12 Septiembre 2006
Visitar la Zona Cero, el lugar que ocuparon las Torres Gemelas hace cinco años, a la misma hora en que ocurrieron los atentados, shockea al más templado. En especial a mí, ya que las imágenes que tuve de esos sucesos me llegaron a través de la televisión y de la infinidad de fotos que publicaron los medios de prensa neoyorkinos. En un sector del perímetro vallado donde se construye la obra que reemplazará a las Torres se montaron paneles con dibujos y fotos que muestran las secuencias del atentado. Es imposible repasar esas imágenes sin que un escalofrío recorra el cuerpo, con los ojos brillosos embargados por la tristeza y por la incomprensión.
En un pequeño edificio, un mural recuerda a los bomberos y a los policías muertos y heridos, mientras intentaban salvar otras vidas.
En la Zona Cero los obreros trabajan las 24 horas del día, porque la obra debe estar terminada en 2010, según se informa a través de los paneles que ilustran el recorrido de los visitantes.
La vida sigue, inexorablemente. Los neoyorkinos se apuran para llegar a sus oficinas, mientras Wall Street comienza a latir. El tráfico es muy intenso. Taxis, ómnibus y transeúntes se mueven entre los camiones y las máquinas que trabajan. Las lágrimas y el dolor siempre están, pero hay que seguir. Mientras, el miedo sigue acechando, y todos rezan para que vuelva la paz.
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