El gurú del mañana en el país que perdió el futuro
Michio Kaku, el dueño de uno de los cerebros más extraordinarios del planeta, vino a la Argentina esta semana, por primera vez, a hablar del porvenir. ¿Podremos esta vez subirnos al tren o seguiremos condenados a ser el país de las oportunidades desperdiciadas?
Michio Kaku es uno de los pensadores más destacados del mundo. Graduado en Física en Harvard, doctorado en Berkeley con una tesis sobre la teoría de cuerdas y profesor emérito del City College de Nueva York, se ha dedicado en las últimas décadas a divulgar la ciencia y a proyectar fisonomías posibles del mañana en libros como El futuro de la humanidad o Visiones. En 1998 publicó “Una semana en el futuro”, relato en el que describe un 2020 en el que el protagonista interactúa con inventos muy parecidos a Netflix, Tinder, Alexa, Waze, Amazon y otras invenciones atravesadas por la IA, imaginadas mucho antes de que fueran creadas.
Invitado a Buenos Aires por el IAEF (Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas), este jueves dio una charla sobre “Una semana en 2050”. Saldremos a la calle con nuestros lentes de contacto inteligentes, nos cuenta Kaku. Nos parará en la calle una persona cuyo rostro no asociamos a un nombre pero nuestros lentes rápidamente nos proporcionarán sus datos y, mientras conversamos, cotejarán su discurso con una base de datos que nos indicará cuánto exageran o distorsionan sus palabras. Entraremos a un café y nuestros lentes nos mostrarán las conveniencias o no de ingerir los alimentos exhibidos en una vitrina de acuerdo a su valor nutricional y los registros de nuestro consumo pasado. En el café planearemos nuestro próximo viaje a una estación orbital que ofrece una magnífica vista de la Tierra.
Demian Reidel, la cabeza del plan nuclear argentino, le pregunta a Kaku qué cambiará y qué permanecerá de lo que conocemos. Se extinguirán, vaticina Kaku, los oficios con tareas repetitivas y se mantendrán los que requieran interacción humana. Serán necesarios líderes de organizaciones, maestros de escuela, carpinteros y basureros. Oficios que exigen hacer ciertas distinciones o juicios valorativos. Qué es basura y qué no lo es, cuáles son las fortalezas y debilidades dentro de los integrantes de un equipo, qué está bien y qué está mal, porque las máquinas no entienden el comportamiento humano. La computación cuántica, agrega, permitirá reparar errores genéticos que causan cáncer, alzheimer o envejecimiento celular. Los tiempos vitales se estirarán extraordinariamente, concluye.
Mientras tanto, la Argentina
Michio Kaku imagina nuestro mundo un cuarto de siglo adelante pero a nosotros nos cuesta vislumbrar lo que puede ocurrir en la Argentina en tres meses o en semanas.
Horas antes de escuchar a Kaku y minutos antes de participar de una charla sobre Inteligencia Artificial, encuentro en las oficinas de Google a uno de los más destacados referentes del peronismo, a quien le pido -en un acto reflejo- un pronóstico sobre las elecciones bonaerenses que tendrán lugar en cuatro semanas. “Una elección muy pareja”, plantea y, a continuación, reformula la conocida frase popularizada por J. F. Kennedy: “Una victoria tendrá muchos padres; una derrota solo será de Axel”.
Una de las preguntas de los próximos meses es si la prisión domiciliaria de Cristina Kirchner funcionará como un freezer que congele progresivamente su energía política o si será un horno que la encienda. Si la detención la apagará como a Leopoldo López, el candidato presidencial venezolano, o será como la plataforma penitenciaria de Lula, que en tres años pasó de una celda a la presidencia de Brasil. O se parecerá a un caso intermedio, como el de Alberto Fujimori, quien tuvo un resurgimiento político vicario a través de su hija Keiko, triple candidata y finalista presidencial en los ballotages peruanos. La pregunta de los inversores, y de los argentinos en general, es si la Argentina tiene por delante una “utopía retrospectiva” o un horizonte novedoso.
Un interrogante conexo de este tiempo es si nuestro país solo tiene como desenlace político una opción dentro de un esquema binario. “Seguimos o vuelven”, sintetizan en el oficialismo. ¿Hay algo posible en el medio? En la provincia de Buenos Aires, cortocircuitos dentro del armado experimental de una “tercera vía” terminaron con Emilio Monzó y Margarita Stolbizer sacando los pies del plato de Somos, espacio que pretendía aglutinar al peronismo no K, el radicalismo sin peluca, la Coalición Cívica y los no alineados del PRO. Mauricio Macri, por su parte, escuchó a quienes le aconsejaron tomar distancia para preservarse de los efectos recesivos del programa económico, manteniendo sus posibilidades de erigirse como alternativa. Escuchó más a quienes le dijeron que su espacio no podría soportar otra derrota como la que sufrió en la Capital. El líder del PRO, ante un dilema hamletiano, en lugar de perder para ser; apostó a ganar, a riesgo de dejar de ser. Macri imagina una nueva resurrección, como la que tuvo –y desperdició- en 2023.
El presidente Milei cree que en octubre puede inaugurar una era, hasta ahora esbozada con fragilidades y concreciones sorprendentes, que entierre en el pasado a las dos décadas kirchneristas, con el interludio macrista.
El país en perspectiva
Los argentinos, según las enseñanzas de Kaku, experimentaríamos una aceleración solo aparente. Viajamos al exterior por dos semanas y cuando volvemos nos parece que volvimos a otro país. Otras discusiones, otra agenda. En algunos casos, el cambio es drástico, sin antecedentes a nivel global. En julio de 1989, en dos semanas tuvimos una inflación del 100%, lo que había acumulado el mundo en un cuarto de siglo. En la crisis de 2001, en dos semanas tuvimos cinco presidentes, los que tiene cualquier país normal en dos décadas.
Todo eso puede pasar en 14 días en la Argentina. Pero si alguien se va 14 años, cuando vuelve encuentra las mismas discusiones, la misma agenda. Desde 2011, la Argentina tiene su economía estancada. Vive una condena cíclica, es una nación anclada en problemas viejos.
Kaku sostiene que la mínima unidad de medida para mensurar procesos históricos es la década, porque allí pueden dimensionarse los niveles de cambio y continuidad. Medida en décadas, la historia argentina está congelada en sus indicadores de crecimiento e involuciona en los índices de pobreza y en la comparación con un mundo que avanza.
Si pensáramos a nuestro último siglo como una sola semana, cada hora parece vertiginosa por la multiplicación de acontecimientos pero cada 24 horas todo parece volver al punto de partida, al angustiante despertar de un nuevo “día de la marmota”. El futuro se transformó en eso que otros construyen mientras los argentinos estropeamos nuestros planes.
¿Podremos salir de ese círculo griego? Demian Reidel, expresando una convicción del Gobierno, dice que la Argentina puede convertirse en uno de los mayores polos de IA en el mundo por contar con los factores clave para su desarrollo: energía, ausencia de regulaciones, tierras frías y recursos humanos de calidad. Para que ese plan se concrete deben agregarse miles de millones de dólares de inversión. Y ese capital necesita consensos que se traduzcan en una política de estado, algo que todavía no parece cercano.
Inteligencias en conflicto
Julián Gallo, el periodista argentino que mejor piensa el futuro, me recomienda escuchar a Mathias Döpfner, CEO de Axel Springer, uno de los tres mayores grupos de medios del planeta. “Hace poco me reuní con cuatro de los cinco mayores desarrolladores de IA del mundo –cuenta Döpfner-; concluyeron que en 2028 la IA podrá llegar a tener conciencia y eso implica una posibilidad que no puede descartarse: que la inteligencia más fuerte elimine a la más débil”. Todos nosotros, quizás cabe aclarar, somos la más débil.
Frente a ese futuro posible, quizás el eterno retorno argentino no sea tan malo.







