En una gran mesa se acumulaba una gran montaña de papel conformada por miles de expedientes. Era el primer indicador de la maratón que les esperaba.
El segundo, el más desafiante, era que nunca antes se había hecho algo así. Los jueces no tenían precedentes para apoyarse. Eran ellos quienes debían generar el antecedente para el futuro. Nunca un tribunal civil, apoyado en un código penal, había juzgado a la cúpula de una dictadura poco después de recuperada una democracia. Se trataba de una democracia incipiente, frágil, cuya subsistencia y calidad dependían, en cierta medida, de lo que hicieran esos seis hombres.
La incertidumbre era enorme. No sabían qué les esperaba. Dentro de las posibilidades, el exilio o incluso alguno de los horrores que explorarían en los expedientes que narraban los tormentos que habían sufrido las víctimas de esos años oscuros, que estaban demasiado cerca.
Conciencia de la hazaña
El periodismo, suele repetirse, redacta el primer borrador de la Historia. Mientras lo hace, no suele ser fácil distinguir con claridad los momentos en que esta gira. En 1985 había entre los argentinos cierta conciencia de la significación del Juicio a las Juntas. Sobre todo, con un poder militar todavía ostensible, de los riesgos que enfrentaban los protagonistas de esa gesta necesaria para asociar el nuevo esquema de convivencia con el estado de derecho. Con el paso del tiempo tomamos plena conciencia de la hazaña.
Los jueces escucharon los testimonios de 833 personas y transitaron por 530 horas de audiencias antes de deliberar y emitir un fallo que resultaría inobjetable. En catorce meses, tras un esfuerzo descomunal, ayudaron a restaurar un orden jurídico quebrado. Recuperaron la igualdad ante la ley, un principio en desuso.
Ricardo Gil Lavedra, León Arslanian, Guillermo Ledesma y Jorge Valerga Aráoz, los cuatro jueces supérstites de la proeza del 85, son figuras ejemplares que deberían inspirar a los integrantes de una Justicia cuya imagen se ha deteriorado inquietantemente en los últimos años.
En las cuatro décadas transcurridas desde el regreso de la democracia se registraron desmesuras que atrajeron la atención global sobre la Argentina. Récords de inflación, de defaults, de sucesión de presidentes se sumaron a una historia más larga de un país que asombra al mundo por el desperdicio sistemático de extraordinarias oportunidades. El Juicio a las Juntas fue una desmesura positiva. Una lección de coraje e institucionalidad. Una epopeya que merece recordarse cada vez que nos enfrentamos a un horizonte incierto, en cada ocasión en la que nos invade la perplejidad ante el tamaño de nuestros retos.








