que, justo sobre el final de su propio partido, halló la luz entre las tinieblas. Su destino, ahora sí de fama y de gloria, apunta a la "A". "Tenemos un gran equipo y podemos pelear el ascenso. Sólo nos falta regularidad", explica Martín, el gran bastión de este Atlético soñador, que de batallas sabe. Y mucho.







