“Mi hijo es un enfermo, roba para comprar porquerías”

“Mi hijo es un enfermo, roba para comprar porquerías”

Las madres hablan de la Policía y de las "fortalezas" en La Costanera.

26 Junio 2008
“La historia es siempre la misma. Acá los únicos detenidos son los chicos a los que les dan la cana con dos porros”, aseguró María M., la madre de un adolescente que se encuentra detenido hace ya varios meses. La mujer, que vive en un barrio de la periferia, pasa mañanas enteras en las puertas de los juzgados de Menores que están ubicados en el edificio del ex Comando.“Mi hijo es un enfermo, roba para comprar porquerías. Lo encierran en el Roca para que deje de robar, pero no le hacen nada para que deje de drogarse. Es una historia que nunca se acaba”, expresó.
Lucía P. escuchaba atentamentete a María. Ella, según dijo, vive una situación especial. “Mi error fue haber dejado a mi hijo a la buena de Dios durante mucho tiempo. Trabajaba y él se quedaba solo en la calle. Ahí agarró ese vicio que ahora no se lo puede quitar. Después de haber probado esa basura llamada droga vive encerrado”, dijo.
“Es un problema muy serio. Yo apenas si terminé la primaria y no sé como manejar un chico adicto. Pido ayuda porque la necesito, no porque sea una vaga. En los barrios la droga está acabando con los adolescentes. La juventud está perdida y no tiene futuro”, advirtió Fernanda J.
Las tres mujeres entrevistadas por LA GACETA se conocieron en los pasillos de Tribunales. A pesar de que viven en diferentes barrios -Juan XXII, conocido como “La Bombilla”, Costanera y Villa 9 de Julio-, aseguran que en los tres lugares se sufre la misma historia. “Es muy fácil conseguir drogas. Los vendedores andan buscando a los changos para que les compren. Le fían y todo, y después ya no pueden devolver toda la plata, y empiezan a trabajar para ellos”, aseguró indignada María.
Fernanda se enoja cuando escucha hablar de la Policía. “Todo el mundo sabe que la droga que se vende en el barrio viene de Villa 9 de Julio. Hay integrantes de una familia que fueron detenidos varias veces, pero tarde o temprano terminan saliendo, como si tuvieran conexiones. Mi hijo, en cambio, que es un perejil, se queda en el Roca”, explicó.
Lucía indicó que en su barrio es más fácil conseguir marihuana, cocaína y pastillas que comprar alguna mercadería. “Las despensa o los almacenes cierran muy temprano o atienden con las rejas puestas por temor a que los asalten. Los vendedores de drogas, en cambio, andan tranquilamente por la calle, porque saben que todos les tememos”, comentó.
Las mujeres coincidieron en señalar que no hace falta denunciar a la Policía dónde se venden drogas. “Si uno camina por las calles de La Costanera verá que, en medio de casas humildes, hay verdaderas fortalezas. Son viviendas hechas de material, con portones. Nadie puede saber qué es lo que ocurre adentro. Pero con seguridad que ahí se vende drogas”, afirmó Fernanda.
“Nadie se atreve a denunciar a los grandes vendedores, porque los tipos son capaces de matar si se enteran de que alguien les arruinó el negocio. Son gente pesada de verdad”, advirtió María.

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