Belén, una historia tucumana, un drama feminista

DEFENSA DE LOS DERECHOS FEMENINOS. La película pone en escena y visibiliza una injusta situación en un sistema patriarcal. DEFENSA DE LOS DERECHOS FEMENINOS. La película pone en escena y visibiliza una injusta situación en un sistema patriarcal.
28 Septiembre 2025

Por Fabián Soberón

Para LA GACETA - TUCUMÁN

Belén está basada en hechos reales y toma la historia de una joven tucumana que es acusada de asesinar a su hijo. La primera secuencia cuenta cómo llega Julieta, desesperada, a un hospital público. Los médicos que la reciben no saben cuál es la dolencia. Julieta está dubitativa y no responde de forma coherente acerca de la causa de su malestar. Un momento después, fuera de campo, se escucha que la joven sufre y se queja. En la escena siguiente entran los efectivos de la policía y la llevan presa, la acusan de haber asesinado a su hijo. El hijo es un feto.

El juicio se desarrolla muy rápido y Julieta es condenada a varios años de prisión. La abogada defensora no ejerce su oficio como corresponde y la familia le grita que ha dejado que Julieta sea condenada injustamente. Es en ese momento que entra en escena la nueva abogada, Soledad Deza, interpretada por Dolores Fonzi.

Cambio de nombre

El conflicto de la película se centra en la lucha que lleva adelante la abogada Soledad Deza. Ella se opone al sistema judicial signado por la mirada machista y conservadora. La abogada cuenta con la colaboración de una periodista (y abogada) y se enfrenta en el inicio de la narración a la primera abogada, interpretada por Julieta Cardinali. Una de las decisiones de Soledad es cambiar el nombre de la joven presa para salvar su identidad y ayudar a la familia. A partir de ese momento Julieta será Belén.

La tucumana Liliana Juárez encarna con destreza el rol de la madre de Belén. Sergio “Negro” Prina interpreta al esposo de Soledad, un hombre tranquilo de clase media que acompaña a su esposa. Otra tucumana, Camila Caram, interpreta a una oficial de la cárcel en tres escenas y desarrolla su personaje en un punto clave de la película: es el momento en el que Belén tiene la oportunidad de huir de la cárcel como una fugitiva.

El tono de la película está vinculado con el drama, aunque debemos decir que hay momentos de humor que desenredan la atmósfera penumbrosa del film. Quien dispara esa cuota de humor es el empleado judicial (interpretado por el reconocido director tucumano Boby Toscano), quien en diálogo con Soledad Deza y su ayudante construyen escenas hilarantes. Más allá de estos episodios breves, la atmósfera es seria y angustiante.

La fotografía de la película es correcta, sobre todo en el inicio y en el final de la cinta. A medida que avanza la historia, se tiene la sensación de que la penumbra gana la historia y que era necesario que la iluminación cambie. La narración no tiene golpes bajos y se sostiene en la búsqueda de la justicia para la joven tucumana.

Un aleph

Hay un plano de la película que funciona como una síntesis de la tensión entre la vida precaria de la presa y los cambios sociales que representa el film: Belén sale del edificio de tribunales acompañada por una oficial de la justicia y sube al móvil oficial. La cámara se focaliza en la pupila del ojo. En el diminuto espejo humano de la pupila se reflejan los movimientos exteriores (en la configuración de este momento cinematográfico es clave el sonido de la multitud que se escucha fuera de campo). El director de fotografía capta, de algún modo, la emoción multitudinaria en el reflejo. En cierta medida, el plano propone la idea del infinito: dentro de la pupila está el mundo y el mundo contiene las muchas voces que gritan en el exterior. Y las voces incorporan los innumerables instantes del pasado… Quizás este sea el mejor plano y, como diría Borges, con esto la película ya está justificada.

Lo más destacado de la cinta son las actuaciones de Dolores Fonzi en el rol de la abogada Soledad Deza. Compone un personaje centrado en el compromiso moral y en la defensa de los derechos de las mujeres. Camila Pláate, en una actuación memorable, encarna el rol de Belén, la joven condenada que sufre los escarnios de la vida carcelaria. Pláate presenta un personaje complejo, pletórico de matices: agobiada, sobrelleva la rutina feroz entre las rejas. Pláate brinda una paleta que combina el dolor solitario con la ternura y la emocionalidad mesurada, verosímil. Luis Machín interpreta al juez que la condena en primera instancia.

Belén es política en el sentido más profundo y a la vez en el más evidente de los sentidos. Pone en escena y visibiliza la injusta situación de una joven para repensar el funcionamiento del sistema judicial burocrático, condicionado por las costumbres patriarcales. La película funciona como una sinécdoque de cómo las jóvenes ganaron la calle y plantearon a viva voz la defensa de los derechos femeninos.

© LA GACETA

Fabián Soberón - Escritor, guionista, profesor de Estética del cine en la UNT.

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