NOVELA
EL VIENTO DE ANTES
ADOLFO COLOMBRES
(Ciccus - Buenos Aires)
En ocasiones, los fantasmas del pasado son más reales que las presencias de los vivos. Se podría afirmar que esta idea de Adolfo Colombres recorre cada línea de su última novela El viento de antes. Luego de los ciclos de ficciones sobre San José del Talar, Tucumán, o de mundos lejanos en el África y en lo profundo del mito, Colombres construye nuevamente una geografía imaginaria que se nutre de imágenes del Noroeste y de Cuyo. Los lugares y paisajes no son meros escenarios, por lo que, Valle Viejo, Rumi Punco y Ramayoc aparecen, cambian y se esfuman en la niebla de la mirada de Celedonio y Anastasia. En la historia de estos protagonistas atravesados por el amor, la destrucción y los desencuentros, se nos revelarán las siluetas del pasado y del porvenir.
La guerra es el “monstruo cruel que cosechaba cadáveres” y que, como un “pernicioso viento”, agita lo real, remueve las cosas y castiga a los personajes. La “epopeya de sombras” que sacude las vidas de Celedonio y Anastasia, los atrapa en paisajes interminables y repetitivos. Y como la guerra parece no acabar nunca, la muerte se anunciará a Anastasia con un sueño intranquilo y comenzará a suceder algo extraño que confundirá los tiempos: entre el pasado y presente ya no se pueden diferenciar entre las presencias y lo ausente.
Luego de unos disparos, en la segunda mitad de la novela se inicia el viaje cansino del exilio con la voz de un narrador que, a la manera de Virgilio con Dante, nos llevará a atravesar las ciénagas del olvido, hasta la presencia tenue de las calles de Ramayoc. El pueblo creado y fundado por el poeta y escritor Tizón, es una forma condensada de la memoria, un último paraíso posible. Allí, los recuerdos y las presencias son como fantasmas: los muertos acompañan a los vivos en su vagar, van con ellos a todos lados.
El último libro de Adolfo Colombres está acompañado por reproducciones de sugerentes óleos del pintor ecuatoriano Pavel Égüez. Con más de veinte novelas publicadas por Colombres, esta última ficción nos revela la vigencia de problemáticas y temas que el autor tucumano ha abordado desde su primer libro: cruces entre sueño y vigilia; la memoria y los recuerdos como lo único tangible; las figuras de los ausentes como sombras indelebles; la escritura como necesidad ineludible.
Antes de concluir esta reseña es preciso rememorar una escena fundamental de la obra. Luego de partir de Ramayoc y golpeado ahora por el tiempo, Celedonio se encontrará con Tizón, quien le señala lo siguiente: “justo antes de morir recordamos lo mejor de nuestra vida”. Entonces es la memoria lo que permite el reencuentro, sólo posible para los que aman mucho y no pueden olvidar. El recuerdo permite enfrentar el viento de la existencia y sobrevivir al tiempo de antes.
© LA GACETA
Máximo Hernán Mena







